jueves, 30 de agosto de 2007

LA CRÍTICA

La jungla 4.0 ***

Yippy ka hey!

John McClane siempre ha estado en el lugar equivocado en el momento menos oportuno. Convertido en héroe a su pesar y en azote de la amenaza terrorista sólo combatible mediante su propia filosofía de disparar sin hacer una sola pregunta, ha estado en medio de un gran robo en un emblemático edificio, en un aeropuerto tomado por terroristas y en un juego personal al gato y el ratón con un maníaco y sus bombas esparcidas por toda una ciudad.

No es de extrañar que en una cuarta entrega, y dados los tiempos que corren, hayan elegido situar al protagonista con la sonrisa más socarrona de la historia del cine de acción en medio del terrorismo virtual, de la crisis de una sociedad cuando le suprimen su exceso de información. Porque McClane es un dinosaurio anclado en la era analógica que sigue escuchando a los Creedence Clearwater Revival. Un reloj de cuerda en un mundo digital, perdido entre tanto malo experto en artes marciales, sofisticados softwares y audaces hackers que con una sola palabra de su jerga dejan fuera de juego al indestructible John. “La Jungla 4.0” tiene de todo un poco. Es la enésima demostración de que John McClane está fuera de lugar pero sigue siendo efectivo, fiel a su espíritu devastador usando sus propios puños y un arma. No importa que sus enemigos sean sofisticados expertos en informática, pues al final lo que impera es la paliza pura y dura.

Está claro que esta cuarta entrega de la saga es un vehículo de lucimiento para Bruce Willis, ya orgulloso de su calvicie y que sigue demostrando que en materia de actores de acción es de los mejores, aunque lo mismo sirve también para comedia, drama y terror, manteniendo la sonrisa sin resultar molesto. Pero si algo desprende “La Jungla 4.0” en cuanto a su actor protagonista es lo mismo que hace perderse a su papel en la película. Willis, a pesar de ser su película, se encuentra en medio de un carrusel de secuencias de apabullante descarga de adrenalina, un festín digital que casi ensombrece al personaje entre tanto caos de coches volando sobre su cabeza, jets amenazantes a la vuelta de la esquina y trampas mortales en el interior de un ascensor. Es la norma de la industria de cuanto más mejor.

A la relativa pérdida del personaje/actor en su propio entorno, quien sin embargo logra lucirse en más de una escena paliando así la sensación de atragantamiento digital -el momento en que el personaje refunfuña por su mala suerte es ya una constante en la saga-, hay que unir la sensación de que realmente no estamos del todo ante una película de John McClane. Falta, como ya dije, el verdadero lucimiento del protagonista entre tanto despliegue de medios técnicos, pero también un malo de renombre -Alan Rickman y Jeremy Irons dejan en ridículo al desconocido Timothy Olyphant-, un compañero a la altura -Justin Long no es Samuel L. Jackson- , e incluso ese sentido del humor que a veces posee -atención al careo con Kevin Smith acerca de “Star Wars”-, pero que es insuficiente. Podría haber sido otra película de acción con Willis de protagonista y habría dado lo mismo, aunque la expectación no habría sido la misma.

Esta apoteosis fruto de la era digital en la que toda proeza de abuelo Bruce está permitida es notablemente inferior a las dirigidas por John McTiernan, y echa un digno pulso con la segunda entrega de Renny Harlin. Len Wiseman pone su toque videoclipero particular que se deja notar en la fotografía y las secuencias nocturnas como hiciera en las dos entregas de “Underworld”, y ante todo ofrece un producto entretenido y que nos devuelve a un actor a la primera línea del cine que le dio la fama cuando decidió enfrentarse él solito a toda una horda de terroristas en cada una de las plantas del Nakatomi Plaza al grito de “Yippy ka hey!”. Se echaba de menos la frase, soltada al final de la película para contentar a los fans, pero seguiremos echando de menos al verdadero McClane.

