Buena, pero no épica
Vaya por delante, antes de leer esta crítica, el hecho de que solamente he hojeado algunos de los libros escritos por J.K. Rowling sobre el joven y millonario mago. Vaya por delante también que, pese a eso, me fascina el universo que la escritora ha creado, y lo respeto profundamente, aunque mi opinión no sea tan purista y objetiva como la de los más fans de la saga. Por eso, esta reseña se enfoca principalmente a analizar la saga cinematográfica, que en mi opinión me parece notable en general. Una saga de ocho películas, que ahora termina.
El comienzo de este desenlace cortado en dos me pareció, junto a “Harry Potter y el prisionero de Azkaban”, los dos episodios más frescos, originales y profundos de toda la franquicia. “Harry Potter y las Rreliquias de la Muerte. Parte 1”, desarrollaba de manera sobresaliente a su trío protagonista, más allá de sus escarceos amorosos adolescentes vistos en sus dos soporíferas predecesoras. Un nivel dramático elevadísimo para una propuesta en la que muchos buscaban espectáculo visual y se encontraron con una losa de diálogos de más de dos horas, pero que yo disfruté como el fan que está deseando que los personajes evolucionen con el conflicto que les rodea, más que esperar ansioso a que le resuelvan enigmas. Sólo flaqueaba en sus minutos finales, cuando debe servir de enganche entre lo que contaba y el epílogo que ahora se nos presenta.
Ya, de entrada, en esta segunda parte pesa como el plomo su propia condición de película pasarela, de film que debe engarzar con lo ya visto en la primera parte –cumple, eso sí, con lo que debe tener todo cierre: referencias nostálgicas a películas anteriores- a la vez que tiene como obligación impuesta atar todos los cabos sueltos en el devenir de la trama y el destino de sus personajes. Es decir, que mientras en la primera parte veíamos personajes y riqueza dramática, aquí vemos acción y hechos que llevan a otros hechos.
¿Es positivo esto? Sí y no. Lo es porque su visionado se hace más ameno y dinámico, pero también no lo es precisamente por el mismo motivo, por lo arrítmico del conjunto y la necesidad imperiosa de acumular demasiado en una sola película de apenas dos horas de metraje. Así, es difícil saborear la pérdida irreparable de personajes imprescindibles para la saga y los momentos de mayor intensidad –el flashback de Severus Snape o la propia lucha entre Harry y Voldemort-, presentando el conjunto tantos altibajos como el sinuoso raíl de Gringotts.
Técnicamente, por supuesto, es deslumbrante. Los efectos especiales son de infarto; los actores cumplen; el guión de Steve Kloves, pese a hacer aguas en algunos instantes, es como siempre notable; la banda sonora de Alexandre Desplat es de nuevo funcional, pero encaja muy bien con la de la anterior película y en general con el tema principal de John Williams; y David Yates vuelve a confirmarse como un realizador visualmente arriesgado, interesante, a tener en cuenta, capaz de convertir el duelo más esperado en todo un prodigio digital en caída libre donde los dos principales representantes de cada bando se funden en uno. Pero su condición de película puente, y de capítulo final, hace que no tenga toda la intensidad de la que sí han gozado otros cierres mejor planificados y montados, más sosegados y calmados. Buena, por supuesto, y entretenida. Pero no épica. Y para quien lo dude, el 3D está de más.
A favor: el poderío visual que derrocha, y el flashback de Snape
En contra: le falta la intensidad propia de todo cierre
Valoración: ***1/2
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