Directo a la yugular
De un director como Enrique Urbizu, uno de los menos prolíficos pero consistentes del cine español, puede esperarse de todo menos una mala película. Puede parir una obra maestra, y cuando no lo hace como mínimo nos sirve muy buenos thrillers. “No habrá paz para los malvados” no me ha maravillado tanto como “La caja 507”, en mi opinión su película cumbre, pero sí hay que reconocerle que por sus venas corre mucho más que suspense y corruptelas, y en ese sentido se la da la bienvenida a Urbizu.
Y también a José Coronado, que demuestra que el tándem que forma con el realizador vasco es de los mejores que se han podido ver en años. La última vez que lo demostraron fue con la también magnífica “La vida mancha”. Coronado es la película, tanto que engulle al resto de actores y llena la pantalla con cada aparición. Su Santos Trinidad queda grabado en la retina por su contundencia, su aspecto desaliñado y ese aire desagradable que, no obstante, le convierte en el anti-héroe perfecto, llegando a simpatizar con él casi desde esa fantástica secuencia inicial en el prostíbulo. Es como el Malamadre de “Celda 211”, un regalo para un actor que, prácticamente, ha sido fagocitado por su rol en la ficción, y que huele a próximo Goya desde ya.
Pero el film también es la sobresaliente dirección de Urbizu, un director con mucha cinefilia a sus espaldas, y un milimétrico guión que dosifica la información a conveniencia, obligándonos a recordar al finalizar el metraje una cara, una frase, un gesto… factores que juntos encajan perfectamente como las piezas de un puzle que, no obstante, no podremos llegar a recomponer por cierto hermetismo en algunas subtramas, en especial la que tiene que ver con el mismo Santos y su pasado. Gusta tanto el personaje que queremos saber más, pero imagino que el hecho de no desvelar trazos de su vida es un acto deliberado para enfatizar esa mezcla de asco y admiración que despierta.
Urbizu mezcla western, el cine sucio y violento de los 80, las pelis de Harry el sucio y el thriller urbano español con olor a aceite de motor y gusto a cubata con poca cola que él mismo acuñara a principios de los 90 con la memorable “Todo por la pasta”. Un ejercicio de estilo directo a la yugular, sin concesiones para el melodrama o la comedia, en una historia sincera con el espectador y de rabiosa actualidad, donde vemos dos investigaciones paralelas activadas y movidas por un azar de lo más fatal y puñetero, y que confluirán en algunos de los planos más estremecedores que recuerdo. Porque pocas veces unos extintores estratégicamente situados en lugares públicos me han hecho ser consciente de lo cerca que puede estar la muerte. Sólo puedo decir gracias.
A favor: el tándem Urbizu-Coronado, y lo soberbio que está este último
En contra: cierto hermetismo en algunos pasajes de la historia
Valoración: ****
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