Un cuento folclórico de Nueva Inglaterra
Un cuento folclórico de
Nueva Inglaterra. Así rezan los subtítulos de una de las sensaciones del
fantástico de los últimos tiempos. Y no conviene olvidarlo durante ni un solo
minuto de su ajustado metraje. Porque esto no es una cinta de terror
cualquiera, ni debe ser recomendada a ningún espectador que vaya buscando en
ella los golpes de efecto habituales de otras propuestas del mismo género.
“The Witch” es, como
bien advierte antes de comenzar, un relato sobre toda una época, sobre esa
histeria que predominaba durante el siglo XVII en el noreste de Estados Unidos,
y que culminó con los fatídicos juicios de Salem. Es como pasar la obra de
Arthur Miller por el filtro de la diabólica semilla de Polanski, al son de unos
violines desafinados que irán maldiciendo minuto tras minuto las apacibles
vidas de una familia temerosa de Dios, que no dudará en pensar que el demonio ha
abandonado el oscuro y extenso bosque que les rodea para irrumpir en su granja.
Y tampoco podrá dudarlo
el espectador. Porque estamos ante un film honesto y directo, que no juega con
la posibilidad de que todo sea fruto de la sugestión y el temor al Señor. Pero
a la vez que es honesto en sus imágenes, es también una película sutil en su
presentación. Estamos, posiblemente, ante una de las propuestas con mejor
dirección de los últimos años. El realizador y guionista Robert Eggers
demuestra tras la cámara una maestría impropia de un debutante, dominando a la
perfección la ambientación, la fotografía, el uso de los sonidos y la música, los
actores –a destacar su protagonista, Anya Taylor- Joy- la composición de
escenas y planos de lo más inquietantes, y en general confiriendo a su trabajo
un aura enrarecida e incómoda que acaba rodeando al espectador.
El resultado es un
cuento de terror perturbador, provisto de un par de momentos de lo más potentes
e inolvidables -uno en concreto, de lo más estremecedor- y en absoluto facilones, que vuelven a alejarla de todo aquello
a lo que estamos acostumbrados. Solamente en sus minutos finales se deja
seducir por un aquelarre que choca por explicitud con todo lo que ha venido
mostrando anteriormente. Pero en general es comprensible por qué ha encandilado
a más de un festival, sea de género o no. Un relato diferente.
A
favor: la magnífica dirección y cómo incomoda más con cada
minuto que pasa
En
contra: su desenlace, demasiado explícito
Calificación ****
No se la pierda