El triunfo del humanista Ang Lee
Lo más claro y positivo
que se podría decir de Ang Lee es que es uno de los directores más versátiles e
inquietos de su generación. Un taiwanés que lo mismo disecciona las raíces
sociales y culturales de su tierra, que se atreve con el universo marvelita, que lleva a la pantalla el
clasicismo de Jane Austen o que analiza con lupa a Occidente con ojo clínico,
que lo mismo hace el western más valiente que la película de artes marciales
más innovadora de los últimos años.
Así que nadie debería
sorprenderse si la adaptación de una novela tan multicultural y mística como
“La vida de Pi” cae en sus manos, porque no podría haber caído otras mejores.
Lee, siempre interesado en el choque cultural, social y religioso de los seres
humanos, independientemente del contexto en que se desarrollen, es el
realizador perfecto para llevar a la gran pantalla la historia de este hindú cristiano
e islamista, y a la vez futuro judío, proveniente de la India francesa y
residente en Canadá que cuenta una increíble historia de supervivencia y
descubrimiento personal ante un atónito escritor en busca de un relato que
contar.
No es la primera vez
que el director acepta un reto digital. No olvidemos la malograda “Hulk”, con
la que “La vida de Pi” comparte un aspecto positivo y otro negativo. Ambas
adolecen de un sentido del montaje que puede pasarle cierta factura, a pesar de
sus prodigios técnicos, aunque en este caso no es tan extremo como en aquella.
Porque pese a dichos excesos, “La vida de Pi” es una fabulosa odisea homérica
que se pasa en un suspiro, que maravilla gracias a su genial composición
artística mezcla de una fotografía casi pictórica y de unos efectos especiales
de Oscar, que hace un inteligente uso del formato tridimensional palpable
incluso si se contempla en formato convencional.
Pero hasta en su
aportación al universo de Stan Lee y Jack Kirby, el cineasta se preocupaba por
la historia y sus personajes, y éste es el gran triunfo de “La vida de Pi”. No
estamos ante la superficialidad y vacuidad travestidas de falso misticismo y
truculencias digitales de “Avatar”, sino ante una historia humanista y
filosófica que atrapa y da que pensar, que propone un debate religioso sobre la
existencia de Dios de una resolución brillante y guiada, pero no manipuladora,
que juega al despiste y las dobles lecturas.
Cierto es que en
algunos instantes el guión peca de una simpleza en los monólogos y en el
discurso bastante alarmantes, pero puntuales, como si el público necesitara que
le explicaran todo con palabras. Pero aun con eso “La vida de Pi” es el triunfo
del espíritu humano, del cine entendido como arte cargado de misticismo, y de
un humanista que ha decidido mostrarnos el mundo a través de una pantalla de
cine, demostrando que es un maestro. Aunque eso lleva demostrándolo desde hace
muchos años.
A
favor: el aspecto visual, el aspecto místico,… y Ang Lee,
un genio
En
contra: ciertos excesos de montaje perdonables, y alguna
línea de diálogo simplona, también perdonable
Calificación: ****
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