lunes, 20 de febrero de 2012

Goya 2012: ¿Habrá paz para todos?

Un número musical abrió la ceremonia. Ese recurso tan manido al que la Academia ya había recurrido con anterioridad, y entre desafinados y malas coreografías, destacamos las intervenciones musicales de Coronado, Banderas y ¡Almodóvar! A continuación, Eva Hache hizo gala de su verborrea y un sarcasmo incómodo –esos chistes sobre la agilidad de la gala, de la homenajeada ausente, Josefina Molina, del discurso del presidente- en un monólogo que recordaba sospechosamente a su Club de la Comedia, centrado en la crisis económica y cómo afecta al cine.


Pero ni ella, cuyas apariciones eran tan contadas como las de Buenafuente el año pasado, supo levantar una gala condenada al ostracismo. Y nos ofreció lo mismo de siempre: una velada aburrida, larga, tediosa, con agradecimientos demasiado extensos –muy oportuno el vídeo de Cayetana Guillén Cuervo recordando a los asistentes que vayan al grano tras el largo discurso de Lluís Homar-, premios otorgados con celeridad pero sin chispa, un espontáneo importunando a Isabel Coixet y poniendo un año más en entredicho la seguridad del recinto… Todo viene a demostrar lo mismo de siempre, la falta de originalidad de los guionistas de la gala. Y el tedio acabó cuando apareció nuestro Billy Crystal particular, Santiago Segura, el amigo de todos, procurando no enfadar a Almodóvar y sus gafas de sol y comparando a Torrente con el Santos Trinidad de José Coronado.

Coronado, ese gran actor redefinido desde hace una década gracias a Urbizu, con el que se hizo justicia anoche, y que no se creía el momento que estaba viviendo. No fue con el único, pues el reparto de premios fue justo y equitativo. Todo muy repartido, y de qué manera, pues pocos se fueron con las manos vacías. “Blackthorn” y “La piel que habito” empataban a cuatro, “EVA” y “La voz dormida” a tres y “Arrugas” se llevó dos, acabando con esa ley no escrita que dictamina que los filmes de animación no pueden aspirar a otro premio que no sea el de mejor película animada. Una de las ceremonias con mejor reparto de la historia, en la que hubo paz para todos. Paz para Lluís Homar, Ana Wagener y Elena Anaya, que ya lo estaban mereciendo, y para dos intérpretes revelación como Jean Cornet y María León, que no se lo merecían menos. Paz, aunque desde sea desde el atril en las palabras de Coixet, para el juez Garzón: "Me gustaría que no hubiera paz para los malvados, pero parece que sí la hay", dijo la cineasta. Y paz para una recuperada Silvia Abascal, que recibió una ovación unánime de sus compañeros entre lágrimas y sonrisas cómplices.

Pero nada de paz para Álex de la Iglesia, que tuvo que aguantar como pudo el forzado y bochornoso discurso del nuevo presidente, Enrique González Macho, que le mencionó indirectamente con sus declaraciones: “Internet no forma todavía parte de la actividad económica del cine. Desgraciadamente todavía no es una alternativa”. Y desgraciadamente, así piensa el nuevo presidente. ¿Habrá paz para él algún día? Veremos el año que viene.


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