Felices para siempre
El éxito de la, a pesar
de lo que digan sus fans, escasamente burtoniana “Alicia en el País de las
Maravillas” precipitó una ola de adaptaciones a imagen real de cuentos clásicos
infantiles de inferior pero aún así suficiente recaudación en taquilla como
para justificar nuevas entregas. Cinco años después seguimos sufriendo las
consecuencias.
Le toca el turno ahora a
“La Cenicienta”, el nuevo paso dentro de esa tendencia disneyiana de acercar a las nuevas generaciones sus viejos
clásicos. Aunque, en esta ocasión, existe una sutil pero importante diferencia.
El film se perfila más como una nueva adaptación bastante fiel del cuento de
Charles Perrault, mezclada con toques del formidable clásico animado de 1950 –básicamente
el papel de los ratones y demás animales-. No hay vueltas de tuerca como en “Oz”
o “Maléfica”, no trata de ofrecer el lado oscuro ni se separa demasiado de la
obra original, a excepción de algún cambio que se produce durante los últimos
veinte minutos de metraje y que funciona como mero relleno, pues no aporta nada
al desarrollo de la historia que ya conocemos.
Esta “Cenicienta” de
Kenneth Branagh denota el gusto del director por los relatos de época y por las
escenas de diálogo entre personajes. Al cineasta le interesa más la parte real
que la mágica, que la hay, pero a la que no se le presta demasiada importancia.
Está bien dirigida, bien ambientada, bien interpretada, musicalizada... Es
simplemente eso, una adaptación muy elegante, bien empaquetada y servida.
Pero más allá de eso,
poco tiene que aportar, y dejará indiferentes a quienes las anteriores
adaptaciones del estudio ya dejaron indiferentes. Se deja ver con facilidad, y
hará las delicias de pequeños y mayores, y en general de espectadores poco
exigentes, de doncellas en busca de sus príncipes azules, de madrastras no tan
malvadas –un punto negativo importante, el personaje de Cate Blanchett no
consigue transmitir la misma maldad ni rechazo que la de la película de
animación, por ejemplo- y de todos aquellos que aún sueñen con los cuentos de
hadas. Para todos ellos, el cuento será satisfactorio. Felices para siempre.
A
favor: la elegancia con que Branagh adapta el clásico,
preocupándose más de la parte real que de la mágica
En
contra: que no aporta nada y deja indiferente; el papel de
Cate Blanchett no es tan malo como debiera ser
Calificación **
Se deja ver