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martes, 12 de abril de 2011

Matt Reeves prepara la nueva versión de "Están vivos"

Tras la laureada y sorprendente "Cloverfield" y su versión americana de "Déjame entrar", que fue mejor recibida de lo esperado, aunque sigue siendo innecesaria, Matt Reeves se atreve ahora a adaptar el relato de Ray Nelson titulado "8 o'clock in the morning"que no es otro que el usado en su momento por el maestro John Carpenter en "Están vivos", la historia de un tipo con más músculos que cerebro enfrentado a un mundo manipulado por una raza de alienígenas que se infiltran como humanos en todas las capas de la sociedad, y a los que sólo él puede ver con sus gafas de sol. 

Hay que recalcar el hecho de que no es un remake de la cinta de Carpenter, sino una adaptación del original de Nelson, en el que un hombre es hipnotizado y gracias a ello descubre esa misma sociedad, pero solamente tiene hasta las 8 de la mañana para salvar el mundo. Reeves también escribirá el guión, y en sus propias palabras:“Vi la posibilidad de realizar una película conducida desde un punto de vista determinado, un thriller psicológico de ciencia ficción que explora la pesadilla que vive el tipo. Podría haber una desesperada historia de amor en el centro de todo. Carpenter tomó un tono satírico y la implicación política de la historia sobre que todos estábamos controlados. Yo quiero centrarme totalmente en el aspecto emocional, esa experiencia terrorífica con la paranoia de La Invasión de los Ladrones de Cuerpos o una película del estilo de Roman Polanski.” Apunta algo este, por ahora, prometedor cineasta.

sábado, 8 de enero de 2011

Tráiler de "The Ward". John Carpenter ha vuelto

Han tenido que pasar diez años para volver a disfrutar de John Carpenter en pantalla grande. La última vez fue con la infravalorada "Fantasmas de Marte" -para los que somos fans del mítico director, la palabra infravalorada se queda corta-. En medio nos ha regalado una joya para televisión, "Cigarette Burns", y otra absolutamente olvidable, "Pro-Life". Pero ya le tenemos de vuelta con "The Ward", que gira en torno a una chica (Amber Heard), que comparte pabellón psiquiátrico con cuatro chicas más sin saber cómo o desde dónde ha llegado allí. De repente, poco a poco van desapareciendo sus compañeras sin razón alguna.Una historia bastante típica cuyo tráiler hace la boca agua, a pesar de desvelar el rostro del monstruo. La mala noticia es que al parecer en Europa sólo se estrenará en los cines del Reino Unido, así que los demás tendremos que rezar para que llegue al menos en DVD o Blu-Ray. Así se trata a los maestros...

viernes, 30 de abril de 2010

La película del mes

La cosa *****
(The Thing)

El enigma de otro mundo


Hace más de medio siglo, Christian Nyby, avalado por la leyenda Howard Hawks, se adentraba en las inquietantes páginas del “Who goes there?”de John W. Campbell para construir "The thing from another world”, auténtico clásico de la ciencia-ficción de serie B de los años 50, época en la que el género estaba en auge gracias a títulos como “Ultimátum a la Tierra”. Aquella película, pese a las limitaciones típicas de la época, consiguió aterrorizar a toda una generación, incluyendo a las dos personas que inspiraron la película de este mes, “La cosa (El enigma de otro mundo)”.

El relato corto de Campbell impresionó tanto al ejecutivo de la Universal Stuart Cohen desde que era niño que ya en los años 70 perfiló la idea de llevarla de nuevo a la gran pantalla con más medios. Junto con los productores Lawrence Turman y David Foster buscó al guionista Bill Lancaster, hijo de Burt Lancaster, para escribir un primer tratamiento del guión. Para la dirección pensaron en Tobe Hooper, pero Cohen tenía una opción mejor.

