viernes, 22 de mayo de 2015

LA CRÍTICA. Ex Machina

La búsqueda del arte automático
No todos los cineastas son capaces de abordar el tema de la Inteligencia Artificial sin desaprovechar los muchos interrogantes que éste es capaz de suscitar. El principal, por supuesto, qué diferencia a una máquina de un ser humano. “Autómata” o “Un amigo para Frank” son perfectos ejemplos recientes de cintas con grandes premisas pero discutibles resultados. Y tan complicado como esto es cómo abordarlo sin que las muchas referencias de más de un siglo de ciencia-ficción y fantástico pesen tanto sobre la espalda del producto que éste se acabe hundiendo. Desde la literatura hasta el cine, desde el “Frankenstein” de Mary Shelley hasta el “A.I.” de Spielberg.

La ópera prima del guionista y novelista Alex Garland, autor de los libretos de propuestas tan interesantes, algunas ya de culto, como “Dredd”, “Sunshine”, “28 días después” o “Nunca me abandones”, logra ambos aspectos a pesar de todo el cúmulo de referencias e ideas que construyen la historia. Lo que el debutante consigue con “Ex Machina” es un thriller de ciencia-ficción que divaga sobre el hombre convertido en Dios, sobre el Prometeo moderno que guía la conciencia de las máquinas, y sobre cómo éstas sueñan con el color que se esconde tras la monocromaticidad con que están pintadas las paredes que les encierran.


Es meritorio que su responsable logre con tan pocos medios un nivel técnico y artístico que roza la perfección desde los efectos especiales hasta el diseño de producción. Y es tan loable que consiga insuflar vida y ritmo a un producto que se desarrolla entre conversaciones sobre la ética y la moral, sobre lo humano y lo artificial, gracias a un guión y una dirección que resultan atractivas para el espectador por lo que se cuenta y cómo lo hace, y que pese a volverse previsible en cierto punto del relato, no deja de resultar interesante.


Influyen en ellos también unos actores comedidos y acertados. Oscar Isaac está correcto, como de costumbre, y Domnhall Gleeson esboza la que quizá sea la interpretación más repleta de matices y convincente de toda su carrera. Pero sin duda es ella, Alicia Vikander, la que llena de vida a su robótico personaje, la que sobresale por encima de sus compañeros de reparto y hace aún más recomendable esta película. Ella es el símbolo definitivo de la búsqueda de ese arte automático que servía como esencia del trabajo de Jackson Pollock. El perfecto equilibrio entre predeterminación y aleatoriedad. Entre programación y libre albedrío. Entre lo artificial y lo real.

A favor: Alicia Vikander, lo bien que aprovecha su premisa y que no palidezca frente a sus múltiples referentes
En contra: Cierta previsibilidad perdonable

Calificación ****
                                                                        No se la pierda

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