Pero
apologías políticas aparte, hay un nombre que es sinónimo de éxito en nuestro
país, y muy habitualmente de calidad, esa calidad que algunos buscan en el cine
español para parecerse lo máximo posible al cine extranjero, y especialmente
americano. Hablamos de Álex de la Iglesia, un cineasta surgido de una
generación que ha parido genios como Daniel Monzón, Alejandro Amenábar o Jaume
Balagueró. Una generación preocupada por satisfacer al público en primera
instancia, mucho más que en ser autocomplacientes. Y hablar del realizador
vasco es hablar, inevitablemente, de la que a día de hoy sigue siendo su obra
más redonda pese a haber quedado anticuada en sus medios, que no en su
discurso: “El día de la bestia”.
No
era la primera vez que de la Iglesia irrumpía en nuestras salas con su humor
siniestro, oscuro, y a veces absurdo, en el que los marginados son los
protagonistas. Ya dos años antes dio el campanazo con “Acción mutante”,
producida por el clan Almodóvar, un film mucho menos cómico e
indescriptiblemente más cyberpunk y
macabro que el que nos ocupa. Una película no demasiado exitosa a nivel de
público pero convertida en clásico de culto en la actualidad que serviría de
carta de presentación para un director con un estilo personal muy
característico.
Elegir
“El día de la bestia” en estas fechas navideñas tan consumistas e
hipócritamente felices no es casualidad. Los que la hayan visto sabrán que
estamos ante una de las comedias anti-navideñas más lúcidas de la historia, un
sarcástico relato sobre tres reyes magos embarcados en una misión a medio
camino entre la realidad y los efectos secundarios de sustancias alucinógenas,
una variación diabólica del nacimiento de Jesús que combina el mejor humor
negro y disparatado con el terror y la acción. Todo en una demoníaca Nochebuena
de finales del siglo XX en una urbe egoísta y oscura como Madrid redescubierta
a partir de sus suburbios, el escenario cinematográfico perfecto para la
llegada del Anticristo.
Tres reyes magos contra el demonio
El
padre Ángel Berriatúa, catedrático de Teología y sacerdote vasco, cree haber
encontrado un mensaje oculto tras el Apocalipsis de San Juan. Según el cura, el
mensaje contiene la fecha exacta del nacimiento del Anticristo, que no será
otra que durante la Nochebuena, justo cuando comience el día de Navidad de 1995. Y está
convencido además de que será en Madrid, cuna de una ola de violencia y
delincuencia perpetrada por un grupo radical que actúa bajo el nombre de “Limpia
Madrid”, encargados de barrer de las calles a inmigrantes, indigentes,
homosexuales… en definitiva, a todos aquellos que no entran dentro de lo que
ellos consideran el bien social. Y es que, para alguien que no ha abandonado
nunca el convento, ese ambiente al que el resto de los mortales ya estamos
acostumbrados puede resultarle tremendamente apocalíptico. Convencido de
semejante locura, el padre Ángel viajará hasta esta Sodoma moderna dispuesto a
hacer el mal, para así ganarse la confianza del maligno y poder estar presente
en el nacimiento de su hijo, con el objetivo de matar al niño.
Semejante
despropósito de trama –denunciada por un escritor madrileño por plagio de su
novela, demanda que el autor perdió; esta historia se recoge en el documental “El
lado oscuro del clan Almodóvar”- podría haber dado pie a un guión repleto de
lagunas, pero de la Iglesia, junto a su inseparable y amigo de la infancia Jorge
Guerricaechevarría –gran amante de las historias de género y uno de nuestros
mejores guionistas, además de colaborador habitual de otro grande, Daniel
Monzón-, firmaron un guión prácticamente redondo en el que no sobra ni falta
nada, y el director imprimió a la cinta un ritmo frenético sin descanso que va in crescendo. No es casualidad además que
el protagonista sea un sacerdote. De la Iglesia dio a su historia un carácter
personal, marcado por su infancia en los Jesuítas y su paso por la Universidad
de Deusto, de la que nuestro protagonista es catedrático.
