Más largo que corto
La ansiada ópera prima de Nacho Vigalondo arranca con un coche saliendo de un aparcamiento, adentrándose en el bosque y acabando frente a una casa remota rodeada por una verja. El maletero se abre por el camino y de él cae, entre otros objetos, una caja. Del interior del vehículo sale Héctor 1 (lo del número dejaré que lo descubran ustedes mismos), que se apresura a recoger la compra del suelo. Destaco esta secuencia tan trivial porque “Los cronocrímenes” comienza a apuntar con ella lo que será el resto de la película: un gran despiste. Ya desde esos primeros minutos juega a plantear una atmósfera de suspense para continuar con la más aparente normalidad, y digo aparente porque todo lo que se ve posteriormente, desde una rutinaria siesta hasta una llamada telefónica sin respuesta, juegan un papel esencial en el desarrollo.
Lo que viene después, un extraño híbrido entre ciencia-ficción rotundamente freak y humor macabro y más freak aún con psicópata con la cara rodeada de vendas teñidas de ¿rosa?, una chica que se desnuda en medio del bosque y un protagonista metomentodo que termina huyendo del tipo de las vendas y viajando en el tiempo, parece más digno del universo del cortometraje. Así, “Los cronocrímenes” avanza peligrosa y poco convincentemente en ese tramo inicial, pues aplica las reglas del corto al largo, cuando ambos formatos poseen formas de narrar bien distintas. Por esta razón, se intuye que la película se desgastará a sí misma por la imposibilidad de asumir el cambio de un medio a otro.
Lejos de caer en este error, Vigalondo realiza una lograda transición del corto al largo, y la sensación de película perecedera se desvanece en unos pocos segundos. Es el mayor despiste al que juega el director, mucho más que esas sorpresas basadas en explicar los más colaterales detalles (un contenedor tirado en medio de la carretera, un coche que choca por detrás al del protagonista, un calendario girado y que parece señalar un camino, etc.). Todo comienza a encajar entonces dentro de los parámetros del largometraje, para lo cual es imprescindible haber pasado ese inicio tan ligado a los filmes de menos de treinta minutos.
A pesar de las incongruencias inherentes a la paradoja temporal que plantea y por tanto inevitables, el experimento de Vigalondo funciona por sí mismo y se salda con la hora y media más divertida que ese crítico ha visto en lo que va de año. Calculadora, milimétrica, deliberadamente tramposa y muy inteligente a su pesar, “Los cronocrímenes” comienza siendo lo que no es, un corto, prosigue pareciendo lo que no es, un largometraje tontorrón, y termina aparentando lo que es, un debut de altura. En última instancia, la culpa de no haber vaticinado que nada, ni siquiera su estructura, es lo que parece es nuestra y solo nuestra.
He intentado encontrar algo malo a destacar, y supuse que mis mayores críticas irán encarriladas a Karra Elejalde, actor que nunca me ha entusiasmado. Pero no, Elejalde está en su salsa, Vigalondo se mueve como pez en el agua a ambos lados de la cámara, y Bárbara Goenaga está igual de radiante y guapa como de costumbre. Se intuye incluso que la misión de Vigalondo desde que trabajó con ella en “Choque” era reverenciarla y por supuesto desnudarla, pero ya eso es una opinión personal. Está lejos de ser la peli perfecta, por supuesto, pero puestos a decir algo destacaré el incomprensible tiempo que ha tardado en estrenarse, algo intolerable para una película española.
Lo mejor: la convincente transición del corto al largo
Lo peor: ¿cómo puede tardar en estrenarse tanto una película española?
Título original: "Los cronocrímenes"; Año: 2007; Género: Thriller-Fantástico; Nacionalidad: España; Duración: 88 minutos; Dirección y guión: Nacho Vigalondo; Intérpretes: Karra Elejalde, Bárbara Goenaga, Nacho Vigalondo, Candela Fernández.