viernes, 17 de diciembre de 2010

LA CRÍTICA

Balada triste de trompeta ***

Había una vez un circo llamado España

Hay que advertirlo desde el principio, para que nadie se sienta engañado: “Balada triste de trompeta”, pese a lo que puedan decir de ella o lo que la carrera de su realizador pueda sugerir, no es en absoluto una comedia. Ni siquiera es una comedia negra y macabra. Es más bien una monumental broma, una burla de esta España nuestra tan herida en su interior que debe recurrir a la carcajada siniestra en su exterior.

Esta balada triste, que debe su título a una canción de Raphael que describe perfectamente el espíritu de la cinta, está protagonizada por dos payasos desfigurados tanto física como emocionalmente. Dos víctimas de una etapa de nuestra historia tapada por el afán de algunos de acabar con la memoria histórica. Uno es el payaso tonto, el dictador, brutal en sus maneras y amante de los niños, caracterizado por el inmenso Antonio de la Torre. El otro es el payaso triste, condenado a sufrir toda su vida y a vivir siempre a la sombra del tonto, con el convincente patetismo del polifacético Carlos Areces. De su padre, fallecido en la Guerra Civil sin abandonar apenas su disfraz, ha heredado una sed insaciable de venganza de un régimen que le ha negado algo más que a su progenitor: su propia infancia. Y esas ansias de venganza las vierte en contra del payaso tonto, que además del protagonismo le roba a su amada, Natalia, otra desfigurada por las circunstancias que debe debatirse entre vivir con miedo, algo que le da un morbo indescriptible, o en paz con alguien que no le hará daño jamás, encarnada por Carolina Bang, correcta dentro de sus limitaciones interpretativas.



Completamente acertada en sus sublecturas, que van desde lo inverosímil de una guerra fratricida hasta el hecho de ser más un circo de bufones enviados a luchar sin motivo que una contienda, la última película de Álex de la Iglesia recurre a viejos fantasmas de su filmografía –el payaso tonto metralleta en mano recuerda al Tubullar Killer del corto “Mirindas asesinas”, el clímax final se desarrolla en un monumento simbólico, como en “El día de la bestia” o “La comunidad”, y la rivalidad mortal de sus protagonistas recuerda mucho a la de los cómicos de “Muertos de risa”- y los junta con otros fantasmas de nuestra historia aún reciente, dolorosa.


Es además un homenaje a esos monstruos que han forjado al director, para bien o para mal, resumidos en sus apabullantes créditos iniciales, mezclando a Paul Naschy con el Frankenstein de Karloff o Adolf Hitler, y que marcaron su infancia al igual que la de sus personajes. Porque si algo se desprende de esta carcajada escalofriante a nuestra historia es el hecho de que estamos ante la obra más personal de su creador, capaz de ofrecer una de cal y otra de arena, de ser excesiva en su violencia como cruel en sus chistes y fría en su ejecución, como fue la misma niñez de de la Iglesia, esa en la que vivía con el miedo a la represión y la hostilidad cotidiana de día y de noche se iba al circo o veía a los hermanos Marx por la tele. En ese sentido, la primera secuencia resume perfectamente este ambiente.


“Balada triste de trompeta” es valiente, necesaria, pero a la vez es incómoda para el espectador. De la Iglesia filma su film más personal, que no el mejor, pero a la vez el menos accesible de su filmografía, capaz de regalar momentos memorables –la transformación del payaso triste- y otros patéticos. Cuesta simpatizar con su trama, con sus personajes, y el halo que la rodea es el de una risa encubierta, tímida, que es imposible soltar a pesar de algunas situaciones cómicas y a la vez terribles. Por sus innumerables excesos y abusos –el caótico montaje y uso de la cámara, algunas situaciones imposibles, ciertos detalles técnicos cuestionables- le va a costar a muchos espectadores entrar en este circo dentro de otro circo y disfrutar con las bromas de estos dos payasos que deberían tener gracia, pero a los que la historia les ha desfigurado el sentido del humor.


A favor: sus múltiples sublecturas, y la transformación del payaso triste
En contra: sus excesos y abusos pueden pasarle factura para el público

5 comentarios:

Antoine Doinel dijo...

A ver si la puedo ver este finde y comentársela...

Vittorio Chopiek dijo...

Linda critica, que no se atarda a decir si es buena o mala la peli Solo si lo que dice es relevante, al parecer si. Me llama mucho la atencion.

El Cinéfago dijo...

Esperaré tu comentario sobre la peli Antoine. Y muchas gracias Vittorio, más que dejar claro si la peli merece o no la pena me interesaba plasmar lo que se desprende de ella, pero sí que dejo claros sus aciertos y sus limitaciones. ¿Personalmente? No la recomiendo a todo tipo de público, pues no será plato del gusto de todos. En mi opinión no es buena, pero tampoco mala, no me atrevería a hacer una crítica sobre esta peli polarizándome de esa manera. Sólo diré que me ha dejado en tierra de nadie, no estoy ni a favor ni en contra de ella. Ya cuando la veas decidirás tú mismo si su discurso y la película en sí merecen la pena. Un saludo.

Amo el cine dijo...

Cinefilo, me parece acertada tu critica. En lo personal por momentos me gustaba pero siempre me quede con la sensacion de que quedaban escenas sin eplotar todo lo que podrian haber brindado
Gracias por el articulo

El Cinéfago dijo...

Muchas gracias por tu comentario, Amo el cine, y me alegro de que te haya gustado la crítica. Y tienes razón, la peli gusta y funciona a ratos... otros son bastante patéticos y muchos mal aprovechados.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...