Hail to the King!
A veces no somos
realmente conscientes de que las grandes superproducciones hollywoodienses no
están exentas de una ideología, de que bajo sus fotogramas subyace una serie de
ideas que sus responsables tratan de transmitirnos, propias muchas veces de la
época en que se concibieron. Y aquella historia con la que Merian C. Coper y
Ernest B.Schoedshack llevan maravillándonos desde hace más de 80 años, sobre un
enorme gorila que acababa encandilado por la belleza y arrastrado por la
codicia del ser humano fuera de su hábitat, no iba a ser menos.
Pero sobre todo, “King
Kong” ha sido, y será siempre, una historia de aventuras. Y lo ha sido en cada
una de sus distintas versiones. “Kong: La Isla Calavera” explota ese concepto,
quizá más que cualquiera de sus predecesoras. Eso no quiere decir que los temas
recurrentes de toda la serie protagonizada por este simio no estén presentes.
Lo están, pero esta película es, ante todo, puro cine de aventuras.
El film es deudor,
especialmente, de la denostada versión que John Guillermin dirigiera en
1976. Y de la de Peter Jackson, pero sin
sus delirios de grandeza transformados en exceso de metraje. Y de la de 1933.
De todas en general. Porque “Kong: La Isla Calavera” no es más que un pastiche
de algo que ya hemos visto, un cúmulo de clichés, situaciones inverosímiles –el
momento sable en medio de la nube de humo tóxica, para enmarcar- y personajes
de encefalograma plano. Pero lo compensa con una sobredosis de entretenimiento.
Buscar en ella algo más que esto, algo como un guión robusto y unos personajes
perfectamente trabajados sobre el papel, es perder el tiempo. Su objetivo no es
otro que entretener durante las dos horas que dura. Es el pulso en la
dirección, el sentido del ritmo y múltiples golpes de ingenio tras la cámara
por parte de su responsable, Jordan Vogt-Roberts, lo que la convierten en un
producto absolutamente disfrutable y divertido.
Pero un producto
prefabricado. “Kong: La Isla Calavera”
no es solamente un torrente de formidables efectos especiales y entretenimiento
a raudales, no es solamente un feliz regreso al mejor cine de aventuras y
monstruos clásicos. Es un film que pertenece a un plan mayor que sí mismo. La
continuación de ese monstruoverso que
Warner comenzara con la aburrida y sosa “Godzilla” de Gareth Edwards. Los blockbusters de bichos gigantes de
mediados del siglo XX, ese que hace poco más de medio siglo hiciera enfrentarse
a Kong, a Godzilla o a King Ghidorah, están de vuelta. Y de enhorabuena si
siguen este camino. Ahora sólo falta coronar al nuevo rey en este universo.
Hail to the King!
A
favor: lo bien que recupera la esencia del mejor cine de
aventuras y monstruos clásicos, y lo mucho que entretiene
En
contra: su cúmulo de clichés y su encefalograma plano
Calificación ***1/2
Merece mucho la pena
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