domingo, 5 de junio de 2011

LA CRÍTICA: X-Men. Primera Generación

Mutantes, pero sin mucha honra

Hay veces que no entiendo cómo la crítica se vuelca de manera prácticamente unánime a favor de una película, y cómo el público simpatiza con ella. Me ha pasado con la nueva renovación de la franquicia “X-Men”, que me ha dejado la sensación de que podría haber sido mucho mejor sin muchas secuencias prescindibles que hacen que le sobren, fácilmente, veinte minutos.

La intención es relatar los orígenes de los mutantes, su enemistad posterior en dos bandos claramente capitaneados por el Profesor X y Magneto, el por qué el mundo teme y odia a estos seres, que no son sino un paso más allá en la evolución. Y eso es lo que da la película, entretenimiento y explicaciones a mansalva.

Tras la cámara un prodigio descubierto gracias a “Kick-Ass”, Matthew Vaughn, que hace un trabajo soberbio en la dirección técnica y artística de la película. Cuando se dejan ver sus argucias de montaje, como la cámara dividida durante el entrenamiento de los mutantes, la película se vale por sí misma, sobre todo en su última media hora. Y en cuanto a los actores, no pueden estar mejor dirigidos y no pueden encajar mejor en sus papeles. En especial unos James McAvoy y Michael Fassbender en los que, en ocasiones, podemos vislumbrar a los futuros Charles Xavier y Erik Lehnsherr que encarnaran anteriormente Patrick Stewart e Ian McKellen. Y un villano carismático, sobradísimo y con la verborrea –atención a su manejo del ruso y el alemán- del eternamente joven Kevin Bacon. Además, está la acertada inclusión de la trama en un momento clave del pasado siglo, permitiéndose el lujo de reescribir los libros de historia.


Pero algo falla en esta película, que ha hecho que no la saboree del todo como hiciera con las dos primeras entregas de Bryan Singer. Y es su ambicioso y a ratos patético guión, lleno de situaciones absurdas e inverosímiles –muchos de los chistes son para adolescentes; el primer encuentro de Xavier y Raven; la asignación de los nombres en clave; la aparición de Bestia, que me ha recordado a "Teen Wolf"- frente a otras totalmente conseguidas y adultas –el manejo del poder de Erick; la transformación de Hank McCoy en Bestia-, que hace que la película tenga un ritmo irregular y que podría haberse solucionado con un poco menos de metraje y un enfoque más serio de la propuesta. Vamos, lo que hizo Singer en su momento.


Aún así, el conjunto es entretenido y lujoso, y sus más de dos horas se pasan en un suspiro, pero eso no me quita el mal sabor de boca que me deja esta precuela tan bien cubierta de diamantes pero falta de espíritu, que pretende dar demasiadas explicaciones en lugar de tomarse las cosas con calma. Porque hasta la resolución de la enemistad entre sus dos protagonistas me ha sabido a poco entre tanto despliegue de medios, entre tantos grandísimos secundarios –recuperar en una sola peli a actores como Ray Wise o Michael Ironside no tiene precio-, cameos simpáticos, guiños a las anteriores entregas y humor absurdo. Lo preocupante es que, tras dar respuesta ya, aunque sea alejándose del cómic original, a casi todos los interrogantes de sus predecesoras, la pregunta que me ronda por la mente es siempre la misma: una vez visto todo esto, ¿qué aportará la más que inminente secuela a lo que ya sabemos?

A favor: la media hora final; la transformación de Bestia; el control de Magneto de sus poderes; Michael Fassbender, James McAvoy y Kevin Bacon.
En contra: su exceso de explicaciones, que no dejan material para la secuela, y sus numerosos momentos ridículos

Valoración: ***

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