Una
cantidad de aciertos convirtió a “El día de la bestia” en un éxito rotundo para
el cine español, transformándola en un taquillazo (casi 5 millones de euros en
taquilla solo en España, a lo que hay que sumar el éxito en países extranjeros
como Italia) y en un título alabado por la crítica (sus seis Goya a director,
actor revelación para Segura, dirección artística, maquillaje, sonido y efecos
visuales así lo atestiguan, así como el reconocimiento en los premios Ondas y
en Bruselas). Gracias al productor Andrés Vicente Gómez, el único que se
atrevió a llevarla a buen puerto, el presupuesto inicial de 60 millones de
pesetas (360.000 euros), financiado por el propio director, ascendió a 300
millones (1,8 millones de euros), necesarios para generar los efectos
especiales punteros en aquella época aunque algo anticuados actualmente, el
maquillaje de los personajes y de la bestia de la escena final, las escenas de
acción rodadas en pleno Madrid de noche y en grandes decorados fabricados en
estudios,…
Del
primer apartado técnico, efectos especiales, se ocupó un clásico de nuestro
cine, Reyes Abades, junto a Gabe Ibáñez y Rafa Solorzano, mientras que el
maquillaje corrió a cargo de José Quetglás, y la fotografía fue obra de Flavio
Martínez Lázaro, encargado de la costosa tarea de iluminar una ciudad en
penumbras y procurar que lo rodado en estudios y en escenarios reales tuviera
la misma continuidad de luz y color. Todos ellos hicieron posible ese demonio
con aspecto de cabra y montado sobre plataformas, ayudado por cables, que
llevaba una persona sin piernas; esa histórica secuencia con el trío protagonista
colgado del cartel de Schweppes, una réplica exacta de la original de la Gran
Vía, construida para la ocasión; la paliza en el pasillo entre Rosario, madre
de Jose María, y nuestro protagonista; o la persecución por Preciados en plena
Nochebuena, con el sacrificio posterior de los tres reyes magos. Y esto solo
por mencionar unas pocas.
Pero
el gran acierto de este film son su guión y sus personajes, caracterizados por
un plantel de actores que no podían estar más perfectos en sus
interpretaciones. Álex Angulo, Santiago Segura y Armando de Razza componen esos
tres reyes magos obsesionados por matar al hijo del diablo. Al Quijote del
grupo, Angulo, ya lo conocía de la Iglesia. Fue protagonista de su exitoso
corto “Mirindas asesinas” en 1991, y fue uno de los mutantes de su debut en el
largo. Un actor secundario de nuestro cine para el que este sería su primer papel
protagonista, y el gran salto a la fama. Como también supuso el trampolín al
estrellato del formidable Jose María de Santiago Segura, un heavy adicto a los tripis que confiará ciegamente desde el
principio en el padre Ángel por ser, como dice él, “satánico, y de Carabanchel”.
Tampoco era la primera colaboración entre Segura y el director, pues también
estuvo en su debut y años antes se conocieron en el festival de cine de
Valencia y más tarde trabajaron como historietistas en “La Comictiva”, dirigida
y fundada por Torbe. El dúo de Sancho Panzas lo completa el italiano Armando de
Razza, cantante y actor italiano muy conocido en su país para el cual ésta era
su segunda incursión en el cine español tras la alabada “¡Ay, Carmela!”.
Interpreta al escéptico profesor Cavan, un farsante que usa el ocultismo y la
parapsicología para ganar dinero por televisión, teniendo contenidos en su
programa que ni él mismo cree. Precisamente por salir en la tele, el padre
Ángel se fijará en él para secuestrarle y pedirle ayuda.
