viernes, 15 de abril de 2016

LA CRÍTICA. Objetivo: Londres

Todo por la patria
Entre otras muchas cosas, la Humanidad siempre le deberá al grupo formado por Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Chuck Norris y demás mercenarios de la acción ochentera que conformaran todo un género en sí mismo, uno en el que la testosterona, las venas hinchadas, la violencia y cierta carga de fascismo y amor a la bandera americana eran el aceite que engrasaba un motor cuyo mecanismo ahora rememoramos desde la nostalgia.

“Olympus Has Fallen” –en España “Objetivo: La Casa Blanca”- era uno de esos títulos que llegaban de tapadillo en 2013 para convertirse en la sorpresa de la cartelera. Un film sucio, directo, sincero y salvaje que homenajeaba a toda una generación amante de la adrenalina pasada por el filtro de la acción extrema y del crujir de los huesos y cuellos rotos que su protagonista, toda una máquina de matar, iba dejando a su paso.

Ahora, con un más conservador despliegue de medios, llega su secuela, “London Has Fallen” –cómo no, aquí “Objetivo: Londres”- para demostrar que aún existe vida para este tipo de cine. Verla sin tener en mente que es una americanada es perder un tiempo precioso. Porque es demasiado racista para según qué tipo de público. Y para el otro tipo, también. Pero se enorgullece de serlo y lo explota, sin ningún tipo de pudor, y en ese sentido estamos ante una de las películas más honestas de la cartelera. Toda una oda al “Todo por la patria” llevado hasta sus últimas consecuencias. Los malos, en Oriente. Los buenos, en Occidente. Así de fácil.


Pero sobre todo, ofrece poco más de 90 minutos de puro entretenimiento. Sí, el guión no es ninguna maravilla, la dirección de Babak Najafi no es tan potente y solvente como la de Antoine Fuqua –aún así regala un plano secuencia de esos que se ven con una sonrisa-, el presupuesto canta demasiado en materia de efectos digitales, y se habría agradecido una aún mayor carga de brutalidad. Pero a cambio ajusta cuentas con más de un dirigente político europeo y otorga el placer de disfrutar de su particular forma de entender el patriotismo. Aunque, insisto, sólo lo conseguirán aquellos que vayan a verla con las ideas claras.


A favor: su nostálgica mirada a la brutal acción ochentera, y que entretiene
En contra: habrá quien no trague sus tintes fascistas y patrióticos

Calificación **1/2
Se deja ver muy bien

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