Hadas, faunos, trolls, reyes ancestrales y hasta un gigantesco ser mitológico capaz de cubrir de verde las calles de una ciudad. Guillermo del Toro ha demostrado que es el gran rey del fantástico actual, y que me perdone el señor Tim Burton. Tras la justamente laureada “El laberinto del fauno”, del Toro lleva un paso más allá su fervor por las criaturas de otros mundos y demuestra que su cerebro no ha acabado de derrochar imaginación.
Tras ver esta nueva aventura del diablo rojo adoptado por humanos, amante de los gatitos y adicto a los puros y la televisión, lo que queda claro es no sólo la desbordante capacidad creativa del amigo mejicano, sino lo bien que engarza su visión con el universo creado por Mike Mignola. “Hellboy II: El ejército dorado” nos devuelve al gamberro escondido tras la dulce fachada de su segunda película española. Posiblemente tras ver esta película haya quienes no reconozcan al director por esperar de nuevo otro cuento de hadas. Pero lo que presenta del Toro en esta ocasión, tal como hiciera con la deslumbrante primera entrega hace cuatro años y un par de años atrás con “Blade II”, reivindicable como mejor película de la saga del vampiro cazador, es una muestra más de su mala leche como narrador, aspecto que algunos echábamos de menos.
Buena parte de la acertada mano de del Toro es sin duda su capacidad para amoldarse a los distintos mercados en los que trabaja. Sus películas, ya hablemos de las más comerciales como de las más intimistas, se trate de películas americanas o españolas, están a caballo entre el cine europeo y el espectáculo yanqui, todo aderezado con el polvoriento panorama del desierto fronterizo mejicano. Es por eso que su obra resulta tan inclasificable geográficamente, y constituye un punto a su favor.
Esta secuela es puro entretenimiento y espectáculo visual destinado a satisfacer las ansias bizarras de su director, pero también las del público. Una vez arrancado el envoltorio que nos deslumbra durante todo el metraje, el film no resulta del todo mejor que su predecesora. El avance de la trama y los personajes se reducen a añadir detalles tan intrascendentes como la paternidad de Rojo o el enamoramiento de Abe Sapiens, y a pesar de ser tan entretenida como la primera entrega y aumentar las dosis de humor sarcástico, la función se reduce a una divertida continuación más pulida pero no tan congruente con el desarrollo de su propia historia. Para hacernos una idea, prefiere mezclar una base de operaciones y criaturas estilo “Men In Black” con un mercado que recuerda al del Harry Potter de la primera entrega, pero avanza tan poco como la segunda aventura del joven mago.
Pese a todo, insisto en que lo realmente importante de “Hellboy II” es la fascinación de del Toro por la fantasía y los cuentos. Prueba de ello es el sorprendente Doug Jones, que cual nuevo Lon Chaney vuelve a impactar travestido del impresionante Ángel de la Muerte, además de encarnar a dos personajes más, entre ellos el imprescindible Abe Sapiens. Ron Perlman vuelve a ajustarse el maquillaje y encarna magistralmente de nuevo al diablo rojo, y todo lo bueno que podía decirse de la primera parte podría aplicarse a esta, a excepción de la sustitución de Marco Beltrami en la banda sonora por Danny Elfman y esa impresión de que bajo tanta maquinaria de cuento no se esconde el avance de la trama que debiera. O puede ser que dicha maquinaria sea tan ruidosa que es imposible oír lo que se esconde tras este despliegue de seres ancestrales y mitológicos en el que lo que impera es la traca visual. En ese sentido, el trabajo está más que logrado.