El
resto del reparto lo conforman: Terele Pávez como Rosario, la madre de Jose
María y dueña del hostal en que se hospeda el padre Berriatúa, una mujer de
firmes creencias de derechas a la que la veterana actriz, recuperada por de la
Iglesia y desde entonces habitual en algunos de sus trabajos, imprimió su
temple y enorme presencia en pantalla; Nathalie Seseña, reputadísima secundaria
de los 90 que interpreta a Mina, empleada en el hostal de Rosario y la virgen
cuya sangre pretende extraer el padre Berriatúa para el rito de convocar al
demonio, en una clara referencia al “Drácula de Stoker”; y Maria Grazia
Cucinotta, actriz italiana que da vida a la exuberante y malograda novia de
Cavan y que un año antes triunfara con “El cartero (y Pablo Neruda)”. Además,
realizan cameos otros actores que más adelante alcanzarían la fama como Antonio
de la Torre, el fallecido Paco Maestre, Enrique Villén, Antonio Dechent, Jaime
Blanch, el gran Wyoming, Manuel Tallafé, Juan y Medio, Jimmy Barnatán o
Saturnino García, que abre la película junto a Álex Angulo y que ya había
trabajado con él en “Mirindas asesinas”. Muchos de ellos repetirían
posteriormente con de la Iglesia.
Y,
cómo no, la música de Def Con Dos, que ya pusieran banda sonora a “Acción
Mutante”, y que actúan en el film encarnando al ficticio grupo Satánica. Porque
la otra gran protagonista de “El día de la bestia” es la banda sonora, una
diabólica selección de temas musicales, algunos expresamente compuestos para la
ocasión, interpretados por grupos como Soziedad Alkoholica, Extremoduro (con
Albert Pla), Eskorbuto, Sugar Ray o Siniestro Total, entre otros. Una muy
recomendable banda sonora que resultó todo un éxito de ventas debido al boom
que supuso la película.
El mal a la vuelta de la esquina
Su
banda sonora contiene temas musicales que van desde los anti-navideños a los
anti-religiosos, a los satánicos, yendo de la mano con el propio espíritu de la
película. Porque en “El día de la bestia” se hace una crítica cargada de
cinismo a la sociedad del consumo, a la hipocresía típica de las fechas
navideñas, a las doctrinas de la iglesia católica, y se suceden continuamente
los mensajes subliminales apocalípticos.
Las
familias, como bien explica públicamente en televisión el profesor Cavan,
celebran felices la Navidad mientras fuera, en los suburbios de Madrid, ha
comenzado el reino del Anticristo. Cegados por los valores que transmite la
televisión, la población vive ajena a lo que ocurre fuera, inconscientes de que
el mal habita a la vuelta de la esquina.
Este
contraste de valores está presente a lo largo de todo el metraje. Una de las
secuencias más icónicas se produce cuando el profesor Cavan entra en un 24
horas llevado por inmigrantes del que acaban de salir cuatro hombres muy bien
vestidos con palos en las manos. Por el camino hacia la nevera del
establecimiento, Cavan se encuentra con varios cadáveres, y actúa como si nada.
Coge lo que quiere y deja el dinero en el mostrador. Un ejemplo de esa sociedad
cegada y deshumanizada a la que quiere criticar el bilbaíno.
La
iglesia o la propia sociedad no son los únicos objetivos del director. El mismo
grupo “Limpia Madrid” supone una crítica al mal cotidiano, y de la Iglesia se
permite jugar con el espectador invirtiendo los estereotipos habituales.
Desde el principio somos testigos de cómo una familia gitana intenta ganarse la
vida en la calle haciendo bailar a una cabra, símbolo satánico por excelencia
en la película, sobre una butaca. Posteriormente vemos signos satánicos en los
sectores más marginales de la ciudad. Y más adelante se nos asegura que el
Anticristo imitará el nacimiento de Jesucristo, ocurriendo discretamente y no
de manera pública como muchos creen. Desde ese momento asociamos lo diabólico con lo marginal.
