El rey pantera
Desde que se iniciase
el universo cinemático marvelita, una sospecha invade a quien esto escribe. Sospecha
alimentada por algunas entregas que no pasarían ni el aprobado raspado, pero
que acaban siendo encumbradas por los críticos cinematográficos
estadounidenses. Pueden gustar más o menos las entregas de Iron Man –para mí,
pasables las tres, pero no empapadas de la socarronería de Tony Stark-, pueden
considerarse tomaduras de pelo las últimas aventuras de Spider-Man o Thor, o
incluso puede caerse en el hastío con la primera secuela de este último, pero
en lo que todas coinciden es en la exacerbada valoración de la prensa
especializada, de esos supuestos expertos en el séptimo arte que parecen con la
potestad de erigir en éxito o fracaso todo lo que tocan.
“Black Panther” podría
entrar en ese selecto club de películas excesivamente bien valoradas –prefiero no
usar la palabra sobrevaloradas, que luego dicen que se abusa del término-, pero
que no acaban por destacar por encima de otras cintas similares, o al menos no
lo suficiente como para encumbrarla como “la mejor película de superhéroes de
la historia”. Y ojo, que no es mala película, de hecho es más que decente, pero
no fenomenal para un servidor.
La escena tras la
estupenda presentación de Wakanda y el personaje principal, antes de los
créditos de la compañía, ya define la atmósfera de muchas de las que están por
venir. Una apertura sosa, sin alma, que no despierta el interés por lo que nos
van a contar. Y esto se repite en el resto de la película. Secuencias de
diálogos y más diálogos. Algunos graciosos, otros interesantes, otros tediosos.
Un reparto acertado, a excepción precisamente de los dos pilares de la función,
el protagonista y su némesis, que no tienen la presencia suficiente para llenar
la pantalla, y que acaban siendo superados por los secundarios. Como ejemplo,
ese Andy Serkis cuyo villano funciona mucho mejor que el de Michael B. Jordan. Escenas
de acción que ayudan a que se pase más rápido su visionado, pero sin ningún
atisbo de salirse de la norma. Todo tan mecánico como en “Thor: El mundo oscuro”,
pero sin que la historia ni su desarrollo se indigesten, sin llegar a dormirte
del todo en la butaca.
Pero hay que insistir
en ello. Pese a todo, no es una mala película. Simplemente es una que cumple
con su cometido de hacer buena caja sin que te quede la sensación de que has
invertido mal tu tiempo y tu dinero. Eso y su importancia como producto
destinado a plantar cara a la política Trump. Lo que sí deja, quizá, es una
ligera sensación de déjà vu, de haber
visto esto antes. Hace más de dos décadas, cuando la propia Disney jugaba a ser
Shakespeare con uno de sus clásicos animados. Con algunas diferencias para
evitar las odiosas comparaciones. Aquí no están Timón y Pumba, ni la imponente
voz de Constantino Romero. Ni siquiera han contado con James Earl Jones. Eso ya
habría sido pasarse de listos. Pero sí el advenimiento del rey pantera. Habrá
más, aunque esperemos que con algo más de carisma.
A
favor: que cumple, sin más
En
contra: muchos vaivenes de ritmo, la sensación de que la
hemos visto antes, y que simplemente cumple
Calificación **1/2
Se deja ver
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