lunes, 17 de octubre de 2011

LA CRÍTICA: Intruders

Los mecanismos del miedo

En “28 semanas después”, Juan Carlos Fresnadillo convertía una saga ajena en una catarsis personal sobre cómo el amor puede activar los mecanismos que producen el miedo. Los lazos afectivos, especialmente los familiares, vuelven a ser el eje de su nueva propuesta, que por primera vez no surge de sus propias manos pero que igualmente aprovecha para lanzarnos la aterradora idea de que el amor entre padres e hijos y la sobreprotección de estos puede ser el origen de los terrores infantiles más comunes que se activan en cuanto la oscuridad invade nuestras habitaciones.

Y eso es lo más siniestro y estremecedor de este cuento de monstruos que juega inteligentemente con la fina línea que separa la realidad de las pesadillas. Porque “Intruders” no es un film de terror, pese a poseer secuencias de una tensión extrema –concretamente, cada vez que hace aparición Carahueca-, sino un relato sobre el terror. En ese sentido, si escarbamos en su superficie, la película sale más que airosa. Fresnadillo triunfa en su análisis, en el aspecto psicológico de la historia, mucho más importante que brindarnos una serie de sustos milimétricamente insertados. Nos ofrece dos historias separadas en la distancia, en las cuales dos familias deben hacer frente a una amenaza que comienza siendo aparentemente fantasiosa para transformarse en algo palpable, algo real, que pone en peligro la vida de los hijos de los protagonistas. El vínculo afectivo entre unos padres dispuestos a todo por proteger a sus hijos se mezcla con una atmósfera amenazante, dispuesta a generar suspense, unos actores que cumplen con su cometido –desde Clive Owen a Pilar López de Ayala, convincentes en la piel de progenitores preocupados, pasando por los pequeños Ella Purnell e Izán Corchero- y una banda sonora de Roque Baños que ayuda a mantener la atención en todo momento.


Fresnadillo demuestra el suficiente oficio tras la cámara como para darnos momentos inolvidables –la niña sin cara frente al espejo, las apariciones de Carahueca-, en una propuesta que en manos de otro habría resultado una historia más propia de las “Pesadillas” de Stephen King. Para entendernos, en las manos equivocadas podría haber quedado algo parecido a “Miedos 3D”, de Joe Dante. Y aún así, a veces hay cierto parecido entre ambas. Porque pese a su forma y su encomiable mensaje de fondo, en algunos momentos el conjunto es tan irregular, tiene tantos altibajos, que casi tapa su propio discurso. Y entre ellos, habría que destacar un desenlace empeñado en encajar demasiadas piezas de un puzle que solamente requiere lo justo como para entender su moraleja, y el exceso de efectos especiales en más de una secuencia, que te desubican más de la trama que ayudarte a meterte en ella. Puede que sea de las más personales de su autor, pero desde luego es la menos conseguida. O será que a alguien que ya en su debut parió una obra maestra como “Intacto”, le exigía demasiado en su tercer trabajo.



A favor: la buena mano de Fresnadillo, los actores, y el concepto del amor como fuente de los miedos
En contra: algún que otro exceso en los efectos, y cierta sensación de irregularidad en el conjunto

Valoración: ***

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