Ayer
despedimos a un grande de nuestro actriz, y hoy toca decirle adiós a una
excelente actriz, otro icono de nuestro cine que, me temo, nunca tuvo el
reconocimiento que mereció en sus últimos años de profesión. Amparo Soler Leal
comenzó en el teatro a finales de los años 40 en la obra de Alfonso Paso
titulada “No me mientas tanto”, y durante cuatro años se forjó en los escenarios a las órdenes de,
entre otros, Luis Escobar en “Historias de una casa”, hasta que en los 60 formó
su propia compañía teatral.
Fue en 1953 cuando
comenzó su carrera cinematográfica en “Puebla de las mujeres”, a las que
siguieron “Usted puede ser un asesino”, que supuso su gran trampolín, “Plácido”,
“La gran familia”, “La familia… y uno más”, “Las que tienen que servir”, “El
bosque del lobo” o “El discreto encanto de la burguesía”. Todos estos trabajos
demostraron su enorme versatilidad en comedia y drama, y le permitieron
trabajar con grandes cineastas como Luis García Berlanga, Luis Buñuel, o Pedro
Olea.
A mediados de los 70
dejó los escenarios para centrarse en el cine y la televisión, trabajando a las
órdenes de Armiñán (“El amor del capitán Brando”), Berlanga (“Tamaño natural”, “La
escopeta nacional”, “Patrimonio nacional”, “Nacional III”, “La vaquilla”, “Todos
a la cárcel”, “París-Tombuctú”), Pilar Miró (“El crimen de Cuenca”, “Gary
Cooper, que estás en los cielos”), Jaime Chávarri (“Las bicicletas son para el
verano”) o Pedro Almodóvar (“¿Qué he hecho yo para merecer esto?”), entre
otros. En la pequeña pantalla pudimos verla en “Tres eran tres”, “Querido
maestro”, “7 vidas” o “Un paso adelante”, hasta que en 2009 cesó su actividad
profesional.
En el terreno
sentimental, estuvo casada con el actor Adolfo Marsillach y el productor
Alfredo Matas, y con ninguno de los dos llegó a tener hijos. Y pese a que
consiguió tres Fotogramas de Plata, tres premios del CEC y un premio ACE de
Nueva York a la mejor actriz, nuestra querida Academia nunca la nominó
siquiera. Amparo Soler Leal fallecía hoy a los 80 años de edad dejando un
legado de casi un centenar de trabajos, y daba igual que no se la reconociera
como merecía con infinidad de galardones, pues sus más de 50 años de profesión
bien merecen el respeto y la admiración de todos. Descanse en paz.
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