sábado, 30 de junio de 2007

LA CRÍTICA

28 semanas después ****1/2

Cine de zombies en estado puro

Un grupo de personas se dispone a comer en el interior de una casa rural alejada del mundo en la que domina la oscuridad. La apacible velada se ve interrumpida cuando alguien golpea desesperadamente la puerta. En el momento en que la luz irrumpa en la casa comenzará la pesadilla. Éste es el prometedor comienzo, y no conviene desvelar mucho más del mismo, de “28 semanas después”, la secuela de esa pesadilla en formato digital que realizara Danny Boyle en 2003. “28 días después” constaba de una apocalíptica presentación en medio de un Londres desolado y que se iba diluyendo temerariamente en las aguas del análisis social, convirtiendo a la película de zombies que debía ser en una historia bélica de hombres matando hombres. Es uno de los puntos débiles de la película de Boyle, que en su afán continuo de reinvención de las constantes cinematográficas de los distintos géneros olvidó que lo que tenía entre manos era una de zombies.

Temía este crítico que esta secuela sería una película de encargo en la que Boyle como productor exigiría al elegido, el cineasta nominado hace ya una década al Oscar por “Esposados” y ganador de un Goya por “Intacto” Juan Carlos Fresnadillo, que se atuviera férreamente al esquema de la primera parte. Nada más lejos de la realidad. El cineasta británico ha dejado libertad absoluta al realizador canario, quien ha cogido a su productor de siempre y ha reescrito buena parte del tratamiento original. El resultado es un film de zombies al cien por cien, y deja en muy mal lugar a esa película de la que hereda la pocas veces esperanzadora coletilla de segunda parte.

Fresnadillo sigue en la explicación inicial sobre la situación y en la presentación del escalofriante final el mismo trazo que “28 días después”, pero ahí acaban las similitudes. El director sabe qué producto tiene entre manos y en ningún momento deja de pertenecer al género al que pertenece, lo que la encumbra de entrada por encima de la anterior. Se reconoce a sí misma esta cinta en las películas de Romero y no tiene reparos en pillar algunas ideas de las mismas (esas calles desoladas recuerdan a “El día de los muertos”, y la supuesta ciudad segura a “La tierra de los muertos vivientes”), pero en ningún momento deja de ser un artefacto autónomo, que no depende siquiera de su predecesora para ser entendida.

“28 semanas después” nos habla con gran acierto de la instauración de un nuevo orden que tiene sus días contados en medio del caos, curiosamente implantado por el ejército norteamericano. Un orden militar en el que no existe intimidad y que promueve pasar al código rojo si la situación se va de las manos; esto es, matar a todo el mundo, esté infectado o no. Pero aparte del análisis socio-político al que nos somete existe la historia de una familia desestructurada por el abandono forzado por el miedo de uno de sus integrantes, hecho que les marcará a todos durante el resto del metraje. Es entonces cuando Fresnadillo demuestra ser un excelente contador de historias humanas acerca de personajes con un arma apuntando directamente a su cabeza y que nos recuerda a esas situaciones límites a las que se veían sometidos los protagonistas de sus trabajos anteriores. Aquí el desencadenante de la pesadilla no es la estupidez humana por creer que se puede partir de cero en una zona devastada de esta manera, ni el descuido de dos niños que añoran ver por última vez su hogar. La razón del espectáculo gore del que hace gala el director sin titubear es el amor, el gran cáncer que hará que un marido hunda con sus propias manos los ojos de su esposa, y es la falta de amor precisamente la que salvará hacia el final a alguno de los personajes.

Juan Carlos Fresnadillo consigue una película para goremaníacos de estómago fuerte y lo intercala con su mensaje social y humano, en la que suenan a previsibles algunos pasajes y que no duda en usar algunos tópicos del género para subsistir, detalles que no estropean ese montaje frenético y de cámara temblorosa que busca la inseguridad en el público. Y por si esto fuera poco nos regala tres momentos que deberían pasar a la historia de este mal denominado subgénero: el exterminio de infectados y sanos previo paso por ese matadero en el que Robert Carlyle se pone las botas, la convincente manera en que un helicóptero acaba con una horda de zombies de una manera más contundente que cualquier arma biológica, y finalmente esa claustrofóbica secuencia en los pasillos subterráneos del estadio, con la única ayuda de una mira de visión nocturna como linterna.

