La perfecta secuela hiperbólica
Ya en sus primeros
minutos, J.J.Abrams consigue captar la atención tanto del fan como del iniciado
al universo trekkie, siempre que el
primero no se encuentre anclado irremediablemente en un vórtice temporal que le
haga añorar “tiempos mejores”. Su escena inicial da a la vez la bienvenida a la
filosofía de su reinvención de la saga, a modo de deslumbrante y frenética
carta de presentación, y rinde tributo al serial televisivo como si de un tótem,
o un pergamino sagrado en este caso, se tratase. A partir de este magistral
juego referencial y mitológico, Abrams vuelve a esgrimir lo que ya fue el reboot de hace cuatro años: un viaje
interestelar destellante al espacio profundo en el que la vieja franquicia y la
nueva van de la mano.
Durante las dos horas
restantes, “Star Trek: En la oscuridad” supone la perfecta secuela, una en la
que se repiten algunos de los esquemas de su antecesora, pero llevados al
extremo. Es decir, escena inicial de infarto, el nuevo tema central de Michael
Giacchino, créditos iniciales y finales atronadores, mucha acción y tiempo para
las emociones y el desarrollo de personajes entre el caos. No era fácil
mantener el ritmo de sus primeros diez minutos, pero Abrams consigue que ni sus
momentos de menos ritmo decaigan. Una montaña rusa atropellada en intenciones e
ideas, pero clara en su exposición de la trama, en su desarrollo y directa en
su desenlace.
Así, el nuevo viaje del
USS Enterprise no tiene la capacidad de sorpresa de la anterior, y aquí el
interés reside en hacer avanzar a sus personajes, especialmente a Kirk y Spock,
a ritmo de persecuciones imposibles a velocidad de curvatura, y enfrentarles a
la misión de sus vidas. Una segunda parte de acción hiperbólica, sin aliento,
en la que se repiten las constantes de una nueva saga en la que su director ya
parece moverse como pez en el agua, se recurre a argucias espacio-temporales ya
utilizadas en su antecesora para dar rápida solución a la trama, y en la que se
avanza paralelamente a la línea temporal original aunque con una ligera
inversión de roles.
Y, pese a repetir los
mismos esquemas, “Star Trek: En la oscuridad” es la secuela perfecta, un blockbuster veraniego sin fin que se
limita a entretener, sin buscar la innovación de una nueva franquicia que, en
realidad, no la necesita para sobrevivir. Eso sí, por el camino disfrutamos de
un villano mucho mejor construido–gracias, Benedict Cumberbatch- y del rescate
del olvido de un amiguete de la casa “Fringe”, Peter Weller. Divierte, se pasa
en un suspiro, y se convierte en un entretenimiento enormemente inteligente y
consciente de su condición de secuela funcional y espectacular. No se le puede
pedir más.
A
favor: Benedict Cumberbatch, y que no te suelta hasta el
final de su metraje
En
contra: su poca capacidad de sorpresa con respecto a su
antecesora
Calificación: ****
No hay comentarios:
Publicar un comentario