John Carpenter se empezaba a ganar el favor de las productoras en aquel momento gracias a “La noche de Halloween”, “La niebla” o “1997: Rescate en Nueva York”, que habían acumulado una importante cantidad de seguidores y fans en todo el mundo, erigiéndole como un nuevo realizador a tener muy en cuenta. En definitiva, catapultándole a la categoría de culto, y eso que su carrera apenas había comenzado. Cohen le conocía de la USC Film School y admiraba su trabajo, pero los estudios se mostraban reticentes a confiarle un proyecto de tanta envergadura por parecerle poco capaz de asumirlo. Sin embargo, Hooper se encontraba en las manos de Spielberg y su “Poltergeist” y las miradas se giraron de nuevo hacia Carpenter. Y éste no pudo decir que no. Había un factor determinante: para Carpenter, “La cosa de otro mundo” era una de esas películas capaces de hacer que tus palomitas saltaran pos los aires. Así definió su experiencia al verla en un reestreno con apenas cinco años. Pero había una razón más crucial. Howard Hawks está tan presente en la filmografía del director como lo está H.P. Lovecraft. Su primer gran éxito, “Asalto a la comisaría del distrito 13” es una carta de amor al “Río Bravo” de Hawks, y el western es uno de los elementos dominantes en su filmografía. Así que tenía una segunda oportunidad para reverenciar a su ídolo.

Con esta película, Carpenter pasaría a jugar en una liga superior, de trabajar en películas de serie menor a codearse con los ejecutivos de un gran estudio. Esto podría haber creado conflictos provocados por la falta de libertad creativa, como le ocurriría a Hooper en la citada “Poltergeist”. Pero en contra de lo que puede pensarse, Carpenter tuvo toda la libertad que quiso. Se llevó a su director de fotografía habitual, Dean Cundey, y trabajó sin mayor problema con Lancaster, con quien mantuvo una cordial relación, hasta el punto de variar juntos diversos puntos del guión. La única imposición que podríamos denominar extraña fue la de asignar la banda sonora a Ennio Morricone, cuyo trabajo fue nominado aquel año al Razzie a la peor banda sonora. No obstante, cuentan las malas lenguas que dicha banda sonora fue originalmente compuesta por el propio Carpenter, quien hasta ahora había compuesto buena parte de los temas de sus películas. De hecho, si la analizamos veremos más puntos en común con sus trabajos anteriores como compositor que con la trayectoria del compositor italiano. No es de extrañar pues su nominación, ya que los scores que compone Carpenter son más propios de la serie B que de una película como la que nos ocupa, más bien dirigida a un público más amplio.


Tanta libertad tuvo el realizador que concibió junto a Cohen la película más como una adaptación de la novela original más que como un remake del clásico de los 50. La historia transcurriría en una base científica norteamericana en la Antártida en la que no ocurre nada fuera de lo común hasta que un día otro grupo de científicos noruegos sobrevuelan en helicóptero la zona disparando a un perro que huye por la nieve y se refugia en el campamento norteamericano. Comienza un tiroteo contra los noruegos que acaba en victoria americana. Pero el perro esconde un terrible secreto venido de otro mundo. Se trata de una réplica de otro perro, ejecutada por un organismo capaz de cambiar de forma y asumir varias a la vez. Los miembros de la estación se darán cuenta y comenzarán a desconfiar unos de otros. ¿Quién será humano y quién no?


