viernes, 19 de febrero de 2016

LA CRÍTICA. Los Odiosos Ocho

Tarantino Unchained
Vista con el tiempo, “Django Unchained” no pasa por ser el mejor trabajo de Quentin Tarantino. Sigue siendo una buena película, pero no es más que un cúmulo de tópicos propios un director que piensa que en la mezcla de referencias anacrónicas –juntar western con la música de 2Pac y James Brown es un ejercicio de anacronismo bastante arriesgado- y en el abuso de sus ya consabidos tics está la fórmula que contente a sus fans, de un cineasta ya demasiado pagado de sí mismo atado por una industria que ha hecho de él una marca a explotar.

Por fortuna, su segundo acercamiento al género está revestido de una mayor personalidad y madurez tras la cámara. Tarantino no necesita de grandes presupuestos para contar una historia, y esto se nota en su nueva película. Sí, la violencia verbal contenida que acaba estallando en una generosa dosis de hemoglobina –quizá demasiado generosa para quien esto escribe- y el cóctel de referentes sigue ahí, pero con “Los odiosos ocho” consigue no repetir esquemas y regalarnos algunos de los planos más ricos y mejor compuestos de toda su filmografía. Cómo aprovecha los pocos escenarios de los que dispone y cómo juega con la profundidad de campo son sus mejores bazas.

Y pese a que le sobra metraje, sus dos primeras horas funcionan a la perfección como una mezcla entre “Reservoir Dogs” y las novelas de Agatha Christie, pero trasladado todo a un universo propio del spaghetti western –esos créditos iniciales y la banda sonora de Morricone, sólo apreciable junto a las imágenes- o el cine de Peckinpah, y con un inmenso Samuel L. Jackson haciendo las veces de Hercule Poirot, perfectamente acompañado por la felizmente recuperada Jennifer Jason Leigh y el siempre eterno Kurt Russell. Otros, tristemente, como Bruce Dern, están vilmente desaprovechados.


Es también una de las cintas más maquiavélicas de su carrera, de las más juguetonas, capaz de romper la linealidad narrativa del relato para introducir un corte que es todo un canto al McGuffin. Es el Tarantino libre y sin cadenas, aquel que comenzó en las afueras del star system y ayudó a conformar el cine independiente de los 90, el que se esconde tras la cámara de esta historia repleta de mentirosos, malhechores, de gente de la peor calaña, que se reúnen en un lugar apartado del mundo para diseccionarse los unos a los otros. Mejor no fiarse de ninguno de estos ocho odiosos, porque ninguno es lo que parece. Todos guardan un as bajo la manga. O un arma bajo la mesa.


A favor: sus dos primeras horas, Tarantino desatado sin imposiciones de la industria, Jennifer Jason Leigh, Samuel L. Jackson y Kurt Russell
En contra: su exceso de metraje

Calificación ****
No se la pierda

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