La España que pudo ser y no fue
Belle Epoque trata del
deseo, de la dificultad de elegir, de por qué hay que elegir a una mujer y
perderse a todas las demás. Y coloca a la amistad, al deseo, al sexo, por
encima del amor . (Fernando Trueba)
Deliciosa.
Así podría calificar a “Belle Époque”, mi película española favorita antes de
descubrir otras muchas joyas de los 90 como “La buena estrella” o “Tesis”,
entre otras. Porque cada plano, cada frase, cada actuación y cada brote de su
magistral banda sonora es delicioso, como si de un fresco de Monet se tratase,
como si estuviéramos ante un humanista trabajo de Jean Renoir, como si la
propia película tuviera alma, y ésta estuviera más viva que nunca en cada
fotograma.
Así que deliciosa es el
mejor apelativo que se me ocurre para calificar este film, al que le dedico La
película del mes por otra razón mucho más obvia: queda poco para los Oscar y
los Goya, y estamos ante un film que se hizo con nueve premios de la Academia
española y con una estatuilla dorada de la Academia de Hollywood. Y, encima,
conquistó al público de medio mundo. Casi nada.
Tres
amigos en un café
Fernando Trueba |
En 1990, Trueba volvía
a vivir uno de los mejores momentos de su carrera profesional. “El sueño del
mono loco”, aunque no había conseguido el respaldo esperado del público, era
admirada por los críticos españoles, y la Academia le había obsequiado con seis
premios Goya. Se encontraba en la posición idónea, también después de su
fructífera carrera comercial durante los 80, para elegir el proyecto que le
entusiasmase.
A partir de aquel año,
tres amigos se reunirían semanalmente en un restaurante madrileño para charlar
de la vida, de su día a día y, cómo no, de sus proyectos cinematográficos.
Hablo de Fernando Trueba, Rafael Azcona y José Luis García Sánchez. Entre otros
temas, Trueba piensa en la futura “Two Much”, pero aún le falta dar el salto
definitivo a Hollywood.
Y en medio de esas
comidas, de esas charlas sobre la vida, se fue gestando “Belle Époque”, la
cinta que acabaría catapultando a Trueba a la Meca del Cine. Quizá la alegría
de vivir que respira la película le deba mucho a ese restaurante. Con ella, los
amigos hacían una apuesta segura, recurriendo a una fórmula que tan buenos
resultados les dio en “El año de las luces”. Es decir, un relato sobre la
amistad, el amor, la vida y el despertar sexual en plena posguerra.
Rafael Azcona, José Luis García Sánchez y Juan Luis Galiardo |
Juntos forjaron la
historia, con Azcona como guionista y Trueba y García Sánchez como inspiradores
de la misma. Y sobre todo el realizador, cuya biografía impregna el relato,
como ya hiciera en “El año de las luces”. Trueba, en su juventud, trabó amistad con un hombre
mucho mayor que él, Manolo Huete, un ser sabio, libre y tolerante que marcaría
decisivamente su vida. Huete era el padre de cuatro hijas con una de las
cuales, Cristina, Trueba contrajo matrimonio. “El año de las luces” se
inspiraba en un episodio de la vida de Manolo Huete, cuya peripecia sirvió de
base para narrar el despertar sexual y vital de un adolescente en la siniestra
posguerra española. Y “Belle Époque” cuenta la historia de amistad de un joven
con un hombre mayor sabio, libre y tolerante (llamados, no por casualidad,
Fernando y Manolo), con una de cuyas cuatro hijas el protagonista se termina
casando.