Fecha de estreno: 7 de Septiembre

Título original: "Live Free or Die Hard"; Género: Acción; Año: 2007; Nacionalidad: EEUU; Duración: 123 minutos; Dirección: Len Wiseman; Guión: Mark Bomback; basado en un argumento de Mark Bomback y David Marconi; sobre el artículo "A farewell to arms" de John Carlin; Intérpretes: Bruce Willis, Justin Long, Timothy Oliphant.

sábado, 25 de agosto de 2007

LA CRÍTICA

CAÓTICA ANA ***1/2

Las vidas de Ana

Todos los que nos hemos sabido dejar llevar por el soplo de viento que supone el cine de Julio Medem tenemos una película iniciática en su filmografía. En mi caso no podría imaginar mejor iniciadora al turbador universo del realizador vasco que “Tierra”, por ser la obra quizás más cercana al público y en la que ya quedan asentadas las constantes del mundo de uno de los directores más personales de nuestro cine. Todo lo que se pueda ver después supone planear sobre las vidas de unos personajes avocados a la tragedia y el sexo sucio, explorar sus infinitos agujeros a través de los cuales tejer tu propia historia, verte en medio de cíclicos encuentros azarosos en medio de un gélido paisaje. En definitiva, bucear aún más si cabe en su particular manera de ver el cine como un medio en el que todo es posible, incluso romper los esquemas lógicos narrativos.

“Caótica Ana” tiene ese portentoso y característico aroma a cine de Medem. Los personajes son seres libres como pájaros a punto de caer en sus propios abismos, cerrados en sus puertas mentales personales detrás de las cuales existe una nueva vida. Seres independientes en apariencia, pero necesitados los unos de los otros, ya sea por la búsqueda de simple placer o por el encuentro del amor verdadero. El director echa una vez más una mirada a la mujer, a la que siempre ha mimado en su filmografía a pesar de mostrarla en toda su carnalidad, como objeto de deseo de los hombres pero como verdadera matriarca social. Y lo hace para contarnos en esta ocasión una de las muchas vidas de Ana, una joven recién salida de la cueva del monstruo para ir a parar al centro mismo de Madrid, donde dará rienda suelta a su libertad artística y espiritual.

No estamos ante una película tan cercana como lo fue “Tierra”, sino más próxima a la complejidad de “Lucía y el sexo” e incluso a la de “Los amantes del círculo polar”. Un viaje hipnótico en el que cualquier puerta puede ser abierta y que avanza como una cuenta atrás, como los pasos a los que Ana, en un intento de descubrirse a sí misma y entender al hombre, se ve sometida en su hipnosis.

Llegados al paso número 3 de la hipnosis ocurre algo con lo que un fan de Medem como yo no está de acuerdo. En lugar de sumergir al espectador como bien lo venía haciendo en su primer tramo a un caos sin remedio pero anunciado, “Caótica Ana” opta por escoger una de las muchas puertas posibles de la vida de Ana que es mejor no desvelar, y nos ofrece alguna que otra explicación de la trama redundante. Lo bueno del cine de Medem es la interpretación que se puede hacer de sus ensoñaciones oníricas, de su juego de personajes capicúa y encuentros fortuitos. La puerta elegida final, sin embargo, se perfila como la explicación de algo que ya se intuía pero que no necesitábamos conocer. Es decir, el camino que elige su director, a pesar de ser consecuente con la historia, puede no ser del agrado de los que hemos disfrutado con una primera hora y media que reboza la magia de su cine por todos sus poros. La secuencia final en un hotel americano, pretendidamente aleccionadora acerca de la bondad y maldad del hombre, y con claras reminiscencias a la crítica política, se hace incluso algo ridícula en su desarrollo.

Con todo, su redundante desenlace no acaba con el conjunto de la que puede que no sea su mejor película, pero ni mucho menos una de las peores. Para el recuerdo queda la siempre deslumbrante fotografía, la también hipnótica banda sonora, el descubrimiento de un talento como Manuela Vellés y la confirmación de la cantante Bebe como actriz sublime. Un homenaje a todas las Ana que han pasado por la vida de Medem, tanto las que están como las que no, siempre vivas a través de esos cuentos llenos de agujeros que nos regala en cada nueva película.

