Es
imposible describir con palabras lo que supone el béisbol para los americanos.
La pasión que sus aficionados vierten en él es solamente superada, y por poco,
por la que los fanáticos del fútbol americano demuestran ante el deporte rey de
un país adicto a los grandes eventos deportivos. En España, el único referente
posible es el fútbol, y aún así éste no despierta el sentimiento patrio y el
fervor que el béisbol desata por aquellas tierras. Por ello, una película que
gira en torno al segundo deporte más popular de todo el pueblo estadounidense
lo tiene sumamente difícil para triunfar en Europa, y más concretamente en
nuestro país, tan seguidor de un deporte como el fútbol del cual, aunque nos
pese, no es rey.
Así, la mayor proeza de
“Moneyball” es abstraerse del juego para hurgar en sus recovecos, en sus
entrañas, y sacar a relucir lo que supone cualquier evento deportivo: contratos
millonarios, estadísticas deportivas… En esencia, cifras. Consigue convertir el
béisbol pues en algo anecdótico, al alcance de cualquier persona no entendida
en el deporte, en una excusa de guión para presentar una realidad fácilmente
extrapolable a cualquier otro deporte de masas.
Y no lo logra gracias a
la correcta dirección de Bennett Miller, al que se le agradecería mayor riesgo
visual, ni a la bien utilizada y también correcta banda sonora de Mychael Danna,
y ni siquiera a la brillante interpretación del actor que mejor engulle en
pantalla la comida basura, Brad Pitt, tan cómodo en su papel de mánager
dispuesto a cambiar las reglas de un juego centenario donde los dinosaurios
merecen la extinción para dar paso a la nueva savia. Le acompaña un buen
plantel de secundarios, del que cabe destacar, mucho más que al laureado Jonah
Hill, a Philip Seymour Hoffman sobre el conjunto.
No. Lo que brilla en “Moneyball”
tanto como los focos de un estadio es su potente guión. Es obra de esos dos
genios llamados Aaron Sorkin y Steven Zaillian el acercar al público mundial el
béisbol y usarlo como pretexto para tratar una historia tan universal como la
defensa de las ideas frente al poder corruptor del dinero, tan identificable
con cualquier ámbito, sea deportivo o no. Es gracias a ellos que el metraje se
hace ameno, aunque presente cierto bajón de ritmo durante la última hora,
cuando ya abandonamos los despachos de los ejecutivos en los que se decide
realmente el destino de cada partido, de cada fichaje estrella. Porque gracias
a ellos tenemos una muy buena película, y no un telefilm, que es en lo que
podría haberse convertido en manos de otros guionistas. Algo tan loable como la
unión de matemáticas y deporte que consiguen reinventar un evento donde no
siempre correr, lanzar, atrapar, batear y tener poder al bate son elementos
suficientes para ser el número uno.
A favor: el guión, que consigue crear una historia universal usando el béisbol, algo que nos toca demasiado lejos, como pretexto; y, cómo no, Brad Pitt
En contra: su última media hora puede hacerse algo pesada
Valoración: ***1/2
1 comentario:
Concuerdo contigo en que se pensaría que una película sobre beisbol sólo triunfaría en USA porque es el país que más ama este deporte evidentemente, pero su historia va más allá de este deporte, como bien dices es sobre como enfrentarse al dinero con una buena idea, buscar el sueño pese a todo y creo que sí, gracias al magnífico guión Moneyball es que es una película grande, por eso recibió nominaciones por su estupenda historia y grandes actuaciones.
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