John Carpenter tenía claro que no quería repetir los esquemas de otras cintas del género como, por ejemplo, “Alien”. Es decir, no quería a un hombre disfrazado de alienígena. Buscaba algo totalmente distinto, y fue entonces cuando conoció no por casualidad al especialista en efectos especiales Rob Bottin. Éste era un gran admirador del cineasta e insistió a su amigo Dean Cundey que les presentara. La primera impresión fue tan buena que Carpenter, sin ver previamente su trabajo, le quería en su equipo. Y es aquí donde comienza uno de los puntos fuertes de la película, uno de los muchos factores que hacen de “La cosa” una joya indiscutible del género: los efectos especiales y el maquillaje. Suyos son los diseños del monstruo extraterrestre en todas las formas que adopta, dando lugar a secuencias tan inolvidables como la de la reanimación en la enfermería, esa en la que el pecho del actor Charles Hallahan se abre en dos y corta los brazos del médico de la base, para posteriormente desprenderse su cabeza de su cuerpo, caer al suelo, salirle patas como a una araña y salir huyendo de la sala. Secuencia que costó rodar en varias tomas, tras las cuales había que rehacer todo el trabajo desde el principio. Su trabajo fue tan meticuloso y se lo tomó tan en serio que tuvo que ausentarse varios días, siendo sustituido por otro genio, Stan Winston, que se encargó, entre otras, de la secuencia en la perrera cuando el perro portador del ente extraterrestre asimila los cuerpos de otros perros en presencia del atónito grupo de científicos. Secuencias todas de un nivel de veracidad y repulsión asombrosas que hacen que este filme no pertenezca del todo a la serie A. Después de todo, qué podíamos esperar de Carpenter, todo un artesano de la vieja escuela fiel a sus principios que gozó de toda la libertad que quiso.



Tanta libertad poseyó que había todo el tiempo del mundo para la preproducción, la más larga de toda su carrera. Casi un año duró la preproducción, rodaje y posproducción, debido sobre todo a que había que diseñar desde cero todo el campamento científico. Se construyó en los estudios de la Universal en Los Angeles, en el glaciar Taku, y en la localidad de Stewart (Canadá). En ambos sitios había temperaturas que podían alcanzar los 40 grados, pero el interior de la base una vez construida se enfrío hasta los -15 grados centígrados para simular las condiciones de las extremas bajas temperaturas de la Antártida. Mientras trabajaban a bajísimas temperaturas, fuera hacía un calor extremo. Y para abaratar costes, el campamento noruego no es más que el mismo campamento americano reducido a cenizas, justo después del incendio que arrasa con él al final de la película. Dentro de este campamento los personajes ven un vídeo acerca de la extracción de la nave en la que viajaba el ente, que no son más que imágenes de la película de Nyby y Hawks.


“La cosa”, como ya apuntaba anteriormente, es un extraño caso de película de encargo en la que todo el mundo, incluso un director venido de películas pequeñas con pocos medios, estaba agusto. Incluido el reparto. Kurt Russell no era la primera opción para interpretar a McReady. De hecho, Carpenter y él buscaban un actor que encajara en el perfil, y el mismo Russell no estaba vinculado al proyecto. Pero actor y director, que habían colaborado juntos en “Rescate en Nueva York” y el telefilm “Elvis”, llegaron a la conclusión de que él debía interpretarlo. Desde entonces, Russell se ha convertido en su actor fetiche. El resto del reparto, enteramente masculino, está repleto de caras conocidas de la pequeña pantalla o leyendas semi-acabadas, pero desconocidas posiblemente para el gran público de la época, está compuesto por Charles Hallahan, Wilford Brimley, T.K. Carter, Keith David, Richard Masur o Donald Moffat, entre otros.

Desde el principio a Carpenter le interesaba el carácter paranoico del relato, y era el aspecto que más quería explotar. Le interesaba ese inquietante juego de no saber quién está “infectado” y quién no, jugando con la banda sonora y los planos de tal manera que la desinformación que posee el espectador en algunos momentos hace aumentar la tensión. Tanto que la película experimenta un in crescendo continuo y la tensión aumenta igual que en “Alien”, por mencionar un ejemplo. Y todo rematado por ese final abierto que deja todo a la imaginación del espectador. Por el camino hay suspense, acción, terror, aislamiento, paranoia y buenas dosis de gore.