Título original: "28 weeks later"; Nacionalidad: Reino Unido; Año: 2007; Duración: 99 minutos; Dirección: Juan Carlos Fresnadillo; Guión: Juan Carlos Fresnadillo, Jesús López Lavigne, Rowan Jofe y Jesús Olmo; Intérpretes: Robert Carlyle, Rose Byrne, Jeremy Renner, Harold Perrineau, Catherine McCormack, Imogen Poots, Mackintosh Muggleton

jueves, 28 de junio de 2007

LA CRÍTICA

LAST DAYS ***1/2

Viaje a la mente de un dios

Recién salido de las diabólicas garras de Hollywood, Gus Van Sant recuperó el halo independiente de la ilustre “Mi Idaho privado” con dos películas en las que las dualidades realidad y ficción, espacio y tiempo y documental y realidad poseían una delgadísima línea de separación. “Elephant” era un falso documental que relataba la tragedia ocurrida en el instituto Columbine y que jugaba a su antojo con el concepto del punto de vista de personajes y del tiempo, un recurso ampliamente explotado en la insoportable para algunos pero imprescindible para otros “Gerry”.

Con el estreno de su última película deben tenerse en cuenta estas dos referencias dentro de su propio cine. “Last Days” es la crónica de una muerte anunciada, un deambular despreocupado por la vida de un cadáver viviente llamado Blake en sus últimos días de vida, mientras por su casa pasan todo tipo de fantasmas ajenos a lo que se avecina. Tiene en común con sus predecesoras su aparente falta de argumento, el juego incesante con el tempo cinematográfico y el choque entre la pasividad de la que hace gala durante todo su metraje y que puede hacerse extenuante y el ya conocido y fatídico final.

Pero es que a pesar de esa apariencia de que no está ocurriendo nada, “Last Days” nos obliga a agudizar los sentidos si queremos realmente captar que sí que algo ocurre. El uso que Van Sant hace del sonido a lo largo de la película es sencillamente magistral, y una vez captado su juego de campanas y composiciones musicales en forma de susurros de su protagonista podemos advertir que todo lo que vemos existe solamente en la cabeza de Blake.

Por si fuera poco, la película se erige al final como un análisis de los últimos días del gran Kurt Cobain, en un retrato tan fidedigno a los hechos reales como “Elephant” lo era con respecto a la masacre de Columbine. Van Sant ha hecho un testamento cinematográfico sin precedentes, que rompe con las típicas películas biográficas de ascenso y caída. Aquí no hay nada de eso. El viaje de “Last Days” es al interior de la cabeza de Blake-Cobain, a sus sensaciones, a cómo un hilo de sonidos acuáticos y tonos armónicos se convierte finalmente en una pieza musical. Y definitivamente al ocaso de un genio, de un dios de la música que tiene sus dos mejores momentos en ese interminable travelling que se aleja de la casa mientras da rienda suelta a su vorágine creativa y en esa mirada a ninguna parte que sirve de prefacio para su muerte. Kurt Cobain se sentiría orgulloso.

Título original: "Last Days"; Nacionalidad: EEUU; Año: 2005; Duración: 92 minutos; Dirección y guión: Gus Van Sant; Intérpretes: Michael Pitt, Lukas Haas, Scott Green, Asia Argento

miércoles, 20 de junio de 2007

STAR WARS: 30º ANIVERSARIO

Episodio II: Todo son problemas.

