Esa América progre
A veces es
contraproducente vender un determinado producto como lo que no es. Sí,
conseguirás atraer a las masas a los cines, pero corres el riesgo de que buena
parte de la audiencia abandone la sala sintiéndose cuanto menos engañada porque
no han visto cubiertas sus expectativas.
“Déjame salir” es uno
de esos filmes que se ha sabido vender bien. No debería sorprendernos, pues el
dinero lo pone un tal Jason Blum, todo un hacha en esto de saber cómo atraer al
público a las salas invirtiendo más bien poco por el camino. Esto ha dado sin
duda sus frutos en la cartelera USA, donde ha sido todo un bombazo en taquilla.
Pero a la vez, no es que la campaña de promoción de esta película haya sido del
todo acertada a la hora de mostrar en sus numerosos avances lo que en realidad
nos depara la ópera prima del otrora comediante Jordan Peele, porque lo que nos
regala no es terror al uso.
Que nadie se lleve a
engaño ante esto. Esto sigue siendo cine de terror. Por su contenido, porque
consigue meter la desconfianza y el miedo en el cuerpo, porque Peele sabe muy
bien cómo enrarecer la atmósfera de su obra a través de la música y los actos
de sus personajes –fantástico reparto, sin excepción-, por la historia en sí
misma, todo un ensayo sobre la paranoia en esa América tan progre en su
superficie pero podridamente racista en su interior. Pero no es cine de terror
al uso. Es cine de terror inteligente y psicológico, una de las cintas más
lúcidas y malévolas de lo que llevamos de siglo.
Una paranoia de nueva
era no exenta de un soterrado y cabrón –con perdón, pero no se me ocurría otra
palabra mejor para definirlo- sentido del humor, que a un servidor le ha hecho
pensar en la formidable “Society” de Brian Yuzna. El director juega con el
espectador continuamente, le ofrece un enorme McGuffin tras otro sin que se dé
cuenta de lo que realmente está pasando, y cuando por fin se percate de dónde
está el meollo de la cuestión será cuando esa manera tan mezquina y ruin de
pensar que todos atesoramos en nuestro interior brote como la espuma.
Subversiva, valiente,
repleta de mucha mala baba, hilarante hasta cierto punto, manipuladora hasta
otro cierto punto tan arriesgado como bienvenido… Lo más loable de esta “Déjame
salir” es que logra que el espectador entre en su juego y se revele como lo que
realmente es. Como lo que realmente es esa América guay surgida de la era post
Obama, ésa que cacarea a los cuatro vientos con orgullo su tolerancia ante la
racista política Trump. Toda una nación cuyos ideales son extrapolables a los
de todo el universo conocido. En el fondo, aunque no lo reconozcamos, todos
somos un pelín racistas.
A
favor: lo bien que sabe jugar con el espectador
En
contra: haberla vendido casi como lo que no es
Calificación ****
No se la pierda
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