La payasa búlgara
El estornudo como
elipsis tonal. Éste es el ingenioso recurso que utiliza “Espías” para mostrar
la que parece ser su verdadera cara, que no es otra que la de mofarse del cine
de espías de toda la vida. O quizá la que nos hubiera gustado que exhibiese
durante sus abultadas dos horas de metraje. Porque en ese comienzo a lo James
Bond, en esos créditos iniciales a lo 007, en ese Jude Law que se resarce del
personaje al que nunca llegó a encarnar más allá de los rumores, había una
buena premisa a explotar.
La había, porque es tomar
las riendas del producto Melissa McCarthy y se acabó el ingenio. El reencuentro
de la actriz con el director Paul Feig no es más que otro vehículo para su
lucimiento personal, lo cual congratulará a sus defensores, pero irritará más que
nunca a sus detractores. Lo que vemos es una sucesión de gags rematados por la
verborrea de su protagonista. O lo tomamos o lo dejamos.
Una sucesión de gags
que, no obstante, no siempre funciona. Da en el clavo cuando se limita a reírse
de los tópicos de este tipo de propuestas, cuando expone a Law y Jason Statham
al reflejo burlón de sí mismos, a la flema british
caballeresca del primero y las fantasmadas de las que hace gala el segundo,
cuando deja todo en manos de personajes secundarios tan potentes como los de
Alison Janney o Peter Serafinowicz. Pero falla cuando trata de ofrecer el mismo
tipo de humor del que hiciera gala el realizador en su propuesta más lograda,
“La boda de mi mejor amiga”, con una galería de sketches de lo más irregular.
Pero aquí no está la
carismática Kristen Wiig ante la cámara ni al guión. Y se nota. El libreto
escrito por el propio Feig no es una maravilla y se torna previsible, a pesar
de ser capaz de arrebatar alguna que
otra carcajada al espectador, o como mínimo alguna sonrisa cómplice. Su
realización es efectiva en las escenas de comedia, pero totalmente caótica en
las de acción, con un montaje que hace abuso del slow motion, y un metraje tan extenso que llega a hartar.
Y aún así, “Espías”
acaba funcionando como comedia para matar el rato, como un entretenimiento
veraniego superficial, pero de esos que se ven con comodidad y se olvidan con
suma facilidad. Lo importante es disponer un escenario para que esa payasa
búlgara que es McCarthy interprete su papel de siempre, con sus consabidos
chistes hacia su físico y el patetismo de sus personajes. No recomendada para
los que no le rían las gracias.
A
favor: los momentos en los que se convierte en una parodia
del cine de espías
En
contra: la duración y la irregular galería de gags
Calificación **
Se deja ver
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