jueves, 4 de enero de 2018

LA CRÍTICA. The Disaster Artist

El verdadero Hollywood
Espero que sus adoradores no se me echen encima por decir esto, pero “The Room” no es una buena película. De hecho, es mala si nos atenemos a lo estrictamente cinematográfico. Mala dirección, caótico montaje, un guión con ínfulas de emular a Tennessee Williams pero con alma de telenovela, escenas eróticas que invitan al suicidio colectivo, y un nefasto actor protagonista incapaz de pronunciar sus líneas de diálogo con un mínimo de verosimilitud.

Una calamidad de film que parece estar mal hecho aposta. Pero una calamidad que ha acabado convirtiéndose en pieza de culto para toda una generación. Es difícil dar una explicación razonable al fenómeno “The Room”, y sólo es entendible si metemos de por medio la fiebre que únicamente las redes sociales son capaces de propagar. Para quien esto escribe, su éxito reside en el hecho de que es una propuesta que pretende ser seria, pero que no puede ser tomada en serio en absoluto y acaba convirtiéndose en una comedia involuntaria.


Aunque comience con la típica advertencia de “Basada en hechos reales”, lo más loable de “The Disaster Artist”, la crónica de cómo se gestó aquel engendro fílmico, es que acaba erigiéndose también como una comedia involuntaria, que en ese sentido captura el alma de su referente con asombrosa precisión. Y eso que trata el material de referencia con respeto, sin caer en la parodia o la burla facilona.

Sin embargo, es imposible tomarse la historia que cuenta en serio, por muy real que sea. James Franco sabe de sobra que basta con contarla, que el público será el encargado de reírse con ella aunque él mismo no pretenda hacer una comedia. Sin arriesgar, con una narración de lo más convencional y haciendo que se eche de menos el ahondar aún más en el rodaje de esa obra maestra del cine trash. Porque basta con la presencia de su Tommy Wiseau, con su acento y sus inciertos orígenes, con algunos pasajes de su personalidad y pasado nada claros –seguimos sin saber de dónde sacó los millones que costó hacer su obra de culto, de qué vivía ni cómo costeaba su vida-, para que nos entre la risa. Y nos reconocemos estupefactos al descubrir que estamos alabando a un actor que interpreta magistralmente a un mal intérprete.


Ésa es la dualidad que más sobresale en “The Disaster Artist”, la de un público que disfrutará enormemente de una buena película que retrata la gestación de una mala película. La de un drama que se convierte en comedia sin pretenderlo. La de un actor cuya forzada encarnación de un mal actor es para quitarse el sombrero. Y la de un relato que habla del verdadero Hollywood, de ése que sobrevive como puede en la basura de la industria, del que triunfa solo para los paladares más selectos.

A favor: James Franco, su condición de comedia involuntaria, y las incontables dualidades que esconde su relato
En contra: su narración es convencional, se apoya únicamente en su historia sin arriesgar

Calificación ***1/2
Merece mucho la pena

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