jueves, 21 de febrero de 2013

LA CRÍTICA: Siete psicópatas

Y un Shin Tzu
Da la sensación de que el cine independiente no ha avanzado demasiado desde que Tarantino irrumpiera en el medio y lo redefiniera con “Reservoir Dogs” y “Pulp Fiction”. Desde entonces han surgido cineastas a uno y otro lado del charco que han copiado la misma mezcla de ladrones, mafiosos, violencia y diálogos afilados. Un cine con el piloto automático puesto rumbo hacia la categoría de culto, pero mecánico si no fuera por la pericia tras la cámara y el sentido del montaje de sus responsables.

Martin McDonagh lo tiene todo para pertenecer a esta estirpe de realizadores. Sus guiones son una joya, hay una extraña comunión entre público y personajes pese a lo despreciables que pueden llegar a ser estos últimos, y se rodea de unos camaradas actores que dan lo mejor de sí mismos. Ya en su primera escena asistimos a toda una declaración de intenciones y un resumen de lo que nos encontraremos en “Siete psicópatas”: dos matones hablando de temas triviales ajenos a la amenaza armada que se aproxima hacia ellos en segundo plano. Lo fórmula se compone básicamente del humor negro y a ratos absurdo de los hermanos Coen, la incontinencia verbal de Tarantino y el retrato violento de los bajos fondos de los primeros trabajos de Guy Ritchie.


Pero el gran problema de McDonagh es que no es ni Tarantino, ni los hermanos Coen, y ni tan siquiera Ritchie. No tiene nervio, le falta el arrojo visual y narrativo que demanda una historia tan desmadrada y psicopática como esta, la de un guionista en plena crisis creativa y su desequilibrado amigo actor dedicado al secuestro de perros que se ven metidos hasta el cuello en problemas con un mafioso por culpa de un Shin Tzu. En “Escondidos en brujas” la fórmula funcionaba porque ésta no demandaba más artificios artísticos que su mismo libreto, pero aquí se hace imprescindible en el mismo momento en que se añade humor a la ecuación.


McDonagh juega inteligentemente en el guión con la metaficción, y durante la primera mitad las componentes de la fórmula funcionan. Las historias de estos siete psicópatas interesan, entretienen –la mejor sin duda la del cuáquero-, y el director juega a mofarse de las constantes del cine hollywoodiense fundiendo realidad y ficción hasta el paroxismo, hasta que la misma ficción acaba superando a la realidad de la película. Sin embargo, el ritmo de la narración no sigue al de la trama, y una acaba engullendo a la otra. A partir del pasaje en el desierto, a McDonagh se le acaban los ases bajo la manga y la capacidad de sorpresa disminuye.


Y eso que en su beneficio cuenta también con un reparto carismático que eleva la propuesta. Colin Farrell se ha convertido en su actor fetiche particular, y le saca el jugo como nadie. Sam Rockwell está desquiciado, sublime, es el alma de sus compañeros. Christopher Walken es un maestro, sin más, y nada tiene que demostrar. Woody Harrelson está en su línea, y hasta los cameos de Tom Waits y Harry Dean Stanton dejan huella. Todos aportan su pequeño granito de arena a esas magníficas piezas argumentales que componen las historias de estos siete psicópatas, y un Shin Tzu, a los que les habría venido de perlas una mayor dosis de esquizofrenia colectiva.

A favor: su reparto, en especial Sam Rockwell y Christopher Walken, su guión y la historia del psicópata cuáquero
En contra: el ritmo narrativo acaba por no seguir el ritmo de la trama, le falta esquizofrenia colectiva

Calificación: **1/2

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