viernes, 24 de febrero de 2012

LA CRÍTICA: Mi semana con Marilyn

Un telefilm por la puerta grande

Este año, y sin contar a la potente y salvaje Rooney Mara del Millennium de David Fincher, las cuatro candidatas restantes al Oscar a mejor actriz tienen un denominador común: son lo mejor, o más destacable, de sus respectivas películas, propuestas insulsas, superficiales y hechas para que se luzcan desde el primer minuto hasta el último. Desde la azucarada “Criadas y señoras”, donde brilla con luz propia Viola Davis, hasta esa superficial dama de hierro con el inmejorable rostro de Meryl Streep, pasando por la pétrea “Albert Nobbs” de la más pétrea aún, aunque extrañamente expresiva desde su inexpresividad, Glenn Close, estamos ante ejemplos de grandes papeles para grandes actrices en mejorables películas. Y “Mi semana con Marilyn” no escapa a esta tendencia.

Ya para empezar, al film del debutante Simon Curtis se le aprecia el toque Weinstein, ese que tanto encanta a los académicos. Una dirección muy british, casi televisiva, sin mayor riesgo formal que el blanco y negro y algún acierto puntual de fotografía. Todo muy correcto. Y, cómo no, una figura central carismática que huela a estatuilla dorada.

Con “Mi semana con Marilyn”, y esto debe quedar bien claro, no asistimos a una biografía de Marilyn Monroe, sino a un pedazo de su vida, el que comprendió el rodaje de “El príncipe y la corista”, y a través de este trata de recomponer en poco tiempo los matices del carácter de la ambición rubia. Y lo consigue a base de detalles, siendo lo más interesante precisamente los incidentes que la diva provocó durante la realización y que desató las iras de su director y compañero de reparto, sir Laurence Olivier. Sus famosos y constantes retrasos; el choque entre los métodos interpretativos de ambos;, la omnipresencia de la irritante y manipuladora Paula Strasberg; la fragilidad e inseguridad de Norma Jeane, la mujer que se definía según el hombre que la acompañara, frente a la Marilyn que enamoraba a todos con su presencia en cuanto le cogía el punto a su personaje… Todo está bien retratado por trozos, pero su guión falla estrepitosamente por intentar abarcar demasiado en tan poco tiempo.


Primero comienza siendo la historia de un joven Colin Clark que quiere trabajar en la industria del cine, después se centra más en Laurence Olivier, sigue explotando la personalidad de Marilyn a través de su relación con Clark, muy mal desarrollada por otro lado, y acaba tratando de rendir homenaje a la estrella de la que todos quedaron prendados. “Mi semana con Marilyn” es tan vacía, tan irregular, que solo se puede salvar por el talento interpretativo de su protagonista, una Michelle Williams que no posee la voluptuosidad de Marilyn, pero que sin duda capta su esencia, su magnetismo ante la cámara.


Pero si algo sobresale por encima del conjunto, incluso de la propia Williams, es la sorprendente caracterización de Kenneth Branagh como Laurence Olivier. Por momentos es como si el maestro inglés se hubiera visto reencarnado en este actor tan amante de Shakespeare que no se podía esperar de él más que un homenaje a uno de los más grandes enamorados del autor británico. El resto de los actores, descontando a la siempre perfecta Judi Dench, hacen lo que pueden, aunque ya podrían haber escogido a otro partenaire que no fuera Eddie Redmayne, otro de los muchos puntos débiles de este telefilm que nos llega por la puerta grande.

A favor: Michelle Williams y, sobre todo, Kenneth Branagh
En contra: su ritmo irregular, su flojo guión, su estética de telefilm…

Valoración: **

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