The Show Must Go On
Rob Zombie parecía
tener algo que aportar al séptimo arte. Lo hizo, en cierta medida, con sus dos
primeros trabajos, con ese grotesco tren de la bruja que suponía su particular
homenaje a “La casa de los horrores” y a todas las criaturas surgidas en la
revista Fangoria y en la serie B más freak, y sobre todo con la que sigue
siendo su mejor obra, esa polvorienta y sangrienta road movie de inconfundible aroma al cine de Penn y Peckinpah.
Luego vinieron sus ensimismadas y sacrílegas entregas de “Halloween”, y ese
resurgir de sus cenizas en forma de hipnótica horror movie setentera
polanskiana que fue “Lords of Salem”.
Visto su nuevo trabajo,
parece que Zombie no tiene ya nada que aportar al cine. Sí, sigue poseyendo una
potencia visual a medio camino entre el videoclip y el cine sucio y duro de los
años 70, al que continúa rindiendo homenaje en forma de slasher a lo “Matanza de Texas”, y un gusto envidiable por la
música y el montaje audiovisual.
Pero no deja de sonar a
ya visto. Porque “31” es un mejunje de sus dos primeros trabajos, un juego
menos macabro de lo que quiere hacernos ver, pese a las ingentes cantidades de
hemoglobina y salvajismo que atesora durante su metraje, simplemente porque ya
lo conocemos. Un grupo de personajes, bastante despreciables en conjunto, que
tienen la mala suerte de convertirse en el objetivo de una panda de psicópatas
de lo más estrafalarios –mención especial para Doom-Head y para el enano nazi-.
El objetivo, sobrevivir a 12 horas de caza. Son ellos o sus oponentes. Así de
simple y manido.
Y sin embargo, pese a
tirar de un material ya visitado con anterioridad y a la sobreactuación de más
de un actor –que alguien le diga que su mujer no sabe actuar, por favor-, “31”
no deja de ser un divertimento de lo más delicioso y recomendable para los
amantes del género en general y de Zombie en particular. El cineasta se muestra
a sí mismo como un niño travieso al que le gusta jugar haciendo sufrir a sus
personajes. No innova, no reinventa, sólo se divierte machacando cabezas. Sin
mayor ambición que esa. Y ya sólo por eso, por el buen rato que puede hacer
pasar a sus acólitos, bien merece este teatro de los horrores el pago de una
entrada. Sólo esperemos que en el futuro arriesgue más y nos ofrezca algo
nuevo. Por ahora, a sentarnos cómodos y dejar que nos salpique la sangre. The
Show Must Go On.
A
favor: el viaje por el tren de la bruja que nos propone
puede entretener a los seguidores de Zombie; Doom-Head y el enano nazi
En
contra: que todo suene a ya visto
Calificación ***
Merece la pena
No hay comentarios:
Publicar un comentario