“Manolete” es, desde su
misma preproducción, un culebrón en sí mismo, un film condenado al fracaso.
Desavenencias entre su productor, Andrés Vicente Gómez, y su director y
guionista, Menno Meyjes, problemas legales del primero con la Seguridad Social
que ocasionaron el embargo de la cinta durante más de cinco años, baches de
producción que retrasaban la filmación e hinchaban el presupuesto por encima de
los 20 millones de euros… Pero el espíritu valiente del maestro ha superado
todas las barreras, y ahora, después de haberse visto sin fortuna en otros
países en DVD y VOD, llega a las pantallas españolas por la puerta de atrás,
demostrando lo que jamás debe ser un biopic
cinematográfico. Porque el “Manolete” de Meyjes y Vicente Gómez demuestra
además lo que no debe ser una película, y su repentina y fugaz irrupción en las
salas no obedece más que al empeño de su productor de hacer caja en una
industria en la que hasta que no estrenas, no recibes dinero del gobierno.
La película es, en
esencia, un quiero y no puedo constante. Porque está de más decir que la vida
de Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, alias Manolete, daba para un suculento biopic sobre el ascenso y caída de un
mito que abrazó a la Muerte en cada corrida, y que incluso la sobrevivió tras
su fatídica cornada en Linares. Es decir, que aquí había material para una obra
maestra, o como mínimo para una muy buena película.
Pero no hay nada de eso
en “Manolete”. Le falta pasión, su ejecución es excesivamente mecánica, tanto
en la realización como en el guión del mismo Meyjes. No acabas por comprender
quién fue el diestro y por qué se convirtió en leyenda. Los mejores momentos,
que pueden contarse con los dedos de una mano semi amputada, son aquellos en
los que el protagonista despliega toda su magia y su elegancia ante el toro. ¿Lo
demás? Unas interpretaciones vagas, como con desgana, desde un Adrien Brody que
se queda en una mera caricatura física del torero hasta una Penélope Cruz que
no tiene el garbo de Ava Gardner, como pretendían sus responsables, pasando por
un Santiago Segura con cara de circunstancia y un Juan Echanove que se eleva
sobre sus compañeros, pero que está fatalmente desaprovechado y desdibujado.
Una banda sonora funcional, nada memorable. Unos diálogos ridículos en
reiteradas ocasiones y rellenos de tópicos. Un montaje confuso, en el que
pasado, presente y futuro se entremezclan sin sentido, sin un orden aparente y
dando la sensación de caos. Y un sonido que, junto al horroroso doblaje –la versión
original tampoco se salva, pues nunca entenderé por qué un film sobre una
figura española se rueda en inglés pero los extras hablan en castellano-,
funciona más como somnífero que como ayuda a hacer menos tediosa la propuesta.
Y, lo que es peor de
todo, la sensación de que podría haber sido mucho mejor. En lugar de centrarse
en la vida de su protagonista, en transmitir su importancia en la historia de
España y en hacer traspasar la pasión por el toreo, se distrae con una historia
de amor que lastra totalmente la película. En un país en el que la prensa rosa
es la reina de la pequeña pantalla, esto es lo que se entiende por biopic. “Manolete”, en ese sentido, no está
ni a la altura de esos telefilmes patrios con los que las cadenas privadas nos asedian
cada cierto tiempo. Con esto, queda todo dicho.
A favor: los escasos
momentos en los que intentan mostrarnos quién fue Manolete
En contra: todo lo
demás
Calificación: *
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