Disponerse a ver una
película de Danny Boyle es siempre un reto. El cine del cineasta británico
transita en la mayoría de las ocasiones sobre una cuerda floja, una delgada
línea que separa la inverosimilitud de una obra bien balanceada. Su uso de las
tonalidades y la fotografía, sus excesos de montaje y esa música tan
omnipresente que pretende bailar al son de las imágenes constituyen un sello
personal que, en buena parte de su filmografía, acaba imponiéndose sobre lo que
se cuenta. Y es que el problema de Boyle es que no siempre consigue que sus pulsiones
audiovisuales sigan el ritmo de sus historias. La última vez que lo consiguió
fue precisamente en una de sus obras más injustamente infravaloradas, “La
playa”, y mira que en medio se ha cascado unas cuentas buenas películas.
“Slumdog Millionaire” y “127 horas” son buena prueba de ello, buenos trabajos
que no obstante acaban agotándose a sí mismos por su estética videoclipera, en
buena medida culpa de su intento por ajustarse a unos parámetros más
convencionales y comerciales.
“Trance”, puedo decirlo
con rotundidad, es en este sentido la película más completa de Boyle desde la
citada cinta con DiCaprio, un film en el que por fin imagen, sonido e historia
forman un único ser. La manera en que está contada esta trama de robos,
engaños, hipnosis, juegos a tres bandas y lapsus de memoria nolanianos precisa del estilo del cineasta, de la excelente y
ecléctica música de Rick Smith, de la fotografía de Anthony Dod Mantle, de la
habilidad en el montaje de su director. Es más, con ella recuperamos al mejor
Boyle, ése que hace casi veinte años nos brindara “Trainspotting” y “Tumba
abierta”. Con ellas, “Trance” comparte unos personajes y un argumento con los
que es difícil simpatizar, pero cuyo devenir se sigue con interés. Ayuda
también tener un trío protagonista de primerísimo nivel. James McAvoy lidera
con enorme potencia un elenco en el que Vincent Cassel aporta su solvencia
habitual y Rosario Dawson realiza una encomiable progresión de chica florero a
verdadero epicentro del conjunto.
Así que, conseguida la
obra audiovisual perfecta, lo único que se le puede achacar a “Trance” es lo
enrevesado de un guión que, en su último tercio, debe tirar de explicaciones
verbales guiadas para que el espectador no se pierda. Porque es muy fácil
perderse con ella, no tener claro qué es real y qué no en buena parte de su
metraje. Pero también, si uno está predispuesto a dejarse llevar, acabará
hipnotizado de principio a fin con una propuesta ágil, bien contada e
interpretada. Aunque, eso sí, al final parezca que sus responsables no saben
cómo rematar la historia y optan por un giro argumental que no está mal, pero
que podría haberse contado de otra manera, sin tanta tablet de por medio que le reste credibilidad al resto. Por lo
demás, enhorabuena Mr. Boyle, ha conseguido usted su trabajo más redondo en
años.
A
favor: lo bien que se ajusta el estilo de su director a lo
que se cuenta
En
contra: un guión enrevesado con el que es fácil perderse, y
su desenlace
Calificación: ****
2 comentarios:
Boyle siempre me ha parecido uno de los directores más interesantes, y ésta hay ganas de verla para comprobar que se le ha ocurrido ahora.
A mí me carga como cineasta, pero reconozco que esta vez se ha lucido. Tenía que dejar tanta peli correcta para la Academia y volver a sus orígenes, al cine british
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