La comisaría de los horrores
Cabe preguntarse a
veces si existe una mano negra en esto del panorama cinematográfico mundial que
dicta qué filmes deben alcanzar el éxito y cuáles deben acabar relegados al
ostracismo, para luego ser reivindicados como piezas de gran valía para este
noble séptimo arte. Y tras visionar “Last Shift”, la cuestión revolotea por la
cabeza de quien esto escribe de manera persistente. Porque es carne de
festivales, pero ha pasado prácticamente desapercibida, mientras otras obras
menores han rozado la fama y el estrellato.
Lo nuevo de Anthony
DiBlasi –responsable de la recomendable “Dread”- viene a ser una especie de
actualización de la casa del terror de toda la vida, pero enmarcando la acción
en el lugar que supuestamente vela por nuestra seguridad ciudadana, una
comisaría. Demuestra así que cualquier escenario es idóneo para mezclar
apariciones fantasmagóricas, sectas masonianas,
siniestras llamadas nocturnas y un descenso a los infiernos de la locura que
confunde realidad y delirio, haciendo que el espectador se pregunte qué es real
y qué no.
“Last shift” no deja de
ser una colección de tópicos del terror y lugares y situaciones ya vistas una y
mil veces en el género. Se puede intuir cierto halo a “La mujer de negro” en su
concepción del género como un tren de la bruja con un único pasajero a bordo, y
algún que otro paralelismo entre esas figuras femeninas fantasmales
atormentadas del cine de terror japonés, o más concretamente de la prodigiosa
“Martyrs”. En este sentido, se la puede acusar de ser efectista y hasta cierto
punto previsible, pero todos los tópicos que atesora están manejados con
eficiencia y su director sabe generar la tensión suficiente para que el
conjunto no decaiga en ningún momento pese a repetir la misma fórmula
constantemente y tardar bastante en entrar en materia. Es un producto que va de
menos a más, y que atrapa desde el primer minuto pese a que su premisa pueda
estar cogida con pinzas y no da para un largo de ochenta minutos.
Pero lo más importante
de ella es que, vista en el silencio y la oscuridad de la noche, en las
condiciones adecuadas, es un efectivo ejercicio de género que mete el miedo en
el cuerpo, y además de verdad, de ése que perdura una vez llegan los créditos
finales. Lo demás lo pone una realización de lo más solvente pese a la precariedad
de medios, y una actriz protagonista, Juliana Harkavy, que además de su
extraordinaria belleza soporta con convicción el rol de agente de policía
novata que afrontará este último turno de noche en la comisaría de los
horrores. Quizá no pase a la posteridad, y puede que le falte algo de arrojo en
la presentación y desarrollo de la historia, manteniendo en todo momento un tono
que no llega nunca a desmadrarse, pero estamos igualmente ante una película que
es de lo más destacable que el género nos ha regalado este año, mucho mejor que
algunas producciones modestas hollywoodienses hechas para arrastrar a las masas
imberbes a las salas en tropel. Y sí, Jason Blum, esto va por ti.
A
favor: Juliana Harkavy, y que mete el miedo en el cuerpo
En
contra: su colección de tópicos y lugares comunes,
manejados, eso sí, con eficiencia, y que haya pasado tan desapercibida
Calificación ***
Merece la pena
No hay comentarios:
Publicar un comentario