Pero todos estos elementos positivos no le valieron para ganarse el favor del público. Y es que, aunque resulte triste, “La cosa” es el mayor fracaso económico de Carpenter, un director que nunca ha reventado taquillas precisamente. El público de la época prefirió a otro extraterrestre bondadoso marca Spielberg, E.T., antes que a este organismo cambiante preparado solamente para hacer el mal. Al mismo Carpenter le propusieron dirigir “E.T.”, pero inteligentemente eligió a los alienígenas malos. Aunque habría sido interesante comprobar el resultado final en sus manos.

Carpenter supo aprovechar hasta el extremo el presupuesto con el que contaba pero sin perder su sello personal, haciendo como Ridley Scott unos pocos años antes una película de serie B con envoltorio de serie A –o viceversa, como prefieran-, en la que es su película más elaborada hasta la fecha. Y lo digo abiertamente: “La cosa” es mi película favorita de su director. La vi con apenas 12 años y me impactó tanto como a su director la primera versión de los 50. Una obra maestra que por esto, y porque lo merece, es la película del mes, y que, supuestamente, conocerá una precuela que hipotéticamente comenzó a rodarse en marzo. Claro está, sin nadie de su equipo original tras las cámaras.


Enlaces de descarga

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AVISO:
  1. Los enlaces son una recopilación de los ya existentes en diversos foros de Internet. No es responsabilidad mía el mantenimiento de los archivos en los distintos servidores. Si algún archivo ha sido borrado inténtelo con otra opción y si no funciona esa alternativa ponerse en contacto conmigo a través de gerardomedina84@gmail.com o mediante un comentario en esta misma entrada.
  2. Ninguna opción es igual a las demás. Varían en si tienen o no los subtítulos insertados, en el peso total de la película y en los servidores en los que se encuentran. Cualquiera de las opciones tiene la calidad de vídeo que se muestra en Capturas.
  3. Ante cualquier error en el post, como puede ser haber repetido un enlace varias veces o que falte una contraseña, remitirse a la dirección de correo anteriormente expuesta o avisar mediante un comentario.
  4.  Agradecer mediante comentarios el esfuerzo anima a realizar futuros aportes.
  5. Gracias a todos los uploaders.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Maestros del Horror: John Carpenter (II)

Pro-Life *1/2

John Carpenter es, posiblemente, el que mayor alegría y mayor decepción ha aportado a la serie “Masters of Horror”. La buena acogida que tuvo en diversos festivales el fabuloso episodio de la primera temporada, “Cigarette Burns”, se vio ensombrecida por culpa de su fallido trabajo para la segunda, titulado “Pro-Life”.

“Pro-Life” falla en tantos niveles que en el momento de su visionado me fue imposible realizar un compendio de todos ellos. En realidad, no me fue posible entender por qué no me gustó, a pesar del peso que tiene Carpenter en mi memoria cinéfaga. Y tardé en comprender que más allá de las limitaciones del formato televisivo –esto no fue un problema en “Cigarette Burns”, así que no se explica por qué Carpenter se dejó ir tanto con el capítulo que nos ocupa-, “Pro-Life” es ante todo un mediometraje aburrido, soso y que no aporta nada una vez lo has visto. Es más, ni siquiera entretiene.

Carpenter es un maestro a la hora de abordar el Apocalipsis desde varios puntos de vista. “En la boca del miedo” y Cigarette Burns” abordaban el fin de la humanidad a través del arte, en especial en el primer caso, donde Carpenter se mojaba al plasmar en imágenes el Apocalipsis en su desenlace. En otros trabajos, como “1997: Rescate en Nueva York” y su secuela o “¡Están vivos!”, el fin del ser humano como tal era inminente, o como mucho era reciente. No obstante, parece ser que el tema del derecho a la vida, el aborto y sus implicaciones morales le viene grande al director. ¿Tenemos derecho a negar una futura vida? En definitiva, ¿obramos como dioses decidiendo sobre la vida de los demás, o es un acto demoníaco que debemos paliar? Temas tan trascendentales como este –ojo, el declive de la moralidad humana que describe Carpenter en cada película está tan vigente como el aborto- parecen que pillan fuera de juego al director.