Título original: "Caótica Ana"; Género: Drama; Año: 2007; Nacionalidad: España; Duración: 113 minutos; Dirección y guión: Julio Medem; Intérpretes: Manuela Vellés, Charlotte Rampling, Bebe, Asier Newman, Nicolas Calazé, Raúl Peña, Matthias Habich, Lluís Homar

Web oficial
Crítica también disponible en locoporelcine.com y Locos_Por_El_Cine

miércoles, 22 de agosto de 2007

30 años sin Groucho

"Disculpen que no me levante". Así reza el epitafio de Groucho Marx, uno de los mejores cómicos que ha dado el siglo XX. Su frase de despedida no fue más que una de las muchas citas y ocurrencias célebres de este animal mediático que cultivó las facetas de actor teatral y cinematográfico, escritor y hasta presentador de televisión en los 50 con un programa, “Apueste su vida”, que le acercó a un público que ya hacía décadas que había olvidado a los Hermanos Marx.

Junto a sus hermanos, de nombres artísticos Harpo y Chico, realizó 14 películas de las 18 de su filmografía, en su gran mayoría éxitos de taquilla. Los esquemas narrativos de sus filmes eran siempre los mismos, pero merecían la pena por ver en escena ese humor irónico que Groucho, nacido en el seno de una familia de inmigrantes judíos alemanes bajo el nombre de Julius Henry Marx, impregnaba a los improvisados guiones. Incluso repetían papeles similares en cada película actrices como Margaret Dumont o Sam Wood en la dirección.

Se cumplen tres décadas del fallecimiento de este genial cómico que desarrolló como pocos el humor inteligente. Desde este blog se le rinde homenaje al actor que incluso fuera del cine hizo reír a un servidor. No es el objetivo realizar una biografía completa del personaje, pues eso le habría parecido plomizo al mismo Groucho, y a mí también, ni tampoco trataré de ser original buscando recovecos de su vida y personalidad que ya se conocen pero están ocultos para muchos. Me limitaré a hacer lo que todos, proporcionar esas chispeantes frases que nos legó para la posteridad en otro blog que he encontrado merodeando por la red. De boca de Groucho suenan mejor, así que les animo a revisar sus películas.

Frases célebres

sábado, 18 de agosto de 2007

Mis 10 momentos cinematográficos

Hace unos días una famosa cadena de televisión pública emitía todo un clásico, la primera honorable y lujosa adaptación de uno de los comics emblemas de DC, “Superman”. Reviví un instante mágico, aquel en el que Superman/Clark Kent llevaba volando a Lois Lane de la mano sobre los edificios de Nueva York con la música de John Williams. En aquel momento vinieron a mi mente otros instantes igualmente mágicos, de esos que hicieron que me subiera desde el estómago al corazón una sensación nerviosa, indescriptible, como de enamoramiento, pelos erizados incluidos. La siguiente lista recoge 10 de esos momentos cinematográficos, o al menos aquellos que he conseguido recordar. Momentos en los que mi piel se puso literalmente de gallina, ya sea por el horror de las imágenes o por la belleza de las mismas. Si falta alguno se irá añadiendo en una segunda entrega.

1. Clark Kent y Lois Lane vuelan juntos de la mano en “Superman” (Richard Donner, 1978), ayudados por la romántica banda sonora de John Williams.

2. Darth Vader (ojo, con la voz de Constantino Romero) confiesa a Luke Skywalker que es su padre en “El imperio contraataca” (Irvin Kershner, 1980). De nuevo la música de John Williams y el grito de negación de Mark Hamill hicieron su trabajo.

3. Oskar Schindler (Liam Neeson) contemplando a la niña de rojo en medio de un holocausto monocromático en “La lista de Schindler” (Steven Spielberg, 1993). Ahora bien, es difícil quedarse con uno de tantos momentos de esta obra maestra.

4. Sam Neill y Laura Dern contemplando los dinosaurios por primera vez en “Jurassic Park” (Steven Spielberg, 1993). Me uní a su cara de estupefacción. Es la magia spielbergniana hecha realidad.

5. Hobbits, humanos, elfo, mago y enano contemplando los majestuosos Argonats en “El señor de los anillos: La comunidad del anillo” (Peter Jackson, 2001). Ver en pantalla grande semejante proeza mereció la pena, aunque fuera digital.

6. Bruce Willis salvando a la familia de manos del psicópata en “El protegido” (M. Night Shyamalan, 2000), o la familia salvando al propio Willis de la piscina. La maestría siempre presente de Shyamalan hizo que la figura del encapuchado frente a sus salvadores quedara grabada en mi retina. Aunque no es el único momento del film.