Parte 1: La preproducción

Marzo de 1977. A pocos meses del estreno de “La guerra de las galaxias”, el episodio con el que se abría la saga, George Lucas decide hacer una proyección especial para un grupo de amigos de lo montado hasta la fecha, montaje en el cual faltan las escenas más espectaculares. Entre esos amigos está el hombre que confió en él desde el principio, el productor Alan Ladd, que mantuvo su firme idea de promover el proyecto tras ver la cinta, y los también directores Brian de Palma y Steven Spielberg, recién salido este último del éxito de “Tiburón” y con los ojos puestos ya en “Encuentros en la tercera fase”. Tras el pase inicial se hizo el silencio, y fue de Palma quien lo rompió afirmando que aquello no había quien lo entendiera. Pero Spielberg, que bien sabemos tiene un olfato indiscutible para los taquillazos, apoyó a Lucas argumentando que tenía entre manos una joya que si sabía explotar convenientemente se convertiría en todo un clásico del séptimo arte y en un producto más que rentable.

Todo lo que vino después quedó en manos del público, pero la misma realización de “La guerra de las galaxias” supuso una empresa equiparable a la de liberar a la galaxia del yugo del malvado emperador Palpatine. El primer bache a solucionar era el de los efectos especiales, imprescindibles en una película de ciencia-ficción de la envergadura del “Star Wars” que Lucas tenía en mente. El gran problema era que los departamentos de efectos especiales de los estudios, dado el coste de los mismos y su desuso por el cambio de gustos del público durante los 70 hacia un cine más realista, habían desaparecido. Pero una vez fundada su propia productora la idea era sencilla: fundar también su propia empresa de efectos especiales. Fue así como nació en 1975 la famosa ILM (Industrial Light and Magic), que no ha dejado de perfeccionarse con los años y que ha sido responsable, entre otras, de las criaturas digitales de “Parque Jurásico” o la reciente trilogía de “Star Wars”.

ILM la formaban profesionales de la publicidad ávidos de evolucionar en la dirección artística del cine y que soñaban con llegar a ser directores de cine algún día. De hecho, algunos de ellos, como el por entonces director de arte y efectos visuales, además de dibujante, Joe Johnston - director de “Jumanji” y “Parque Jurásico III” -, lo consiguieron. Empezando de cero en un almacén cerca de un aeropuerto, se definieron estratégicamente dos grupos. Uno de ellos, supervisado por el cámara de efectos John Dykstra, hizo evolucionar el concepto de control de movimiento para generar elementos múltiples de la película, y el otro se encargaba de construir las maquetas de naves a partir de cartón y piezas y siguiendo los bocetos de Johnston.

Solventado el problema de la financiación y los efectos, y ya montada toda la idea en la cabeza de su creador, restaba elegir a los actores. En ello ayudó Brian de Palma, quien también buscaba a los protagonistas de Carrie. Muchos fueron los aspirantes para el papel de Han Solo, el cínico cazafortunas que tuvo el rostro en las pruebas de actores como Kurt Russell, Nick Nolte o Christopher Walken. Pero Lucas quería actores más desconocidos en contra del consejo de Francis Ford Coppola de usar actores de teatro y cine de cierto renombre como ya había hecho en “El Padrino”. Tuvo clara la elección casi desde el principio. Había puesto sus ojos encima de un actor que ya había trabajado a sus órdenes en su anterior película, “American Graffiti”, llamado Harrison Ford. Sin embargo, Ford era bastante reacio a interpretarlo, y por ello Lucas le llamó como amigo para que diera la réplica a los demás aspirantes en las pruebas. Fue así como Ford se ganó su papel dándole el aire de mercenario socarrón que ya se ha convertido en una leyenda. Para el papel del provisional Luke Starkiller Lucas buscaba a un joven actor que fuera capaz de dar al personaje esa aura íntegra pero casual que tanto buscaba. Lo encontró en Mark Hamill, rostro desconocido que se prodigaba hasta entonces en televisión. Curiosamente, para el papel de Leia Organa hubo un cruce de actrices entre directores. A las pruebas había acudido la actriz Carrie Fisher, hija de Debbie Reynolds (“Cantando bajo la lluvia”), en la que de Palma se fijó de inmediato para el papel de la protagonista de Carrie. Pero a Fisher no le sedujo el papel y para propia sorpresa de Lucas aportó la seguridad y fuerza que buscaba para la princesa Leia. Para el mismo papel se presentaron Jodie Foster y Sissy Spacek, quien finalmente fue la protagonista de la adaptación que de la novela de Stephen King estaba preparando de Palma.