Lo que emana “Pro-Life” por todos sus poros es una dejadez impropia de su realizador. Carpenter no ha sabido mantener el interés durante los escasos 60 minutos que dura su propuesta. El espectador no acaba de interesarse por la trama; parece dirigida a las carreras, con candentes errores de continuidad –el cristal de la puerta que se rompe para poder entrar a la clínica abortista aparece íntegro al siguiente plano-; la banda sonora ya no transmite nada; Ron Perlman parece que no está al 100% en su papel… Incluso el maquillaje del bebé es una mala copia de la cabeza-araña de “La cosa”. Solo se salva, quizás, el trabajo de Nicotero&Berger para crear al demonio, y aún así no se le ve a la luz.

Para cuando llega la explicación final, que se hace previsible, “Pro-Life” no consigue transmitir su mensaje, sea cual sea este. Lo que queda es un insulso capítulo nada propio de Carpenter, quien incluso se permite la libertad para alargar la entrada de la familia a la clínica –esto ralentiza todavía más la película- haciendo un homenaje a “Asalto a la comisaría del distrito 13”, un director que creíamos recuperado tras su genial aportación a la serie en la primera temporada, pero que en esta ocasión parece desgastado por el tiempo. Sólo esperemos que no sea así. Siempre nos quedarán los créditos iniciales, precedidos por el habitual JOHN CARPENTER’S.

Descarga

Como en el caso de “Cigarette Burns”, les facilito enlaces para la descarga de “Pro-Life”

http://www.megaupload.com/?d=KNYTX1JH
Los archivos, como en el caso de "Cigarette Burns" están comprimidos con WinRar. Si alguien tiene dudas acerca de cómo descargar o extraer los episodios una vez descargado que lo consulte.

lunes, 4 de mayo de 2009

Maestros del Horror: John Carpenter (I)

Retomo mi análisis de la serie “Masters of Horror (MOH)” y esos maestros que la integran. El que nos ocupa ahora es el considerado por muchos, entre los cuales me incluyo, como uno de los mejores cineastas de cine fantástico y de terror –me cuesta clasificar su obra como terrorífica, a pesar de contar con títulos tan relevantes como “La noche de Halloween” en su filmografía- vivos. John Carpenter se ha labrado una fama de artesano y artista con mayúsculas, en especial en Europa, donde es considerado un autor. Puede que su mejor época ya haya pasado, pero en su carrera ha deambulado por todos los géneros dentro del cine de terror, siempre con un estilo rabiosamente personal. Suyo es el que es para mí el mejor episodio de toda la primera temporada de la serie, muy por encima de las sobrevaloradas propuestas de John McNaughton o Joe Dante, en especial del primero. Dado que su aportación a la serie se podría calificar de pequeña obra maestra, he decidido escindir la crítica en dos partes: una dedicada a la primera temporada y otra a la segunda.

La fin absolue du monde

Antes de diseccionar la compleja obra de Carpenter sentemos cátedra. No podremos entender plenamente su intención si no les hablo primero de “La fin absolue du monde”, la película que activa los mecanismos del miedo en la cinta de Carpenter.

Se trata posiblemente de la película más misteriosa de la historia del cine. Un extraño aura de secretismo y superchería rodea a este film desde hace décadas, hasta tal punto de poner en duda su propia existencia. No existen imágenes del mismo, ni carteles –la imagen que pueden ver acompañando a este texto está sacada del episodio Carpenter-. Su equipoestá extinto, falleció hace tiempo, y no existen copias conocidas. Y su director, Hans Backovic, se dice que se voló la tapa de los sesos obsesionado por el material que había creado. Otros, en cambio, hablan de él como desaparecido. Sea como fuere, no existen reseñas suyas por ningún lado, ni una triste biografía básica.