7. El exterminio inicial de los ciudadanos en “La guerra de los mundos” (S. Spielberg, 2005). Tom Cruise cubierto de cenizas humanas a medida que corría hizo que se me pusieran los pelos como escarpias.

8. El vídeo familiar, con extraterrestre intruso, de “Señales” (M. Night Shyamalan, 2002). Me uní a la cara de asombro y acongojo de Joaquin Phoenix y hasta me llevé las manos a la boca como él.

9. Las crudas y manipuladoras escenas de “La pasión de Cristo” (Mel Gibson, 2004). Gibson consiguió estremecer como quería, y aunaba como pocos una obra de arte (estéticamente es perfecta y cautivadora) con unas secuencias tan salvajes que a veces tuve que apartar la mirada.

10. El yuppie ejecutivo acribillado a balazos en “Robocop” (Paul Verhoeven, 1987). La sensación de impotencia y pánico del que sabe que morirá con tan sólo unos segundos de antelación y sin ayuda alguna de sus compañeros me invadió. Uno, que es más humano que la máquina Verhoeven.

¿Y los tuyos cuáles son?

sábado, 11 de agosto de 2007

LA CRÍTICA

Carretera al infierno (2007) **1/2

Lo que Michael Bay nunca haría

Michael Bay parece haber descubierto en su etapa de productor el filón cinematográfico perfecto para amasar fortuna. El cine de terror de los 70 y 80 se está viendo innecesariamente remakeado por un director no contento con castigarnos con sus propuestas veraniegas del estilo “La isla” o “Transformers”. Sin ser grandes películas de terror, sino más bien un eterno videoclip, “La morada del miedo” y “La matanza de Texas (2004)” eran dos dignas, en especial la última, vueltas de tuerca de dos clásicos que no requerían ser revisitados y que se veían mejorados por sus insatisfactorios remakes.

“Carretera al infierno” se ha convertido tras dos décadas de su estreno en todo un referente del slasher ochentero por méritos propios. El sufrido protagonista, un convincentemente estupefacto C. Thomas Hawell, veía su apacible travesía a San Diego ensombrecida por un sanguinario psicópata con el inmejorable rostro y provocante sonrisa de Rutger Hauer. La cinta de Robert Harmon era un delirio de principio a fin, a veces creíble y otras veces excéntrico, tan pervertido que en su propia falta de credibilidad poseía la clave de su éxito.

El objetivo en palabras del director de la versión de 2007 Dave Meyers era hacer una película mucho más realista, más cercana al público de nuestra era que a la serie B a la que nos tenían acostumbrados por aquellos años. “Carretera al infierno” versión 2007, a pesar de poseer ese look visual heredero del vídeo musical que supera al original, no soportaría un pulso con su modelo. Desde que empieza hasta que termina es un calco de la película de Harmon con escasas variaciones. Algo más sangrienta, con secuencias extendidas y alguna que otra suprimida y un cambio en los personajes protagonistas que buscará en el tramo final sorprender a los que hemos visto la película original con un cambio de roles que no hace más que empeorar la situación. Los que vieran la anterior, y no sigan leyendo este fragmento si no quieren deducir el final, posiblemente estarán de acuerdo conmigo en que la venganza final es más épica y evocadora en manos del chico protagonista, por no variar en exceso la película de Harmon.

Una copia mejorada visualmente, con golpes de efecto incluidos, pero no espiritualmente. Escrita en parte por el mismo guionista, Eric Red, lo que sí puede desprenderse de esta versión es que parece haber sido dirigida en ocasiones por el propio Michael Bay. Su característica fotografía, sus atronadoras secuencias de persecución adrenalítica, sus constantes movimientos de cámara. Todo eso está presente en una película que parece haber sido realizada por el director antes de su última “proeza” como director, pero que no contento con un género que no es el suyo, con algo que no le interesa hacer, ha atribuido a otro.

Versión adolescente y poco febril de un icono de los 80 del mismo título, “Carretera al infierno” copia a la original introduciendo algunas variantes en un ejercicio que nos recuerda al mimetismo de “Las colinas tienen ojos” de Alexandre Ajá. Sin embargo, lo que éste hacía propio de manera sobresaliente, Meyers convierte en más de lo mismo pero parcamente redimensionado, y con el tufillo a película bayniana en cada fotograma.

