I’m so excited!
Había en el cirujano
psicópata de “La piel que habito” o en los amantes oportunistas de “La mala
educación” una cierta tendencia al esperpento y a la caricaturización,
provistos de una vena loca que no era sino una válvula de escape necesaria en
la que quizá sea la etapa más oscura y difícil de la filmografía almodovariana. Tanta contención ha
derivado en un efecto rebote con una inevitable consecuencia, “Los amantes
pasajeros”, la locaza silente en el cine del director manchego luchando por
respirar entre tanta tiniebla.
Hay en esta comedia
imposible, irracional e imprevisible no sólo la imperiosa e inevitable
necesidad de estallar y liberar la rabia contenida de años de flirteo con el
melodrama noir, casi enfermizo, de
trabajos recientes, sino el intento de retratar a una sociedad como la nuestra
sin dejar títere con cabeza. A bordo de este esperpéntico avión de la compañía
Península –o Pe, como rezan las siglas de la cola- se ponen a prueba los valores
de una burguesía que, en momentos de una crisis provocada por problemas
mecánicamente humanos, prefiere vivir drogada y sucumbir a sus pulsiones
sexuales más primarias mientras, en el sector de cola, la clase turista se
hacina narcotizada por imposición. Porque “Los amantes pasajeros” funciona como
acertado y mordaz reflejo de nosotros mismos, de nuestras costumbres y manías
más absurdas y cotidianas sin necesidad de tirar de sutileza en un sentido del
humor que a más de uno, especialmente a los detractores del cineasta, le puede
resultar de lo más zafio y vulgar.
Así, la película se
erige como la bocanada de aire fresco que un país de pitos y panderetas como el
nuestro requiere, por muy ridículos y sobrecargados de pluma que nos parezcan
esos azafatos –formidables Areces, Arévalo y Cámara-, por muy rocambolescas que
nos parezcan unas subtramas que no son menos inverosímiles que las corruptelas
que vemos a diario en los medios, y por muy esperpénticos que nos resulten sus
personajes –los mejores, posiblemente, sean la médium capaz de conferir
propiedades fálicas a una linterna a la que da vida Lola Dueñas, o los pilotos
con serios problemas de identidad sexual a los que interpretan Antonio de la
Torre y Hugo Silva-.
No obstante, no es su
ácida y nada disimulada crítica social lo que la convierte en una cinta
esencial de nuestro tiempo, sino cumplir con creces su máxima pretensión de
hacer pasar noventa medidos minutos de diversión y entretenimiento sin tapujos,
aunque para ello tenga que pagar el precio de ser considerado un título menor.
Un vuelo condenado a dejarse llevar por las más bajas pasiones que casi se
estrella cuando se empeña en pisar tierra firme, pero que acaba retomando el
rumbo una vez Joserra, Fajas y Ulloa nos regalan uno de los números musicales
más hilarantes de los últimos tiempos. Yo no sé ustedes, pero tras verla, “I’m
so excited!”.
A
favor: su trío de azafatos, y que realmente divierte
En
contra: que se empeñe en pisar tierra
Calificación: ****
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