Yippy ka hey!
John McClane siempre ha estado en el lugar equivocado en el momento menos oportuno. Convertido en héroe a su pesar y en azote de la amenaza terrorista sólo combatible mediante su propia filosofía de disparar sin hacer una sola pregunta, ha estado en medio de un gran robo en un emblemático edificio, en un aeropuerto tomado por terroristas y en un juego personal al gato y el ratón con un maníaco y sus bombas esparcidas por toda una ciudad.
No es de extrañar que en una cuarta entrega, y dados los tiempos que corren, hayan elegido situar al protagonista con la sonrisa más socarrona de la historia del cine de acción en medio del terrorismo virtual, de la crisis de una sociedad cuando le suprimen su exceso de información. Porque McClane es un dinosaurio anclado en la era analógica que sigue escuchando a los Creedence Clearwater Revival. Un reloj de cuerda en un mundo digital, perdido entre tanto malo experto en artes marciales, sofisticados softwares y audaces hackers que con una sola palabra de su jerga dejan fuera de juego al indestructible John. “La Jungla 4.0” tiene de todo un poco. Es la enésima demostración de que John McClane está fuera de lugar pero sigue siendo efectivo, fiel a su espíritu devastador usando sus propios puños y un arma. No importa que sus enemigos sean sofisticados expertos en informática, pues al final lo que impera es la paliza pura y dura.
Está claro que esta cuarta entrega de la saga es un vehículo de lucimiento para Bruce Willis, ya orgulloso de su calvicie y que sigue demostrando que en materia de actores de acción es de los mejores, aunque lo mismo sirve también para comedia, drama y terror, manteniendo la sonrisa sin resultar molesto. Pero si algo desprende “La Jungla 4.0” en cuanto a su actor protagonista es lo mismo que hace perderse a su papel en la película. Willis, a pesar de ser su película, se encuentra en medio de un carrusel de secuencias de apabullante descarga de adrenalina, un festín digital que casi ensombrece al personaje entre tanto caos de coches volando sobre su cabeza, jets amenazantes a la vuelta de la esquina y trampas mortales en el interior de un ascensor. Es la norma de la industria de cuanto más mejor.
A la relativa pérdida del personaje/actor en su propio entorno, quien sin embargo logra lucirse en más de una escena paliando así la sensación de atragantamiento digital -el momento en que el personaje refunfuña por su mala suerte es ya una constante en la saga-, hay que unir la sensación de que realmente no estamos del todo ante una película de John McClane. Falta, como ya dije, el verdadero lucimiento del protagonista entre tanto despliegue de medios técnicos, pero también un malo de renombre -Alan Rickman y Jeremy Irons dejan en ridículo al desconocido Timothy Olyphant-, un compañero a la altura -Justin Long no es Samuel L. Jackson- , e incluso ese sentido del humor que a veces posee -atención al careo con Kevin Smith acerca de “Star Wars”-, pero que es insuficiente. Podría haber sido otra película de acción con Willis de protagonista y habría dado lo mismo, aunque la expectación no habría sido la misma.
Esta apoteosis fruto de la era digital en la que toda proeza de abuelo Bruce está permitida es notablemente inferior a las dirigidas por John McTiernan, y echa un digno pulso con la segunda entrega de Renny Harlin. Len Wiseman pone su toque videoclipero particular que se deja notar en la fotografía y las secuencias nocturnas como hiciera en las dos entregas de “Underworld”, y ante todo ofrece un producto entretenido y que nos devuelve a un actor a la primera línea del cine que le dio la fama cuando decidió enfrentarse él solito a toda una horda de terroristas en cada una de las plantas del Nakatomi Plaza al grito de “Yippy ka hey!”. Se echaba de menos la frase, soltada al final de la película para contentar a los fans, pero seguiremos echando de menos al verdadero McClane.
Fecha de estreno: 7 de Septiembre
Título original: "Live Free or Die Hard"; Género: Acción; Año: 2007; Nacionalidad: EEUU; Duración: 123 minutos; Dirección: Len Wiseman; Guión: Mark Bomback; basado en un argumento de Mark Bomback y David Marconi; sobre el artículo "A farewell to arms" de John Carlin; Intérpretes: Bruce Willis, Justin Long, Timothy Oliphant.