El viejo y el mar
Del bullicio de jungla
urbana que se erige formando los edificios de las grandes corporaciones que
rigen económicamente nuestras vidas al silencio del océano. Del darwinismo
empresarial a la reducción del ser humano a su estado más básico. Pocas veces
he visto un cambio de tercio en la filmografía de un cineasta entre su debut y
su siguiente trabajo que en el caso de J.C. Chandor. El director ha cambiado la
coralidad de su acertada ópera prima por el intimismo y la tranquilidad de
poner a un solo actor ante la cámara.
El resultado es “All is
Lost”, un salto al vacío para un realizador que tenía la difícil tarea de
mantener el tipo tras la sorpresa que supuso “Margin Call”. Una película
difícil y en apariencia menos ambiciosa que su predecesora, pero en el fondo
más autorreflexiva y complicada. Detrás de sus silencios y tiempos muertos se
esconde una mirada contemplativa hacia el hombre, no solamente reduciéndolo a
un ser a merced de la madre naturaleza, sino a un individuo que ante la falta
total de esperanza se autoengaña implorando una plegaria al cielo para enmendar
sus errores, o en el caso que nos ocupa, lanzando una carta de arrepentimiento
al mar.
No estamos ante una
propuesta fácil. Puede parecerlo ante su premisa argumental, pero Chandor
rehúye de diálogos y actores y ofrece una mezcla entre “Gravity” y “La vida de
Pi”, pero sin la aparatosidad técnica de la primera ni las ínfulas de
espiritualidad de la segunda. Y por esa complejidad, y por tratarse de un
segundo trabajo, es una cinta arriesgada y con la que puede costarle a más de
uno conectar. A muchos espectadores se les puede hacer lenta y pesada en sus
muchos momentos de calma, pero cuando llega su desenlace, y el rayo de
esperanza asoma una vez el director nos ha desprovisto de cualquier vía de
escape, el sentimiento que te invade es de satisfacción y de alegría por su
personaje protagonista.
Suerte que Chandor ha
tenido la inteligente idea de reposar la acción sobre los hombros de un clásico
vivo del cine, que da aquí una de las interpretaciones de su carrera. Robert
Redford está inmenso, comedido y sobrio durante todo el metraje, sin necesidad
de sobreactuaciones ni de arrancar a llorar para que nos identifiquemos con su
personaje. Más que un recital interpretativo, lo que sorprende de él es el
arrojo físico que demuestra para su edad, lo en forma en que se mantiene a sus
77 años. Su presencia, y el buen uso de la música, es todo lo que necesita “All is Lost” para no acabar
aburriendo al respetable, en una película extraña, valiente y que se lanza a la
deriva sin mirar atrás. Ahora sí, merece la pena seguir de cerca a este
director.
A
favor: Robert Redford, sin lugar a dudas
En
contra: sus silencios y tiempos muertos pueden aburrir a
quienes vayan buscando otra cosa
Calificación: ***1/2
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