Pero el consejo de Coppola acerca de los actores tenía una base bien fundamentada: la Fox, al igual que cualquier otro estudio que pida éxito y solvencia interpretativa, le terminaría exigiendo a Lucas algún rostro conocido entre tanto debutante. Por ello, el director pensó para Obi Wan Kenobi en el actor oriental Toshiro Mifune, famoso por trabajar a las órdenes de su ídolo Akira Kurosawa. Pero finalmente el papel atrajo a una eminencia, Sir Alec Guiness, por la idea de interpretar a un mentor en una historia moral de la lucha entre el Bien y el Mal. Eso sí, Guiness vio también en la película un éxito y pidió un 2.25% de los beneficios. Trasladado a Londres para hacer uso de los estudios con las dimensiones necesarias en las que dar rienda suelta al universo que había creado, Lucas prosiguió allí el casting y encontró a todo un clásico para interpretar a la mano derecha de Darth Vader, el gobernador Moff Tarkin. Peter Cushing, ese gran actor que junto a Christopher Lee, quien paradójicamente terminaría trabajando en la nueva trilogía de “Star Wars”, había cosechado algunos de los mayores éxitos de la productora de cine de terror Hammer. De la Hammer fue también David Prowse (en la foto anterior en la serie "Champions"), un campeón de culturismo que prestaría su físico, pero no su voz - para ello se eligió a alguien que impusiera mayor autoridad, resultando elegido de entrada otro grande, James Earl Jones -, al malvado Darth Vader. Para finalizar el casting principal, el mayor reto fue encontrar a dos actores con suficiente altura como para encarnar a Chewbacca y R2-D2. Para el primero, y evitando la necesidad de caminar con incómodas plataformas, se eligió a un camillero de hospital de 2.20 metros de altura llamado Peter Mayhew (en la foto al comienzo de esta línea). Para el segundo, en cambio, decidieron buscar a un actor de poca estatura pero una imaginación suficiente para travestirse incluso de un robot con movimientos tan circulares y complicados como los del compañero de C-3PO. Kenny Baker, un cómico experto en encajarse en disfraces de perros y gatos y que medía un metro de altura, solamente hizo una prueba. En ella Lucas le pidió que se metiera en el robot e hiciera que estaba feliz. En el momento que Baker comenzó su caracterización tal y como el director le había especificado el papel fue suyo, y quedó establecido cómo R2-D2 iba a moverse durante toda la película y en entregas posteriores.

Una vez completado el reparto quedaron pequeños detalles de preproducción tales como el cambio en el apellido de Luke, que pasaría de Starkiller a Skywalker, y el cambio del director de fotografía de “2001: Una odisea del espacio” Geoffrey Unsworth por el de “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú” Gildert Taylor (ambas películas de Kubrick, íntimo amigo de Spielberg que sin embargo detestaba a George Lucas, al que consideraba un niño mimado que sólo deseaba dinero) por motivos de indisponibilidad del primero. Pero los problemas no habían hecho más que empezar.

viernes, 15 de junio de 2007

LA CRÍTICA

BAJO LAS ESTRELLAS ***1/2

Esa falsa utopía

Pocas veces sales de una sala con la sensación de haber visto la historia de siempre pero en la que todo suena a nuevo. La historia de un aspirante a trompetista de jazz que no termina de ganarse la vida como tal en Madrid, la historia de un hermano que no ha conseguido salir de su burbuja y sus esculturas de hierro, la de un reencuentro con un pueblo y un pasado a los que no se pensaba volver bajo ningún concepto.