Cuando el padre Berriatúa encuentra la marca del diablo en forma de Torres Kio, entiende que ahí será el alumbramiento. Este pensamiento se ve reforzado por la presencia de una estrella entre ambos edificios, una representación demoníaca del mismísimo portal de Belén. En su interior se oye al bebé de la familia gitana del comienzo, y automáticamente, tras tantas pistas intencionalmente erróneas, el grupo “Limpia Madrid” irrumpe y mata a la familia gitana y agrede a los protagonistas. El propio grupo fascista es la encarnación del demonio, y el mismo cura ve en uno de ellos al diablo, si bien no queda claro si es fruto de su propia paranoia o de la realidad. Sea como fuere, la maldad tiene la forma de personas adineradas, de clase social alta, transmitiendo así el film una sensación de falsa seguridad. El mal habita en cualquier sitio, y de la Iglesia ha jugado con nuestros estereotipos preconcebidos (fealdad, pobreza…) y los ha subvertido para asestar un duro golpe contra los estratos sociales más favorecidos. El padre Berriatúa buscaba en el sitio equivocado, y ahora entiende que en lo cercano, en lo cotidiano, se encuentra el verdadero diablo.
Cuando el padre Berriatúa encuentra la marca del diablo en forma de Torres Kio, entiende que ahí será el alumbramiento. Este pensamiento se ve reforzado por la presencia de una estrella entre ambos edificios, una representación demoníaca del mismísimo portal de Belén. En su interior se oye al bebé de la familia gitana del comienzo, y automáticamente, tras tantas pistas intencionalmente erróneas, el grupo “Limpia Madrid” irrumpe y mata a la familia gitana y agrede a los protagonistas. El propio grupo fascista es la encarnación del demonio, y el mismo cura ve en uno de ellos al diablo, si bien no queda claro si es fruto de su propia paranoia o de la realidad. Sea como fuere, la maldad tiene la forma de personas adineradas, de clase social alta, transmitiendo así el film una sensación de falsa seguridad. El mal habita en cualquier sitio, y de la Iglesia ha jugado con nuestros estereotipos preconcebidos (fealdad, pobreza…) y los ha subvertido para asestar un duro golpe contra los estratos sociales más favorecidos. El padre Berriatúa buscaba en el sitio equivocado, y ahora entiende que en lo cercano, en lo cotidiano, se encuentra el verdadero diablo.
Esta
combinación de humor macabro y cínica sátira sobre la sociedad de consumo,
sobre la pobreza del alma humana más cercana, sobre la manipulación de los
medios o la posición hegemónica y dictatorial, casi alienante, de la religión
católica, sería explotada posteriormente por el director en títulos como “Crimen
Ferpecto”, “Muertos de risa”, “La comunidad” o la reciente “Balada triste de
trompeta”, entre otras. Alcanzó tanto la cumbre con este trabajo que
constantemente se comparan sus películas con esta, algo realmente injusto en la
carrera de uno de nuestros mejores y más imaginativos realizadores.
La última
escena nos muestra una nueva inversión entre lo marginal y el centro de la
sociedad. Ángel y Cavan aparecen como vagabundos en el Retiro. El clérigo parece haber perdido la fe. Sin embargo, Cavan,
que antes fue un predicador farsante, se ha convertido en un creyente
convencido y orgulloso de haber salvado al mundo. Aquí es donde el cineasta
deja un final visual que dice más que las palabras: mientras ambos se alejan
por el parque, la cámara se eleva para mostrar a los desgraciados protagonistas
caminando bajo la mirada del monumento al Ángel Caído del Parque de Retiro: la
figura del demonio sigue presente y por encima de ellos, pero lo más curioso es
que está en el centro de Madrid. No en los márgenes sociales, sino en el
corazón de la sociedad de finales del siglo XX. Y de la actual. Felices fiestas
y feliz año nuevo.
Como regalo de reyes adelantado, ahí va el making off realizado por Canal+ en 1995. Con una calidad pobre, pero menos da una piedra.