martes, 19 de enero de 2010

LA CRÍTICA


Up in the air ***1/2

Maletas vacías

A Ivan Reitman, el mítico aunque impersonal director de “Cazafantasmas”, le ha salido un hijo con talento. Ya lo intuíamos en sus dos trabajos anteriores, y “Up in the air” vuelve a confirmarlo. Capaz a través de pequeñas historias de tocar la fibra, aunque sin hacer sangre, de los más espinosos temas, Jason Reitman, habilidoso guionista y solvente realizador, ha vuelto a dar en la diana con esta comedia con espíritu indie pero con alma de gran película, destinada a las grandes audiencias a las que el director ya empieza a estar acostumbrado pero sin abandonar su mirada independiente.


En un mundo excesivamente globalizado y afectado por una enorme crisis financiera encontramos a un experto en el aquí convertido en arte de despedir a las personas tratando de proporcionarles la experiencia menos traumática posible. La empresa para la que trabaja Ryan Bingham gana así más clientes mientras más despidos sufran las grandes compañías, y encuentran en la crisis su mejor momento financiero contratados por aquellos que no tienen lo que hay que tener para echar a los trabajadores de sus puestos. Bingham es un errante, un nómada con demasiadas tarjetas vip en su cartera, un dinosaurio sin tiempo para las relaciones personales y con una maleta poco abultada. ¿El objetivo? Recorrer la mayor cantidad de millas y ahorrar tiempo para llegar al siguiente destino.


Pero algo hace peligrar la filosofía de vida de este tiburón en su negocio: la aparición de una aprendiz con muchas ideas pero sin demasiada experiencia profesional que ha logrado juntar la globalización y la localización en un único término, la “glocalización”, por la cual la compañía ahorrará dinero en viajes mediante el despido a distancia, con una pantalla de ordenador como intermediaria.
De lo único de lo que puede acusarse a “Up in the air” es de acomodarse en cierto tramo de su relato, cuando aún están perfilándose sus personajes, y pisar terrenos demasiado convencionales. Es decir, que en sus viajes con la joven aprendiz, que aboga por la importancia de tener una familia, una pareja y un destino marcado más allá de lo que deparará el próximo aeropuerto, y a partir de las relaciones esporádicas con una guapísima ejecutiva que sigue su mismo estilo de vida, Bingham irá descubriendo el valor de llevar la maleta más llena de recuerdos, lugares y sobre todo personas de confianza que vacía de contenido.


Este agotamiento de la historia era algo de lo que ya padecían “Gracias por fumar” y “Juno”, prometedoras e ingeniosas en su planteamiento pero que a medida que se desarrollaba la historia se volvían demasiado arquetípicas. Pero como ocurría en aquellas, Reitman remonta el vuelo en el tramo final y toma una vía secundaria que no satisface, para bien, las previsiones y los deseos de los bienpensantes.


Un gran guión el de su director para esta comedia cargada de cotidianeidad y de diálogos brillantes que se apoya en las soberbias interpretaciones de su trío protagonista. George Clooney brilla con luz propia y encandila a la cámara, mientras que Vera Farmiga corrobora su status como una de las mejores actrices del Hollywood actual. Por su parte tenemos un descubrimiento, el de Anna Kendrick, sorprendente en su papel de ilusa en la vida pero fiera en los negocios (cuando no tiene que lidiar con las personas a las que despide, claro está). El primero con la maleta preferiblemente vacía y sin nada que le ate al suelo, la tercera con la maleta totalmente llena y la segunda en tierra de nadie, y que marca ese giro que consigue que la última película de Reitman se vuelva imprevisible tras ese tramo que desprende demasiado convencionalismo por frase.

A favor: el guión de Reitman, el trío protagonista y que al final remonta el vuelo
En contra: se agota a sí misma a medio metraje y pisa terrenos demasiados convencionales

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