Benito vive en esa falsa utopía, ese mundo imaginario en el que ha conseguido triunfar como músico para los habitantes de Estella, su pueblo natal, al que se verá forzado a volver por defender unas tierras que no le interesan y por visitar a un padre moribundo con el que no queda clara la relación. Pero no es el único. Allí sobreviven a sus propios mundos imaginarios una antigua colega de juergas, Nines, y su hermano Lalo, el actual prometido de Nines. Sí, el cuento es el de siempre, pero en su debut Félix Viscarret consigue que el espectador sienta esta falsa utopía a través de un montaje algo excesivo a veces, pero edulcorante en todos los sentidos. La sensación tras ver “Bajo las estrellas”, basada en la novela de Fernando Aramburu “El trompetista del Utopía”, es la de haber presenciado un desasosegante relato onírico costumbrista y real, que nos descubre lugares rurales de esa Navarra que se hace tan mágica en pantalla.

A pesar de no compensar del todo drama y comedia como debería y de ser bastante hermética en ciertos aspectos (la relación de los hermanos con el padre, el pasado de Benny con Nines), esta opera prima, de las más estimulantes de los últimos años junto a “La noche de los girasoles” o “AzulOscuroCasiNegro”, desprende el aroma del cine mágico pero real, descansando en todo momento en la omnipresente interpretación de Alberto San Juan. Suyo es parte del mérito de esta cinta en un papel hecho específicamente para él.

Si bien le dan la réplica al protagonista a la perfección el gran Julián Villagrán y una recuperada Emma Suárez, lo que más destaca de este viaje a los orígenes y hacia la madurez de un nihilista reconvertido finalmente en improvisado padre de familia es la relación con Puerquita, la hija de Nines, encarnada con rotunda naturalidad por Violeta Rodríguez. El magnetismo entre ambos actores se deja ver desde el primer momento, y es en sus conversaciones acerca de chipirones, coliflores e inexistentes consejos paterno-filiales (en ningún momento San Juan le dice a la niña que deje de fumar) donde “Bajo las estrellas” alcanza por todo lo alto la categoría de utopía fílmica, y es con esa buena sensación con la que acabas saliendo de la sala.

Título original: "Bajo las estrellas"; Nacionalidad: España; Año : 2007; Duración: 102 minutos; Dirección y guión: Félix Viscarret, basada en la novela "El trompetista del Utopía", de Fernando Aramburu; Intérpretes: Alberto San Juan, Emma Suárez, Julián Villagrán, Violeta Rodríguez

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lunes, 11 de junio de 2007

LA CRÍTICA

HOSTEL ***1/2

Se acabaron las bromas

Definitivamente se acabaron las bromas. Nada libra a los adolescentes hiperhormonados, ni a los torturadores, del juicio final por sus excesos. La crisis en el paraíso del sexo eslovaco que intentaba vendernos la primera entrega como resumen de los miedos americanos y colectivos sigue presente, pero ya no es más que la excusa para contar lo mismo de una manera distinta.

Si algo queda claro tras ver las espléndidas “Cabin Fever” y “Hostel”, donde el concepto del miedo por incomprensión y desconocimiento de lo foráneo ya dejaba asomar su hemoglobínica dosis de terror visceral, es que Eli Roth no es un tipo tonto. Con papá Tarantino como cabeza propulsora del proyecto, Roth se deshace de cualquier atisbo de copiar a su predecesora y hace ascender a esta secuela un peldaño por encima.

Cuando la estructura narrativa parece seguir los mismos criterios que el primer “Hostel”, esta segunda entrega cambia totalmente de tercio llegado el conveniente instante y aporta dos nuevas y trascendentales ideas a la saga. La primera es esa sensación purificante de destrozar la belleza juvenil americana que da una nueva razón para la tortura más allá que la del turismo sexual, la misma que servía de base en forma de enfermedad venérea en “Cabin Fever”, la misma que se vuelve en contra de las protagonistas de esta nueva pesadilla.

