En un bucle infernal
Resulta cuanto menos
curioso que, en la última edición del Nocturna, se acompañara la proyección de
“Revenge” con la del cortometraje “I´m the Doorway”, basado en un relato de
Stephen King. La pieza de Robin Kasparik narra la pesadilla de un hombre sumido
en su propia paranoia, que no deja de vivir, en primera persona, en sus propias
carnes, una situación que, a pesar de sus variantes, se repite una y otra vez.
Y resulta curioso
porque sendos trabajos podrían pertenecer a la misma sesión doble. Ambos tienen
algo en común: el bucle como eje central de la narración, como piedra angular
de su estructura, historia e intenciones. De hecho, hay una larga escena que
ejemplifica perfectamente cuál es el espíritu de la película de Coralie Fargeat,
aquélla en la que víctima y verdugo se persiguen, intercambiando constantemente
los roles, alrededor de un pasillo en círculo.
Todo en ella se repite,
todo suena a ya visto. No es sólo que lo que ofrezca “Revenge” sea un rape and
revenge de manual, repleto de tópicos mil veces vistos y explotados con mayor
sabiduría en otras cintas del mismo subgénero -¿alguien recuerda una tal “I
Spit On Your Grave”?-, es que en sí misma es una cinta que se repite sin cesar.
No es más que un juego del gato y el ratón extenuante, que alarga sus escenas
hasta el hartazgo, y que podría haberse contado perfectamente con la mitad de
su metraje.
Es decir, da la
sensación de no avanzar, de estancarse continuamente y demorar el encuentro de
la heroína con sus perseguidores. Como ejemplo, esa otra escena que repite el
sueño dentro del sueño una y otra vez, como si no hubiera sido suficiente con
una sola. Es como si a su realizadora no se le hubiera ocurrido otra manera de
rellenar metraje que tirar de los mismos recursos reiteradamente. El resultado
es una propuesta que se fagocita a sí misma, que se muerde la cola
continuamente y avanza en círculos, repleta además de incongruencias de guión
–la protagonista avanzará a pie y herida más rápido que sus perseguidores, a
conveniencia del guión- que podrían haberse perdonado de haber ofrecido algo de
diversión. Pero ni eso. Entretenimiento nulo, solamente ganas de estar en casa
con el mando a distancia en la mano.
No todo en ella es
malo, ojo. A destacar la enérgica dirección, la fotografía y un reparto
solvente, encabezado por una Matilda Lutz que supone lo mejor del conjunto. Lo
mejor, aunque no memorable. No si se compara con otras guerreras del subgénero.
Porque nada, ni siquiera su nada disimulado y distorsionado mensaje feminista,
puede prevalecer cuando no haces más que moverte dentro de un bucle infernal.
A
favor: su protagonista
En
contra: que se mueve en bucle y no avanza, y no ofrece nada
nuevo
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