Una suma de deliciosos
factores
Penélope Cruz, Miriam Díaz-Aroca, Jorge Sanz, Maribel Verdú y Ariadna Gil |
No sólo de una estupenda factura técnica y un guión insuperable vive la
película. Buena parte de su éxito se debe a sus actores, que realizaron todos
un trabajo espléndido. El más celebrado fue el de Fernando Fernán Gómez, en el
papel de Manolo, uno de los mejores actores, directores y guionistas de la
historia del cine español, al que acompaña un Jorge Sanz que pocas veces ha
estado tan pletórico en un papel. Tenía por entonces 23 años, y tras aparecer como
el pequeño Conan de “Conan, el bárbaro”, pasó sin pena ni gloria por el cine
hasta que el mismo Trueba le escogió para “El año de las luces”, tras la cual
le lloverían multitud de proyectos. Junto a él despuntaría también en “El año
de las luces” una joven actriz llamada Maribel Verdú, con la que también
coincidiría poco antes en “Amantes”, de Vicente Aranda.
Gabino Diego, Penélope Cruz y Maribel Verdú |
No son los únicos veteranos en la película. Otros clásicos de nuestro
cine, como Mary Carmen Ramírez, Agustín González y Chus Lampreave, dejarían su
sello interpretativo personal en la cinta, potenciando la comicidad del conjunto.
Y no sería un veterano, pero como si lo fuera. Gabino Diego disfrutaba de un
gran momento a comienzos de los 90. Durante la década anterior había destacado
a las órdenes de Fernán Gómez en “El viaje a ninguna parte”, de Jaime Chávarri
en “Las bicicletas son para el verano” y de Carlos Saura en “¡Ay, Carmela!”,
que le valió un Goya y una nominación a los Premios del Cine Europeo como actor
de reparto. Desgraciadamente, su carrera posterior, salvo algunos títulos
puntuales, no volvió a gozar del mismo éxito.
Ariadna Gil y Fernando Fernán Gómez |
Pero en medio de tanto clásico, destacaban las jóvenes promesas. 1992
sería el año de Penélope Cruz, gracias a los éxitos de la que nos ocupa y de “Jamón,
jamón”, su gran descubrimiento de cara al público, la película que la hizo acreedora
del título de “niña del cine español”. Y todos sabemos cómo ha seguido su
carrera posterior. No con tanto reconocimiento, pero sí de enorme calidad, ha
resultado la carrera de Ariadna Gil, que ese año también confirmaría su
estrellato gracias a “Amo tu cama rica”, de Emilio Martínez Lázaro, y cuya
trayectoria posterior contiene títulos innumerables películas memorables, como “Los
peores años de nuestra vida” o “Soldados de Salamina”. Y Miriam Díaz-Aroca,
aunque resulte fresca en su interpretación, no prosiguió su carrera como sus
compañeras de reparto, siendo más conocida como presentadora y actriz de
televisión actualmente.
Todos juntos contribuyeron al desorbitante éxito de crítica y público
que acompañó a la película durante los dos años siguientes a su estreno en
España. Triunfó en medio mundo, suponiendo un descomunal éxito de taquilla en
nuestro país y en Estados Unidos, gracias a su Oscar como mejor película de
habla no inglesa, un galardón que Trueba celebró sobre el escenario con este
ocurrente discurso.
Ganó el BAFTA en la misma categoría, y en España se haría con el premio
Turia y el Sant Jordi a mejor película, con el premio de la Unión de Actores
para Penélope Cruz, con cuatro premios del Festival de Peñíscola (director,
guión, película y actor para Agustín González), el premio del Círculo de
Escritores Cinematográficos al mejor director, tres Fotogramas de Plata (actor
para Jorge Sanz, actriz para Ariadna Gil, y película) y hasta una nominación al
Oso de Oro en Berlín. Se hizo, además, con nueve premios Goya, entre ellos
mejor película, director, guión y actor de reparto para Fernando Fernán Gómez,
que ganó al también nominado Gabino Diego. Desgraciadamente, la cantidad de
actrices que trabajaron en ella no podían figurar entre las nominadas, así que
la cosa quedó peor repartida en ese sentido. Ariadna Gil se hizo con el de
actriz, mientras Chus Lampreave hizo lo propio con el de actriz de reparto,
arrebatándole el premio a Mary Carmen Ramírez. Jorge Sanz no ganó el de mejor
actor, y Penélope Cruz y Maribel Verdú ni siquiera estuvieron nominadas. La
primera, al menos, sí conseguiría nominación ese año como actriz por “Jamón,
jamón”, perdiendo frente a Ariadna Gil. Todo un reconocimiento para una de las
películas españolas más premiadas.