La segunda, y quizás más influyente, es la de mostrar la otra cara, la de la organización interna, la de los torturadores y sus motivaciones, sin llegar jamás a justificar sus actos ni permitirles la redención que parecen merecer en determinados momentos de la trama. Como ya dije al principio, aquí se acabaron definitivamente las bromas. El terror de Roth se torna de nuevo aleccionador, pero ya las excusas sobran. Sabemos perfectamente qué va a ocurrir, quiénes van a perecer y de nada sirve dejarlo en suspense. Eso estaba bien la última vez, pero ya no sirve de nada. Lo importante ahora es el horror por el horror, y si hay que amputar miembros sensibles se hace, con la misma sangre fría con la que Jay Hernández daba caza a su torturador al final de la primera.

Da igual que a ratos se parezca a la anterior, que sea previsible en algunos aspectos o que no convenza a partes iguales durante todo su metraje (en especial por ese final de torturado convirtiéndose en torturador, algo repetitivo). Roth es inteligente, sabe jugar sus cartas y da lo mismo pero haciéndolo parecer distinto. Y sobre todo recupera ese humor tan macabro que se echaba de menos desde el final de su primera película, con esos niños jugando al fútbol con la cabeza de la modelo.

Fecha de Estreno en España: 15 de Junio

Título original: Hostel. Part II; Nacionalidad: EEUU; Año: 2007; Duración: 95 minutos; Dirección y guión: Eli Roth; Intérpretes: Lauren German, Bijou Philips, Roger Bart, Richard Burgi, Vera Jordanova, Heather Matarazzo

CÓDIGO DE ESTRELLAS
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viernes, 8 de junio de 2007

LA CRÍTICA

OCEAN'S 13 ***1/2

La cuadrilla de siempre


El objetivo del cine de robos es el de sorprender al espectador, el de ofrecerle un carrusel de historias contadas desde varios puntos de vista, montaje frenético y una historia que si bien no tiene por qué ser del todo complicada, desde su sencillez consigue atrapar al público desde el comienzo, llevarle por donde quiere y finalmente asestar el golpe maestro que nadie espere. Bien lo definió así Kubrick en la magistral “Atraco perfecto”, auténtico ombligo del cine de timos del que emanan obras recientes como “Plan oculto” o la no tan reciente “El golpe”.

Sabiendo esto, “Ocean’s Eleven” se presentaba como la película de las estrellas, del mismo modo que “La cuadrilla de los once” era un desfile de caras célebres salidas del Rat Pack. A su favor jugaba precisamente lo que define “Atraco perfecto”, pero con la particularidad del buen rollo de unos actores que demuestran habérselo pasado bien haciendo la película. Desgraciadamente, jugaba en su contra el hecho de que en la materia que trata no era pionera, y que las comparaciones con otras cintas son odiosas.

Esto es justamente lo que le ocurre a la nueva entrega de los once de Ocean, que hemos visto el mismo truco una y otra vez. De entrada no comete el error de la anterior entrega, el de intuir que el buen rollo se ha perdido y que Damon intenta pisar a Pitt y éste a Clooney, y que el resto está de relleno, sin contar ese careo ficticio entre Julia Roberts y Catherine Zeta-Jones, a las que han decido retirar convenientemente. Soderbergh elude cualquier atisbo de responder qué ha sido de los personajes. Ya les conocemos, y el objetivo es ir al grano, darnos lo que queremos, más ración de la primera entrega.

“Ocean’s 13” es eso, puro entretenimiento que supera a “Ocean’s Twelve” pero que nos deja con la sensación de no estar ya viendo “Ocean’s Eleven”. Y a pesar de ser la misma película de siempre, lo que la hace entretenida es ese ágil montaje que te obliga a estar atento cada segundo, a la espera del golpe sorpresa que te haga maldecir lo inteligentes que son estos tipos.