La leyenda comenzó en el aún primerizo Festival de Sitges -dónde si no, con lo aficionados que son sus organizadores a generar leyendas urbanas- en el año 1971, durante el cual se proyectó la única copia conocida del film de Backovic. Durante la misma los espectadores comenzaron a manifestar una conducta extremadamente violencia. Algunos hablaron incluso de canibalismo en la sala, y de un fuerte olor a sangre proveniente de la sala de proyección. Varios heridos y muertos durante el visionado del film, que culminó con el incendio de la sala, en lo que parece ser el único hecho confirmado de la velada. La historia oficial indica que el incendio provocó la histeria colectiva y la consecuente cadena de acontecimientos. No se puede afirmar si la película fue la causante del incendio –se acusó a Backovic de utilizar material inflamable a propósito- o del brote desenfrenado de violencia.

Tal era el caos organizado en la sala que los que sobrevivieron hablan de actos horrendos tales como el canibalismo. El humo y la confusión hicieron presa del pánico al público. No obstante, todos los que pudieron vislumbrar entre tanta supuesta carnicería retazos de la obra de Backovic coincidían en que se trataba de una película absolutamente bizarra, en la cual entre otras calamidades, se podía ver una sucesión de actos violentos e injustificados de niños contra ángeles, a los cuales mutilaban hasta arrancarles las alas. Una snuff movie con todas las de la ley, de la cual se llegó a especular que usaron ángeles de verdad. En definitiva, una oda a la maldad como medio de lograr el arte cinematográfico y que deja patente el poder subversivo del séptimo arte, de su potencial uso como arma de doble filo.

De la película ya no se sabe nada, y de su director, para el cual fue su último trabajo, menos. Su esposa, Katia Backovic, sólo afirmó que esa película había causado dolor y destrucción. Algunos hablaron incluso de un pacto de Backovic con el diablo. La leyenda se ha visto alimentada con el paso de los años, pero los intentos de encontrar “La fin absolue du monde” han resultado, que sepamos, frustrados. Se rumorea que Backovic intentó sacar la única copia existente, la que se exhibió en Sitges, pero el gobierno la destruyó. No obstante, dicen que circulan copias por el mundo, pero no se ha confirmado su existencia. Algunas sectas satánicas reconocen haber buscado una copia sin éxito y varios coleccionistas de cine pagarían lo que fuera a quien les consiguiera un trozo visionable del film.

¿Existe realmente esta película? Y de ser así, ¿estarían ustedes dispuestos a verla? Dicen que verla es desear el suicidio. Yo, presa del morbo, tras haber visto el film de Carpenter y leer sobre la peli, me muero de ganas por verla…


Cigarette Burns *****

“Una película es magia, y en las manos oportunas, un arma”. Con estas palabras introduce la historia Kirby Sweetman (Norman Reedus), un cinéfago que regenta un cine de serie B en el que, entre otros, podemos ver que proyectan “Profondo Rosso” del maestro Dario Argento, la cual momentos después cortará a conveniencia el ayudante de Sweetman. Éste, a su vez, alterna su trabajo en el cine como investigador privado, buscando esas rarezas del celuloide que los cinéfagos coleccionistas le encargan encontrar. Con un truculento pasado y una importante deuda pendiente, Sweetman acepta desesperado el encargo más difícil de su vida: encontrar la película maldita de Backovic, “La fin absolue du monde”. El ricachón Bellinger (el enigmático Udo Kier) le encarga una difícil tarea, no sin antes dar pruebas concretas de la existencia de la película. Bellinger tiene encadenado a uno de los ángeles que formaban parte del reparto original, mutilado hasta las alas y encadenado como una pieza más de coleccionista. Convencido, Sweetman comenzará a buscar la cinta, y por su camino se topará con un fanático aficionado a las snuff movies y con esas inconfundibles marcas de cigarrillo que dan título original al episodio –sí, no entiendo en qué pensaban los traductores españoles para darle el título de “El fin del mundo en 35mm.- y que señalan el cambio de bobina. Poco a poco, y a medida que ve las marcas, el protagonista irá sintiendo el terrible magnetismo del film de Backovic y sufrirá sus fatales consecuencias.


