Nunca
fue un actor del método, ni un revienta taquillas, aunque muchos de sus
trabajos arrasaron en términos económicos. Ni un actor de grandes premios. Lo
que le motivaba a Bob Hoskins, uno de mis intérpretes favoritos desde pequeño,
era actuar, hasta tal punto que era capaz de aceptar cualquier papel sin
importarle lo ridículo del proyecto. Y lo mejor de todo era que salía airoso a
nivel interpretativo. Pura solvencia y presencia. Porque pocos actores como él
pueden decir que de una mala película, él era la excepción, la nota de calidad
entre tanto desbarajuste. Y si no basta con ver la caótica “Super Mario Bros.”.
Hoskins comenzó su
carrera en el teatro con apenas 20 años, y su primera incursión en cine no
llegaría hasta 1972, año en el que también aparecería por primera vez en la
televisión británica, medio que no abandonaría durante toda la década. Hasta
que llegó “El largo viernes santo” (John McKenzie) en 1980, film que recibió
reconocimientos a ambos lados del Atlántico, y que le proporcionó uno de sus
pocos grandes papeles protagonistas. A partir de ahí empezó a hacerse un hueco
en el cine made in USA, apareciendo en filmes como “Cotton Club” (Francis Ford
Coppola, 1984), a la vez que continuaba su carrera en el Reino Unido en
películas como “Pink Floyd The wall” (Alan Parker, 1982), “Cónsul honorario” (J. McKenzie, 1983), “Brazil”
(Terry Gilliam, 1985), “Réquiem por los que van a morir” (Mike Hodges, 1987) o “Mona
Lisa” (Neil Jordan, 1986), cinta por la que consiguió su primera y única
nominación al Oscar, así como su primer y único BAFTA, Globo de Oro y la
mención en Cannes.
Sin embargo, se
convirtió en una absoluta celebridad a raíz del éxito de taquilla de “¿Quién
engañó a Roger Rabbit?” (Robert Zemeckis, 1988), papel que consiguió gracias a
su facilidad para imitar el acento americano, hecho que hizo que muchas personas
pusieran en duda su procedencia británica. A partir de entonces su carrera en
Hollywood despegó, protagonizando “Sirenas” (Richard Benjamin, 1990), “La noche
de los cristales rotos” (Wolfgang Petersen, 1991), “Hook” (Steven Spielberg,
1991), “Nixon” (Oliver Stone, 1995) o “Michael” (Nora Ephron, 1996), y en
medio, la duramente criticada “Super Mario Bros.”, todo un batacazo en taquilla
que no convenció ni a crítica ni a público.
Otros trabajos suyos
fueron “Spice Girls: La película” (Bob Spiers, 1997), “El viaje de Felicia”
(Atom Egoyan, 1999), “Enemigo a las puertas” (Jean-Jacques Annaud, 2001), “Sucedió
en Manhattan” (Wayne Wang, 2002), “Danny the Dog” (Louis Leterrier, 2005), “Tránsito”
(Marc Forster, 2005), “Hollywoodland” (Allen Coulter, 2006) y “Cuento de
Navidad” (R. Zemeckis, 2009), y en televisión “Historias de la Cripta” –recomendable
el episodio que protagonizó y dirigió para la mítica serie, “Fatal Caper”, “Frasier”
y “The Saturday Night Live”. Hizo además sus pinitos en la dirección de
largometrajes con dos títulos, destacando especialmente “El enigma del
hechicero”, su debut en 1988.
En 2012 participó en el
que sería su último film, “Blancanieves y la leyenda del cazador”, tras lo cual
anunció su retirada de la actuación por padecer Parkinson. Hoskins, actor
polifacético donde los hubiera, a la vez excéntrico y comedido según las
exigencias del papel, pero siempre carismático, ha fallecido hoy a los 72 años
de edad víctima de una neumonía, dejando para la posteridad más de un centenar y medio de trabajos en
cine, televisión y teatro. Numerosas personalidades han expresado en las redes
sociales su pesar ante la pérdida de su compañero de profesión y amigo, como el
gran Stephen Fry en Twitter, que ha calificado de noticia horrible el anuncio
de su fallecimiento. No era para menos. Bob Hoskins es, era y será un excelente
actor. Un maestro. Descanse en paz, detective Valiant.