Más dientes
En “Parque Jurásico”,
Steven Spielberg articulaba un doble mensaje subliminal en medio de tanta
acción prehistórica. Por un lado, apostillaba su condición de Rey Midas a
través de ese ambicioso John Hammond con aspiraciones divinas hacia la madre
naturaleza, convirtiendo la propia película en su gigantesco parque
cinematográfico personal. Y por el otro, dejaba claro que no se debe jugar con
el pasado, y mucho menos intentar revivirlo una y otra vez, algo en lo que
incidiría con mayor énfasis en su infravalorada primera secuela.
Colin Treworrow ha
entendido a la perfección ese discurso, y lo lleva más allá en un inteligente
ejercicio metalingüístico. Sigue habiendo seres humanos jugando a ser dioses, a
experimentar con las especies y parir auténticas máquinas de matar fuera de su
propio tiempo y hábitat naturales. Pero además, para él Hollywood es un colosal
parque temático perdido en remakes, secuelas, precuelas, spin-off y
adaptaciones de superhéroes a la gran pantalla, donde lo importante es reciclar
viejas tendencias y servirlas como innovadoras para seguir arrastrando al
público a los cines.
Así, su “Jurassic World”
se transforma en un reflejo del cine actual, un cine que pide más grandeza, más
espectacularidad y más, muchos más dientes. El concepto del cine mainstream que propone el cineasta no es
nada puntero, ni lo intenta. Se conforma con ofrecer diversión y
entretenimiento sin cortapisas, y en ese sentido el resultado es impecable.
Buena dirección, buenos actores –esta vez no dan ganas de echar a los niños a
los dinosaurios-, efectos especiales utilizados con cabeza, al servicio de la
historia, y muy creíbles en la mayor parte de sus escenas –otras no, pero es un
mal de la era tan plástica que vivimos-, un guión solvente en el que sus
posibles escollos –alguna subtrama no del todo explicada, como los intereses
del personaje de Vincent D’Onofrio- y una banda sonora con la que Michael
Giacchino recoge de manera contundente el testigo del gran John Williams.
Y muy importante, que
este nuevo parque supone un salto de Indominus Rex con respecto a la anterior
entrega de la franquicia –incluso se burla de ella de manera indirecta en la
escena del aviario-, y está prácticamente a la par que la segunda, aunque sin
la magia de Spielberg tras la cámara, aunque tampoco le hace falta para
funcionar. Y todo ello a pesar de alguna que otra salida de tono –la escena del
friqui de los dinosaurios, o el excesivo acto final sobrecargado de buenas intenciones animales- que se olvida en cuanto
captamos las incontables referencias a sus predecesoras. Éste es el parque que
nos merecíamos desde que abriera sus puertas hace 22 años. Ésta debió ser la
tercera entrega. Merecíamos lo que nos da. Más dientes.
A
favor: su concepto del cine como un gigantesco parque
temático en el que divertirse
En
contra: alguna salida de tono y el excesivo acto final
Calificación ****
No
se la pierda
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