Título original: "The Hitcher"; Género: Thriller; Nacionalidad: EEUU; Año: 2007; Duración: 83 minutos; Dirección: Dave Meyers; Guión: Jake Wade Wall y Eric Bernt, basado en el guión de Eric Red para la película "Carretera al infierno" (1986) de Robert Harmon; Intérpretes: Sean Bean, Sophia Bush, Zachary Knighton, Neal McDonough

Estreno el 24 de Agosto

Crítica disponible en locoporelcine.com

sábado, 4 de agosto de 2007

LA CRÍTICA

PLANET TERROR *****

¡Que regresen las sesiones dobles!

La serie B comprendía en sus inicios a toda producción rápida y de muy bajo presupuesto ofrecida en sesiones dobles y usada por las grandes productoras como relleno de obras mayores y como maquinaria para justificar el sueldo de todo el equipo. A principios de los 50 esta política desapareció, y se denominó a la serie B como toda obra menor realizada por una pequeña productora y en ocasiones vendida a las “majors”. El objetivo en ambos casos era ofrecer a un público cada vez más numeroso todo aquello que no podían ver en televisión, culminando con la aparición definitiva del “gore” en el cine. A partir de ahí, todo el que quisiera ver miembros amputados, sangre a borbotones, seres mutantes e incluso algo de sexo bizarro tenía su oportunidad en las por entonces vigentes sesiones dobles de los años 70.

Grindhouse. Así han llamado Robert Rodríguez y Quentin Tarantino a esta doble sesión, mutilada en España por los malditos hermanos Weinstein, en honor a esos cines donde se proyectaban películas de presupuesto ajustadísimo, un medio de evasión para los espectadores ávidos de ver algo distinto en pantalla grande. Lamentablemente, la mala idea de los Weinstein de estrenarlas por separado ha hecho perder el concepto innovador de dos cinéfagos ajenos a la maquinaria hollywoodiense, que deben ver cómo su original propuesta queda sesgada por querer comercializar un proyecto de pura serie B a través de una gran productora. Incluso tendremos que esperar al DVD para ver los falsos trailers que acompañan a las películas, habiendo sobrevivido el imponente “Machete” de Rodríguez, en el que sólo unos minutos bastan al gran Danny Trejo para lucirse.

Más cercana a la serie Z que a la B, “Planet Terror” hace callar las voces de quienes veían a Rodríguez como un autor menor, un devorador de cine influenciado por papá Tarantino, al que siempre hemos visto más talentoso y original, y cuyo “Death Proof” está ensombreciendo temprana e injustamente a este delirio del director mexicano. A algunos nos ha costado, aunque ya nos hemos convencido, de que Rodríguez ama tanto o más al cine con el que creció que su “hermano” Tarantino, y desde estas líneas se reivindica de principio a fin su nueva película.

Estamos ante una orgía sanguinolenta y tremendamente divertida de zombies más horrendos que de costumbre, chicas con metralleta en lugar de pierna -el personaje de Rose McGowan está llamado a ser un clásico de nuestro tiempo-, personajes ridículamente dibujados, un guión que no se sostiene en algunos momentos, casquería a troche y moche y humor exagerado, sucio, tan putrefacto como los muertos vivientes que por sus quemados rollos de película pululan.

En este descomunal homenaje a Romero todo está permitido: matar perros y niños -el propio hijo del director muere en la película-, cameos típicos de la casa -desde los inolvidables Jeff Fahey y Michael Biehn a los ya habituales Bruce Willis, Michael Parks y Tom Savini, que siempre tiene la suculenta manía de morir a lo bestia-, e incluso cortar detalles relevantes de la trama y una secuencia que se apuntaba sexualmente explícita de la manera más elegante posible, cortando el rollo como en esos cines de antaño a los que el proyecto debe su buen nombre.

