Removeos en vuestras tumbas
El ser humano tiende a
cometer los mismos errores una y otra vez. Esto, trasladado al campo cinematográfico,
viene a significar que hay una tendencia clara a mirar continuamente hacia el
pasado en busca de nuevos materiales que explotar. El remake, tal y como lo
conocemos todos. Una palabra que es sinónimo de vilipendio para buena parte del
público y la crítica, aunque el apelativo sea tremendamente injusto. Hay
remakes buenos –“El cabo del miedo”-, otros que echan un digno pulso con su
referente –“Amanecer de los muertos”- y otros que, directamente, superan al
original –“La cosa, de John Carpenter”-.
Por tanto, es peligroso
aproximarse a una nueva versión de un clásico ochentero como “Poltergeist”. Porque
a pesar de los muchos dimes y diretes entre Hooper y Spielberg, -cuyas
discusiones, a juzgar por el resultado final de aquella película, acabó ganando
este último-, aquélla acabó convirtiéndose en una cinta de culto, una obra a
referenciar de cara al cine que vino a continuación, a pesar de ser una nueva
reformulación familiar del cine de casas encantadas.
Con una traslación a
nuestros días, uno podría esperar que el “Poltergeist” de Gil Kenan jugase una
doble baza. Por un lado, acercar la historia a nuestros días, objetivo de todo
remake. Pero por el otro, apelar a la vena nostálgica de toda esa generación
que se acerca a las salas temerosa de que hayan podido prostituir el espíritu
de su tan venerada obra. Y ni una cosa ni la otra consigue esta película. No es
más que un calco de la original con el piloto automático puesto –hay escenas
calcadas, pero carecen de la magia spielbergiana-
y sin aportar nada más allá de alguna escena resultona –básicamente, la que
tiene como protagonista al dron- y el año en que está ambientada.
En ese sentido, no
satisfará a los que adoran la cinta en que se basa. Pero es que tampoco lo hará
a quienes se aproximen por primera vez a este material. Porque estamos ante una
mala película, repleta de actores que no se creen sus personajes ni lo que les
rodea –se lleva la palma Sam Rockwell-, de momentos supuestamente cómicos –sólo
funciona en este ámbito el personaje de Jared Harris-, de fallos de continuidad
–los personajes entran en una habitación y en el cambio de plano estamos en
otra- y de guión, unidos a una realización sin personalidad de la que sólo
sobresale la fotografía de Javier Aguirresarobe, sin ser ni por asomo de las
mejores de su filmografía.
Es, posiblemente, el
peor remake al que nos hemos enfrentado en lo que llevamos de siglo, y sin
lugar a dudas una de las peores películas del año. Es tan ridícula que podría
pasar como parodia. Pero no lo es. Es solamente un intento de hacer que
nuestros ancestros se remuevan en sus tumbas. Y de paso, nosotros en nuestras
butacas. Pero no de miedo precisamente, sino de vergüenza ajena.
A
favor: algún toque de ingenio y Jared Harris
En
contra: prácticamente todo lo demás
Calificación *
Ni se moleste
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