Una partida de campo
Al comienzo del reportaje mencionaba a Monet y Renoir. No es casualidad,
pues todo “Belle Époque” desprende aroma a campiña francesa, a sueño esbozado
por genio de la pintura, como si de un cuadro se tratase. Y era éste precisamente
el tono que buscaba Trueba para la película. Antes de comenzar a gestar la
historia, el realizador les mostró a Azcona y García Sánchez “Partie de Campagne”,
de Renoir, para mostrarles el aroma que quería imprimir a la película.
Pero por encima del aspecto estético, que está
plenamente conseguido gracias a los parajes encontrados en Portugal, lugar de
filmación, se aprecian numerosos rasgos característicos de los trabajos del
cineasta francés: el amor a la vida, la sensación de libertad, la exaltación de
los sentidos o la influencia del paisaje y la naturaleza en los sentimientos. Los
personajes de “Belle Époque”, como los de “Partie de Campaigne” o “La règle du
jeu”, huyen de la ciudad a un ambiente más puro y salvaje, en el que, en
contacto con la naturaleza, quedan abolidas ciertas normas y prejuicios, donde
afloran los instintos. También son característicos los enredos amorosos como
motor de la historia, y la necesidad de elegir del personaje principal, y la
aproximación a la tragedia hacia el final. En la banda sonora también se respira
cierto toque francés gracias al formidable trabajo de Antoine Duhamel, colaborador
en diversos filmes de la nouvelle vague,
que aportó música popular y tradicional francesa a la partitura cinematográfica,
y con quien Trueba ya había colaborado en “El año de las luces” y “El sueño del
mono loco”. Volverían a coincidir en “El embrujo de Shanghái” y la también
multipremiada “La niña de tus ojos”.
Estas referencias podrían explicar el título francés
de la película, pero incluso en este aspecto, Trueba fue más allá. La Belle
Époque es como se conoce al período de la historia de Francia comprendido entre
1890 y 1914, que precedió a la llegada de la I Guerra Mundial.
Retrospectivamente, estos años previos son en comparación mucho más bellos que
los que llegarían posteriormente, con dos guerras mundiales y una crisis
económica mundial como catalizadores de los miedos de toda la población
mundial. Durante este periodo el placer reinaba y la alegría de vivir
caracterizaba la vida cotidiana.
Así, Trueba aplica el mismo concepto al mundo en que viven los
personajes, que han preferido huir del bullicio de la ciudad para refugiarse en
un ambiente bucólico donde dar rienda suelta a sus pasiones, a la libertad de
pensamiento, al libre albedrío. Mientras, el mismo país vive un falso estado de
bienestar. La acción transcurre en los albores de la II República, y aunque la
alargada sombra del crack del 29 les está tocando de lleno desde el punto de
vista económico, los españoles ven un rayo de esperanza en el fin de la
monarquía. Un país que se siente libre, feliz, y en el que un joven desertor
del ejército es acogido por un hombre mayor liberal, padre de cuatro bellísimas
chicas con las que coquetear.
Pero todos sabemos cómo acabó la historia. La comedia alegre que propone
Trueba se vuelve tragedia hacia su desenlace, con el suicidio del cura y el fin
de la libertad de Fernando, cuando ya ha elegido a quién quiere y se casa con
ella. Pero hubo un final aún más desgarrador, el que viviría el país unos años
después. La Guerra Civil, y la posterior dictadura franquista, acabaron con el
sueño de la España que pudo ser y no fue, la república democrática que en la
España de los años 30 no tuvo dónde asentarse y florecer, pero que existió
durante un pequeño periodo. Algunos soñadores lo vivieron. Ésa fue su belle
époque.
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