Obviando a un sobreactuado Al Pacino (me está doliendo decir esto), cierto happy end en el que todos salen ganando (horrorosa la secuencia de Andy García en el show de Oprah Winfrey) y la amenaza de una cuarta parte, si con algo debemos quedarnos es con esa capacidad de su director de renovarse a sí mismo, de no copiarse al extremo y regalarnos un montaje distinto, fresco, que no deje ese aire a déjà vu de otras secuelas. Porque sí, “Ocean’s 13” es una secuela de un remake, pero con alma propia.

Título original: Ocean's 13; Nacionalidad: EEUU; Año: 2007; Duración: 122 minutos; Dirección: Steven Soderbergh; Intérpretes: George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon, Andy García, Don Cheadle, Bernie Mac, Al Pacino, Ellen Barkin, Carl Reiner, Elliot Gould, Casey Affleck, Scott Caan, Shaobo Qin, Vincent Cassel

viernes, 1 de junio de 2007

LA CRÍTICA

LA CAJA *****

Nos echaron el muerto

A no todos los muertos se les recuerda como grandes personas en vida. Algunos, como Don Lucio, se han ganado a pulso que tras pasar al otro barrio se les corte la lengua, se les defeque encima o incluso se les introduzca un mortero por donde la espalda pierde su bonito nombre. Tanto la monta el cadáver que hasta lo pone difícil para ser subido a su casa a la espera del funeral. Ante esto, su viuda Eloísa se ve forzada a pedir a su vecina que deje en su casa al muerto durante el velatorio.

Así comienza esta comedia negra del debutante Juan Carlos Falcón, un lío que irá aumentando a medida que transcurre el metraje. Y es que el muerto traía de cabeza en vida a casi todos los de la vecindad, y no se puede subestimar a cuatro mujeres y un loco que aprovecharán instantes de soledad para tomar su venganza contra el difunto, que experimentará en sus propias carnes que eso de descansar en paz no es tan fácil como parece.

Basada en la novela “Nos dejaron el muerto”, de Víctor Ramírez, “La caja” transcurre durante los años 60 en cualquiera de las Islas Canarias, aunque por sus horizontes se puede intuir dónde está rodada. La caja en cuestión bien puede ser una metálica que supondría el legado material de Don Lucio, una de madera con sus peores recuerdos o el mismo lujoso féretro donde pasará el resto de la eternidad.

No existe ni un solo minuto de esta película en el que te asalte el aburrimiento. Es tal su capacidad de inventiva soportada por un guión plagado de un humor inteligente y unas situaciones tan cómicamente negras, a veces hasta hilarantes, que es imposible cansarse. Si a eso unimos una dirección, tanto a nivel técnico como de actores, excelente, estamos ante una película tan soberbia que a tramos nos recuerda al cine de mujeres de Almodóvar.


Una lista de intérpretes de primera fila que bordan sus acentos canarios y sus papeles, con mención especial a la portentosa Elvira Mínguez y la innatamente chistosa Antonia San Juan, para una comedia con la muerte como excusa pero muy viva. Si algo se le puede reprochar a esta genial cinta es no explicar pequeños detalles de la historia, como ese Manuel Manquiña que algo parece haber encontrado pero no sabemos bien qué, y el hecho de ser una película más canaria que el gofio, lo que podría hacer que el público de fuera de las islas no entienda algunos de los diálogos.

Hacía tiempo que un servidor no salía de una sala con tan buena sensación tras minutos de ovación y aplausos, en la que a todo juicio es de lo mejorcito que ha pasado por el presente festival de Las Palmas de Gran Canaria. Si es que tenía que ser de aquí.

Título original: La caja; Nacionalidad: España; Año: 2006; Duración: 107 minutos; Dirección: Juan Carlos Falcón; Guión: Juan Carlos Falcón, inspirado en la novela "Nos dejaron el muerto" de Víctor Ramírez; Intérpretes: Ángela Molina, Elvira Mínguez, Antonia San Juan, María Galiana, Vladimir Cruz, Mari Carmen Sánchez, Manuel Manquiña, Joan Dalmau, José Manuel Cervino

CÓDIGO DE ESTRELLAS
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