Algo está cambiando en
Hollywood. Llamémoslo concienciación colectiva. Una tendencia que recorre la
Meca del Cine y cuyo objetivo es el de abrir mentes.
Ayer se dieron a
conocer las nominaciones a los Oscar. Y cómo le gustaría poder decir a un servidor
que lo más destacable de esta edición es la elevada presencia de cine
fantástico y de terror. “La forma del agua” cosechando la mayor cantidad de
candidaturas, “Déjame salir” en las principales categorías, o “Logan” optando a
mejor guión adaptado.
Sí, algo está cambiando
en Hollywood, pero no es eso. Por desgracia. Otro tema de más candente
actualidad es el que ocupa los mayores titulares. Y hay que decir por
desgracia, porque ojalá no hubiera sido así. Pero lo es. En Hollywood vivía un
monstruo, uno real, no de esos que podrían morar en el género que más adoro y que
quedan, por fortuna, parapetados dentro del encuadre de una cámara. Y tras este
monstruo, llegaron muchos más. Reales o fruto del oportunismo, pero llegaron.
Ojalá nunca hubiese
existido dicho monstruo, ni todos los demás. Ojalá no hubieran tenido que salir
a la luz tantos casos de acoso sexual. Ojalá las víctimas nunca hubieran tenido
que vivir esa situación. Pero ocurrió. Y es de una importancia mayúscula que
habiendo ocurrido, se denuncie, y que se apoye a las víctimas. Pero por favor,
dentro de unos límites razonables.
Porque hay cosas que no
son justificables. No es justificable el hecho de que la opinión pública dé
como culpable a alguien sin pruebas, basándose solamente en una acusación. No
es justificable ni es justo. No es justificable ni razonable el que ahora haya
que andar con pies de plomo, no vaya a ser que una simple mirada o sonrisa
cómplice, una simple conversación o invitación a tomar algo, sea vista como
acoso. Porque así, por malentendidos, pagan justos por pecadores. Y tampoco es
justo el meter a todos los hombres en el mismo saco de los monstruos. No
confundamos feminismo con misandria, que es el punto al que acaban
involucionando algunas personas.
Pero sobre todo, no es
justificable la discriminación positiva. Ésa por la que la comunidad
afroamericana pide en cada edición que haya un film en los Oscar que les
represente. O ésa por la que los colectivos feministas demandan más presencia
de mujeres entre los nominados, en esta ocasión valiéndose de toda la corriente
que atraviesa al mundo del cine estos días. O también, por la que acaba
tomándose una decisión tan patosa y que va en contra del propio feminismo como
contar únicamente con presentadoras femeninas. Ayer mismo, cuando se anunciaban
los nominados a los Oscar, cada categoría iba precedida de ingeniosos vídeos protagonizados
por actrices, sólo por actrices. No lleguemos a estos puntos irracionales y
absurdos, donde lo único que se busca es quedar bien.
Reivindiquemos
derechos, pero atendiendo al raciocinio. Supone una alegría inmensa el hecho de
que, por primera vez, haya una directora de fotografía nominada al Oscar. O que
Greta Gerwig haya acabado siendo nominada a mejor dirección por “Lady Bird”.
Pero una alegría solamente si es por méritos propios. La discriminación
positiva no le hace un favor a nadie. Puestos a reivindicar, en lugar de llevar
vestidos negros de cara a la galería, se podría haber pedido la nominación a
mejor dirección a la mejor cineasta en activo, Kathryn Bigelow. Aunque claro,
la temática racial ya tiene representación gracias a Jordan Peele. Eso, y que
la realizadora de “Detroit” es blanca. Este año, el negro está de moda.
Lamentablemente, no en el sentido que a muchos nos gustaría.
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