La
fama y el reconocimiento le llegaron demasiado tarde, junto a su interés por el
cine. Carlos Álvarez-Nóvoa se subía a los escenarios en los años 50, cuando
apenas contaba con quince años, comenzando así una prolífica carrera teatral
que duraría hasta este año con la exitosa “Bangkok”. Licenciado en Derecho, Filología Románica y Graduado
Social por la Universidad de Oviedo, además de doctor en Filología Hispánica
por la Universidad de Sevilla, durante varios años fue además profesor de
Historia del Teatro en el Centro Andaluz de Teatro.
No sería hasta 1998, con “Los años bárbaros” de Fernando Colomo, que
decidiría dar el salto al cine. Pero sin duda el papel por el que conseguiría
el reconocimiento sería el del vecino de “Solas”, de Benito Zambrano, un
trabajo que le valió, entre otros, el Goya a mejor actor revelación y premios
internacionales en los festivales de Tokio y Moscú. A partir de ahí, su carrera
fue un no parar de intervenciones en cine en filmes como “El hijo de la novia”,
“La hija del caníbal”, “Elsa y Fred”, “¿Por qué se frotan las patitas?”, “De tu
ventana a la mía” o este año en “La luz con el tiempo dentro”, donde daba vida
a Juan Ramón Jiménez. Y también en televisión, en series como “Cuéntame cómo
pasó”, “Gran Reserva”, “La que se avecina”, “Con el culo al aire”, “Chiringuito
de Pepe” o más recientemente en “Carlos, Rey Emperador”, donde encarnaba a Leonardo
Da Vinci.
Un actor incansable que llegó a encadenar más de 70 proyectos entre cine
y televisión, y que nunca abandonó los escenarios ni sus ansias de compartir su
conocimiento con sus alumnos. Con 75 años nos deja este gran actor, rodeado de
alabanzas y buenas palabras de amigos y compañeros de la profesión. Descanse en
paz, maestro.
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