Esta trama de obsesión y de los efectos fatales del cine como arma de destrucción moral acerca el episodio de Carpenter a uno de sus mejores trabajos, “En la boca del miedo”. Al igual que Sam Neill, el personaje de Norman Reedus buscará al autor de la obra original y se irá adentrando en las fauces del horror, para al final comprender la importancia del arte en el ser humano –en aquel caso era una novela, ahora se trata de una película-, su poder de trascendencia, si bien en la cinta de 1995 los efectos eran mucho más apocalípticos. Carpenter habla así del cine dentro del cine, de su influencia positiva o negativa en nosotros, de su capacidad para hacer el mal en un discurso metalingüístico que trasciende incluso las imágenes. Porque “Cigarette Burns” no es solo la crónica de una obsesión y sus consecuencias, sino que el mismo trabajo de Carpenter se vuelve adictivo según avanza la trama. Es curioso que a pesar de tratarse de un producto limitado al ser televisivo, el director es capaz de aprovechar al máximo el tiempo del que dispone y realiza una obra intensa, adictiva, de esas que impiden despegar los ojos de la pantalla. Un ejemplo de esto es el uso de la elipsis. Con la excusa de las marcas de cigarrillo, el realizador omite un pasaje que sabemos que ha sido sangriento, aquel en el que Sweetman acaba con sus captores. Tras la mencionada marca, Norman Reedus ya está suelto y solo vemos la carnicería que se ha formado a su alrededor en el almacén. Una prueba de la inteligencia de Carpenter para economizar metraje, algo de lo que posiblemente adolezcan otros trabajos anteriores, de un exceso de metraje que convierte en lento su avance.

A este poder de adicción contribuye su desenlace, 10 minutos finales en los que Carpenter tontea con Cronenberg y “la nueva carne”, como cuando Bellinger realiza su particular y visceral película. Un torrente de imágenes y sensaciones inunda la pantalla y al espectador en uno de los mejores tramos finales que un servidor recuerda desde hace tiempo. El cineasta no comete el error de mostrarnos una proyección de “La fin absolue du monde”, sino que hace algo mejor: ofrece fragmentos proyectados en pantalla grande de la misma, tal y como lo habrían visto los espectadores originales en Sitges por culpa del pánico, una decisión que sin duda deja con más ganas si cabe de ver la obra de Backovic.

Solo una cosa puede reprochársele a este episodio, y son los flashbacks con la mujer del protagonista, un tanto cursis. Por lo demás, asistimos al renacimiento de un maestro del horror –no estrenaba desde “Fantasmas de Marte”-, con unos créditos iniciales precedidos por su característico JOHN CARPENTER’S, una banda sonora solvente compuesta por su propio hijo y un trabajo encomiable de Gregory Picotero y Howard Berger en el apartado de maquillaje. En especial cabe destacar el ángel, un prodigio del maquillaje imposible borrar de las retinas tras ver el capítulo. Toda una joya de la pequeña pantalla imprescindible para cualquier amante del género, del cine en general y de su director en particular, muy superior incluso a muchas películas de terror que se estrenan estos días.

Descarga

No voy a proporcionar enlaces para “La fin absolue du monde”. Como han podido ver, está descatalogada, parece incluso una invención. Les animo a buscarla, y si descubren algo, les ruego me avisen. Pero lo que sí les proporciono es el enlace desde megaupload para descargar el episodio de Carpenter. Espero que lo disfruten y les obsesione tanto como a mí.

Varios enlaces:
http://www.megaupload.com/es/?d=LN95ADY1
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