Olvídense de “28 semanas después” -contienen ambas la misma secuencia, mucho más acorde con el conjunto en el caso de “Planet Terror”-, “Amanecer de los muertos” y demás (dignos, eso sí) sucedáneos del cine de terror infectado actual. El cine de zombies que esta cinta exhibe y en la cual su realizador se encuentra campando a sus anchas no se había visto desde la dorada época de los 70 y 80 en títulos como “Nueva York bajo el terror de los zombies”, “Posesión infernal” o “Demons”, ejemplos que sin embargo no superan en efecticismo a este derroche de ingenio, mala uva y cine kitch que debe ser reivindicado tanto como esa otra película a la que acompaña en esta doble sesión de la que, como antaño, pedimos enfervorecidamente más entregas.

Título original: "Grindhouse: Planet Terror"; Nacionalidad: EEUU; Año: 2007; Género: Terror; Duración: 97 minutos; Dirección y guión: Robert Rodriguez; Intérpretes: Rose McGowan, Freddy Rodriguez, Marley Shelton, Josh Brolin, Jeff Fahey, Michael Biehn, Michael Parks, Naveen Andrews, Stacey Ferguson, Bruce Willis, Quentin Tarantino, Tom Savini

Crítica disponible en locoporelcine.com

jueves, 2 de agosto de 2007

Adiós a tres grandes del cine

Hace unos días nos sorprendíamos por la muerte de Ulrich Mühe, el gran protagonista de “La vida de los otros”. Ahora otros tres grandes maestros del cine europeo nos han dejado a una edad mucho más avanzada que la del actor alemán.

Las noticias se hicieron eco el lunes del fallecimiento de uno de los grandes maestros del siglo XX, Ingmar Bergman. Realizador sueco creador de joyas como “El séptimo sello”, “El silencio”, “Gritos y susurros”, “Fanny y Alexander” o “Sonata de Otoño”, entre un total de más de 50 filmes. Se despidió en 2005 con otra joya, “Saraband”. Siempre se vio a los fans de Bergman como culturetas, pero su cine si bien es denso y moralizante no es tan difícil de digerir como algunos predican. Siempre preocupado por temas como la soledad y la muerte, la limpieza en sus imágenes y su puesta en escena, ayudado por unos actores pletóricos que amenizan el metraje, hacen de su cine un referente de la segunda mitad del pasado siglo, y para nada debemos dejarnos llevar por los comentarios de que su cine es sólo apto para cultos. Otorgó una lección de cine inolvidable a todos los que disfrutamos sus películas, sin por ello resultar su obra ni pedante ni plomiza.

El siguiente gran profesional, del que poco o casi nada se hicieron eco en los medios, es el actor francés Michel Serrault, un enorme actor cómico de cine, teatro y televisión ganador de tres César, con más de 130 películas a sus espaldas y más de medio siglo de profesión. Alcanzó fama con la comedia de los 80 “La jaula de las locas”, en la que interpretaba a un homosexual, aunque para los más recientes su cara nos suena más de películas de los 90 como “Nelly y el Sr. Arnaud”, “El libertino”, “La máscara del faraón” y “Los actores”. Su extensísima carrera abarca trabajos con Jacques Demy, Claude Chabrol o Roger Vadim, entre otros muchos.

El tercer homenajeado y tristemente fallecido es el que posiblemente más ha marcado mi condición de cinéfago, gracias sobre todo a una película memorable, perfecta, precursora inconfesa de “La conversación” de Ford Coppola. “Blow-Up, deseo de una mañana de verano” era la crónica de un asesinato no esclarecido, la obsesión insana de un fotógrafo sumido en un pánico inexplicable por creer que ha descubierto un asesinato a través de sus fotos. Joya recomendable para los que crean que el cine es pura ilusión (eso no se cree, se sabe), “Blow-Up” no fue más que una pequeña muestra de un maestro como Michelangelo Antonioni, siempre pendiente de la estética neorrealista italiana de sus obras (“Blow-Up” es una muestra de ello), y que nos brindó otras buenas películas como “Más allá de las nuebes” (codirigida junto a Wim Wenders), “El desierto rojo” y “El eclipse”. Recibió un Oscar honorífico en 1995 y el Oso de Oro en Cannes por “La noche”, así como el León de Oro en Venecia por “El eclipse”. “Blow-Up” ganó asimismo la Palma de oro en Cannes. Falleció el mismo día que Bergman, el 30 de Julio, pero no se le dedicó tanto hueco en los medios.

En paz descansen.