Receta contra el vacío existencial
Algo pasó después del
desastre que supuso “Cowboys & Aliens” para que Jon Favreau se tomase un
respiro y se levantase de la silla de director de grandes blockbusters durante tres años. Se refugió en la televisión, medio
por el que pasó sin levantar demasiado polvo, pero que parece haberle ayudado a
ordenar sus ideas. Igual sentía que estaba convirtiéndose en una marioneta de
las grandes productoras, ésas para las que el sello autoral vale lo mismo que
un paquete de pipas. La respuesta a todo este viaje iniciático parece ser “#Chef”,
una película con nombre de hashtag
con la que el responsable de las dos primeras “Iron Man” parece querer hablar
de la figura del realizador como títere de la industria en contraposición a la
búsqueda de su impronta personal como artista.
Su nueva película está
articulada en dos actos, pero en conjunto lo que tenemos es una road movie que recorre una carretera hacia
la realización personal. En el primer acto, en el que quizá se entretiene un
poco, Favreau presenta al protagonista y su situación, un reputado y creativo chef
que vive estancado por exigencias del dueño del restaurante en el que trabaja,
condenado a servir los mismos platos una y otra vez. Un personaje que no es más
que un reflejo del propio cineasta, que no por casualidad le presta su físico y
sus elocuentes cuerdas vocales. Tras una caída en el ostracismo más absoluto,
ocasionado por un mal uso de Twitter, el chef emprende una road movie con todas las de la ley, que le servirá para reorganizar
su vida y enderezar la relación con su hijo.
Así, con simpleza, se
esquematiza “#Chef”, una comedia pequeña y sencilla para mayor lucimiento de su
protagonista, quien además ejerce de guionista, y que se degusta con las mismas
ganas y facilidad que todos esos maravillosos platos que desfilan ante la
cámara. Lucimiento, eso sí, sin eclipsar al resto del reparto, repleto de caras
amigas del director –incluido un fabuloso e hilarante cameo marvelita-, que interpretan sin esfuerzo unos personajes
bonachones en una propuesta que es todo dulzura, pero sin llegar en ningún
momento a empalagar, con un perfecto equilibrio en todas sus vertientes
cómicas.
Es mérito del director no
caer en la sensiblería barata y el exceso de calorías del azúcar propias de las
cintas de este tipo, pero sobre todo lo que alegra es verle en su salsa, libre
de ataduras comerciales y haciendo lo que le gusta. Porque aunque al final se
imponga la comodidad y la autocomplacencia, lo que Favreau nos viene a decir
como artista es que puedes disfrutar igualmente dedicándote a la Haute Cuisine o elaborando un simple Cubano, siempre que seas feliz con lo
que haces. Una excelente receta contra el vacío existencial que esperemos
vuelva a seguir en el futuro, aunque ya para su siguiente trabajo esté jugando
de nuevo en ligas mayores.
A
favor: que pese a su dulzura, no empalaga, y el gusto de
ver a Favreau embarcado en un producto libre de ataduras
En
contra: un final algo cómodo y entretenerse tanto en su
primera mitad
Calificación ****
No hay comentarios:
Publicar un comentario