viernes, 6 de diciembre de 2013

LA CRÍTICA: Capitán Phillips

El buque del irlandés
No es fácil mantener el interés del público durante todo un metraje cuando la historia se basa en acontecimientos recientes mediáticos, cuyo desenlace es conocido a escala planetaria y donde la capacidad de sorprender se ve diezmada cuando el escenario se reduce a las dimensiones claustrofóbicas de un medio de transporte del que no existe escapatoria posible. En este sentido, Paul Greengrass conseguía lo imposible en la magistral “United 93”, enhebrar un drama humano y desgarrador por los hechos que se relataban en el que el conocimiento de los mismos por parte del espectador no era un impedimento a la hora de lograr un filme cargado de tensión en constante ascenso y que culminaba en un desenlace que, aunque fuera de sobra conocido, siempre abría la posibilidad, y la esperanza, de que acabase de otra manera totalmente diferente.

Precisamente con “United 93” se encuentra hermanada “Capitán Phillips”, tanto en sus aciertos como en sus defectos. Las dos convierten en virtud el material de partida, y gracias a la cámara dossier y al sentido del ritmo bourniano de Paul Greengrass consigue mantener al público pegado a la butaca. Hacia la mitad de su metraje, la película parece que va a perder el ritmo, para recuperarlo con fuerza una vez comienza la negociación con los piratas. La mirada documental y analítica del cineasta, además, vuelve a mostrar el choque de dos civilizaciones totalmente distantes en geografía y reglas, sin realizar juicios de valor, de manera rigurosa y objetiva. Aquí no hay vencedores ni vencidos. No hay buenos ni malos. Sólo personas sujetas a la realidad que les ha tocado vivir.


A “United 93” se le podía achacar tanta rigurosidad en su puesta en escena que se convertía en un film frío, distante. En “Capitán Phillips” eso parece que ocurre. No hay profundidad en sus personajes más allá de ser humanos y cercanos. Greengrass lo sabe, pero tiene un as en la manga en su actor protagonista para dotar al conjunto de la humanidad que sí le faltaba a su relato sobre los últimos minutos del avión que jamás llegó a estrellarse contra su objetivo fatídico aquel 11-S. Tom Hanks es un gran actor, eso lo sabemos, pero lo que hace en esta película es para quitarse el sombrero. Está absolutamente creíble en la piel de este viejo lobo de mar, y sobre él descansa la difícil tarea de dotar de emociones a una película tan analítica como esta. Especialmente en la escena final, donde se da fin a la pesadilla con un estallido de emociones en primer plano que hacen que se te encoja el corazón y que vuelvas a vivir ese secuestro del carguero estadounidense a manos de piratas somalíes en 2009. Como si lo estuviéramos viviendo nosotros mismos. Con otro actor, no nos habría llegado tanto.




A favor: Tom Hanks, pura emoción en un film carente de ello, y que Greengrass transforme la historia en un film cargado de tensión en ascenso

En contra: su aparente frialdad, y que se piense que no se puede sacar de su punto de partida mucho más

Calificación: ***1/2

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