Un
referente indiscutible dentro del género de terror. Un clásico, un nombre de
enorme relevancia. El hombre tras las máscaras, podríamos llamarle. Wes Craven,
si bien era filólogo, psicólogo y filósofo, se hizo un hueco en el imaginario
colectivo en otro campo, el cine, y comenzó su carrera en los 70 en
producciones polémicas en las que no aparecía acreditado, algunas de ellas
pornográficas –una de ellas, en 1975, titulada “The Fireworks Woman”, en la que
firmó bajo el pseudónimo de Abe Snake-, con imágenes demasiado explícitas para
la época.
Y su primer trabajo
como realizador seguiría esta senda. “La última casa a la izquierda” se
convirtió en todo un éxito que sacudió a las masas por su crudeza, y con ella
recorrió medio mundo y se labró una reputación, que revalidaría en 1977 con “Las
colinas tienen ojos”, toda una obra de culto para los aficionados al género, y
con la que triunfó en Sitges. Sin embargo, pese a este prodigioso comienzo, sus
trabajos siguientes no serían apreciados más que por los grandes seguidores de
su obra, y no se revalorizarían hasta décadas después. “Bendición mortal”, “La
cosa del pantano” y la secuela de “Las colinas tienen ojos” se convertirían en
fiascos que parecían hacer presagiar que a aquel prometedor debutante se le
había apagado la estrella muy pronto.
Sin embargo, si algo caracterizó
la filmografía de Craven fue que siempre supo renovarse a sí mismo. Y así
ocurriría en 1984, cuando alumbraría a todo un icono cinematográfico de
nuestras pesadillas. Con “Pesadilla en Elm Street” sería su regreso por la
puerta grande, un film que rompería moldes y nos presentaría a un psychokiller
tan imperecedero como Freddy Krueger. Y a ella le siguieron las reivindicables,
si bien en su momento no levantaron demasiado polvo, “La serpientes y el arcoíris”,
“Shocker, 10.000 voltios de terror” y “El sótano del miedo”.
Y volvió a hundirse en
la clandestinidad. La carrera de Craven también sucumbió a la crisis del género
de comienzos de los 90, y ni la errática “Un vampiro suelto en Brooklyn”, con
Eddie Murphy, ni su regreso a la saga que le dio la fama con “La nueva
pesadilla de Wes Craven”, con la que se alzó con el premio al mejor guión en
Fantasporto, acabaron de cuajar del todo. Hasta que en su camino se cruzó un
joven con grandes ideas llamado Kevin Williamson, y juntos perpetraron su segunda
renovación con la trilogía “Scream”. Además, propiciarían la resurrección del slasher adolescente autoconsciente y
carente de prejuicios. Sin duda, su mayor éxito comercial, una saga que
arrasaría en entregas de premios como las de los festivales Gérardmer, de la
Academia de Ciencia-Ficción, Terror y Fantasía, y los MTV.
Su trayectoria posterior
no sería nada fructífera, a excepción de su escarceo en el drama con “Música
del corazón”, que le valió una nominación al Oscar a Meryl Streep, y el
thriller de suspense “Vuelo nocturno”. Participó en un segmento de la coral “Paris,
je t’aime” y “Scream 4” sería en 2011 su última película como dirección. Una
entrega absolutamente reivindicable que no acabó de funcionar en taquilla. Este
año produjo la animada “Home” y participó como actor en “Jay y Bob el
silencioso contraatacan”, “El diario de los muertos” y la serie de tv “Castle”,
así como cameos en su saga “Scream”, entre otras apariciones.
Wes Craven, todo un
hito del terror, una leyenda del género, nos abandonaba este domingo a los 76
años a causa de un cáncer cerebral. Todo un innovador y visionario que cambió
las constantes del fantástico en múltiples ocasiones. Descanse en paz, maestro.
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