Soderbergh, no te retires nunca
Si Steven Soderbergh
hace definitiva algún día esa jubilación anticipada que lleva vendiendo desde
hace algún tiempo, el mundo el cine lo va a sentir muchísimo. Porque estamos,
posiblemente, ante el cineasta indie más prolífico, elegante y comercial de los
últimos veinte años. Y, sobre todo, porque aunque haga una obra menor, siempre
resulta interesante ver su nueva propuesta en una filmografía llena de desafíos
y poco dada a acomodarse en la industria.
“Efectos secundarios”
es una nueva muestra de su adaptación a cualquier terreno cinematográfico, de
esa versatilidad de la que lleva haciendo gala desde sus comienzos. Aquí se
intuyen sus constantes artísticas, esa luminosa fotografía repleta de sus
tonalidades características bajo su inseparable pseudónimo Peter Andrews, ese
inteligente uso de la música ambiental con tintes sintéticos que acompaña
perfectamente a cada escena, ese reparto repleto de caras conocidas
tremendamente correctos en sus papeles –a destacar Rooney Mara, todo un
torbellino de estados de ánimo-, ese aire de elegancia en la puesta en escena.
Podría decirse que “Efectos
secundarios” es prima lejana de otro trabajo suyo, “Contagio”, por la premisa
argumental que aborda. Si allí jugaba con esos pequeños objetos que servían de
foco de transmisión de una epidemia a escala mundial, aquí juega directamente a
desenfocar a sus personajes, como víctimas de esos efectos secundarios de los fármacos
que pretende denunciar el film en su primer tramo. Soderbergh juega con la
composición de planos, con el sonido, y sirve su película con una inteligencia
en la dirección sublime. Por algo es quien es, y en materia de dirección es un
maestro.
El problema del film
radica en otro terreno ajeno al director. El guión de Scott Z. Burns comienza
bien, durante su primera hora es interesante, atractivo. Pasa del drama a la
denuncia farmacológica sin despeinarse. Sin embargo, sus giros argumentales
comienzan a jugar en su contra cuando el conjunto deriva en un thriller
resultón, pero que deja cierta sensación de déjà vu -¿alguien recuerda “Las dos
caras de la verdad”?-, para acabar abrazando el suspense de telefilm de
sobremesa en sus últimos veinte minutos. El final feliz se vuelve entonces
incluso más incómodo que el de “Contagio”, con la que comparte guionista, y ya
solamente nos queda elogiar la realización de un maestro como Soderbergh, que
aquí parece haber resumido toda su filmografía, algo que viene confirmando con
cada nuevo proyecto. Para él, nunca existirá un producto menor, sino como mínimo
trabajo alimenticio y sin pretensiones. Ojalá no se retire nunca.
A
favor: Rooney Mara, la pulcra dirección de Soderbergh
En
contra: el guión acaba haciendo aguas en su tramo final
Calificación: **1/2
2 comentarios:
Lo que le ha pasado en su tramo final es que todo al final cae por su propio peso y ya no queda ninguna sorpresa. A mi me ha gustado un poco mas que a ti pero muy de acuerdo en la dirección de Soderbergh.
Un saludo!!
Muy buenooooooo!!!!!!!!
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