Comienza
la cuenta atrás a los Oscar, que se estregan el domingo de madrugada, o ya
lunes, si prefieren. Y para amenizar la espera, aquí va el análisis de las
principales categorías. Quién tiene más posibilidades, quién falta, quién
sobra… Es mi valoración personal, y de aquí sale mi quiniela. Para quien no le
convenza, recuerden que aún se puede votar a sus favoritos en el siguiente
enlace. Que gane el mejor. El mejor para la Academia, claro está.
MEJOR DIRECTOR: Tres maestros, dos butacas vacías y un francés
Tres clásicos del cine,
tres directores míticos, frente a un recién llegado y a un clásico
contemporáneo. Cinco nominados, y dos butacas que se prevén vacías.
Hagamos caso al Gremio
de Directores, que no suele fallar. Si fuera por ellos, Michel Hazanavicius, el
recién llegado a los Oscar, sería el gran vencedor. Ha ganado además el BAFTA y
casi una decena de premios de la crítica, y “The Artist”, ya incluso antes de
estrenarse, ha sido tomada como gran triunfadora en los Oscar. Pero es francés,
y su película es extranjera, y ya sabemos lo puritanos que son los académicos,
lo mucho que se aferran a sus absurdas normas. Vale, Milos Forman, Bertolucci,
Billy Wilder, Elia Kazan, Ang Lee y otros muchos directores extranjeros se han
hecho con la estatuilla, pero ha sido siempre gracias a filmes estadounidenses
o, como mínimo, británicos. Y a nadie se le escapa que Frank Capra o William
Wyler, pese a ser extranjeros, podían ser más yanquis que el más americano de
los directores.
Quien le sigue en
cantidad de premios cosechados es Terrence Malick, el realizador con una
patológica y reconocida fobia a las masas, a dejarse ver en público, para el
que ésta es su segunda nominación al Oscar tras “La delgada línea roja” hace
trece años. Y es que se prodiga tan poco en la pantalla grande –ha dirigido
cinco películas en treinta años-, que pillarle para nominarle es extremadamente
difícil. La crítica se ha rendido a los pies de “El árbol de la vida”, pero ha
sido tan polémica que, aunque merezca ganar, si lo consiguiera levantaría las
iras de los espectadores que no entraron en comunión con la filosofía de su
propuesta. Y aunque nadie esperaba ya que resultase nominado tras ser olvidado
en los Globos de Oro y los premios del Gremio de Directores, aquí está. Pero me
temo que su Oscar, de ganarlo algún día, será a título póstumo. Aunque a él
parece no preocuparle.
No será la única butaca
vacía. Woody Allen no se prodiga mucho en los Oscar, y de hecho la última vez
que le vimos fue justo hace diez años, cuando recitó un emotivo discurso en
honor de las víctimas del 11-S, entre los aplausos y alabanzas de unos
compañeros que no se lo pensaron dos veces a la hora de ponerse en pie a
elogiar al maestro. Las mejores palabras posibles del que es, posiblemente, el
mejor cronista neoyorquino de la historia del cine. Ya había sino nominado
cinco veces antes al Oscar, y lo consiguió a la primera, con “Annie Hall”, si
bien no acudió a recogerlo. Pero para alguien como Allen, el mejor premio
posible está en el reconocimiento a sus excelentes guiones, que es donde su
“Midnight in Paris” tiene más opciones este año, especialmente por no haber
conseguido ninguna mención de la crítica como director. Y de hecho, es por sus
guiones por lo que ha recibido mayor número de nominaciones ha recibido, y ya
ha ganado dos –“Annie Hall” y “Hannah y sus hermanas”-. Suerte en el guión,
Woody, porque el Oscar a mejor director este año lo tienes difícil. Y más si no
acudes a la gala y te quedas tocando el clarinete.
A Alexander Payne le
ocurre como a Woody Allen, que son mejores guionistas que directores de cine, y
ganar el Oscar por el guión adaptado de “Los descendientes”, que ya tiene casi
asegurado, sería su mejor premio. Ya fue nominado en el año 2000 por la
adaptación de la novela de Tom Perrotta en la excelente “Election”, y repitió
en 2005 con otra joya, “Entre copas”, por la que sí consiguió la estatuilla a
mejor guión adaptado, compartida con su colega habitual Jim Taylor. Y, no nos
engañemos, el guión de “Los descendientes” es mucho mejor que la realización. Y
con esto no quiero decir que la película esté mal dirigida, en absoluto, pero
Payne tiene más opciones este año como guionista que como cineasta. Por si
fuera poco, ha ganado dos premios de la crítica.
El tercero en
discordia, en cuanto a cantidad de premios recibidos este año, es un clásico,
uno de esos directores destinados a pasar a la historia como míticos, como
grandes maestros del celuloide. La Academia negó a Martin Scorsese el Oscar en
cinco ocasiones, y merecía aún así muchas más nominaciones, hasta que en 2007
anunciaron su nombre como ganador por “Infiltrados”. Y nadie se lo esperaba,
por dos motivos. El primero, porque ya se lo habían negado otras veces, y
segundo, porque “Infiltrados” no es, ni de lejos, una de sus mejores obras ni
de las más inspiradas y personales, si bien es muy buena. Y aunque sería
paradójico que si ganase el Oscar sería por un remake y por un filme infantil,
lo cierto es que lo merece y con creces. Su “Hugo” ha enamorado a la crítica, y
encima ha ganado el Globo de Oro a mejor director. Y, aunque no haya ganado
este año el premio del Gremio de Directores, tiene algo fundamental que le
impone sobre el gran favorito, Hazanavicius: es americano, italoamericano pero profundamente
americano, uno de los pocos directores con esencia americana que quedan. Como
curiosidad, podría pasarle como a su amigo Spielberg, que tras serle negado el
Oscar durante años, lo ganó en 1994 por “La lista de Schindler”, para repetir
triunfo cinco años después con “Salvar al soldado Ryan”. No tenía ninguno, para
ira de sus fans, y pasó a tener dos. Cuenten cuántos años separan a “Hugo” de
“Infiltrados”, y deducirán adónde quiero llegar.
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