jueves, 30 de julio de 2009

La película del mes

Cada final de mes les traigo el análisis de algún film que viera en mi infancia (o no), que me impactara o me decepcionara sobremanera, con el objetivo de ver cómo el tiempo pone a cada cosa en su lugar

The Rocky Horror Picture Show *****



Si unes todas esas cintas de serie B de terror y ciencia-ficción de las productoras Hammer, RKO y la Universal que se emitían en una económica y febril sesión doble, las mezclas con música rock, la sazonas con la locura de drogas y sexo liberal propios de la década de los 70 y le añades unos puntos de friquismo absoluto nace un producto peculiar, que por el tema que trata y por pertenecer a un género tan difícil como el musical era complicado que congeniara con el público. Una criatura final que guarda no pocas similitudes con el mismo Ed Wood, quien también está incluido, aunque indirectamente, en el homenaje.

“The Rocky Horror Picture Show” –en adelante RHPS para abreviar- nació de la imaginación de Richard O’Brien, actor de origen inglés pero criado en Nueva Zelanda, donde se convirtió desde muy pequeño en fanático de esas películas de terror y ciencia-ficción que inundaban las salas durante los años 50 y las décadas anteriores. Así, O’Brien se fascinó con los años por el cine de Wood y por clásicos como “Frankenstein”, “Drácula”, “Planeta prohibido” o “Ultimátum a la Tierra”, entre otros. Junto al joven director australiano Jim Sharman, a quien conoció en los ambientes teatrales ingleses, adonde volvió para hacerse camino como actor, organizó una puesta en escena de “Jesucristo Superstar”, hasta que le propuso la extraña idea que había detrás de RHPS. O mejor dicho, la extraña idea tras “The came from Denton High”, que era el título original. Finalmente, y por consejo de Sharman, a quien entusiasmó el proyecto, pasó a llamarse como hoy en día la conocemos, aunque antes adquirió el nombre de “The Rock Hor-Roar Show”. También entusiasmó a los productores Michael White y Lou Adler, quien también se hizo cargo de la música.

¿Pero por qué hablo de RHPS como de una extraña idea, como si de una locura se tratara? La respuesta está en el mismo argumento. La castiza pareja formada por Brad y Janet queda tirada en medio del bosque tras averiarse su coche. Para refugiarse de la incipiente tormenta, los tortolitos, que planean casarse, se refugian en uno de esos castillos tan característicos de las películas de miedo. Allí conocerán al Dr. Frank’N’Furter, un carismático científico travesti que esa misma noche organiza la Convención Anual Transilvana con motivo de la presentación de su nueva criatura, Rocky, un adonis físicamente perfecto pero muy tonto que ha sido creado primordialmente para satisfacer sexualmente a su amo. Durante la alocada velada bailarán, cantarán, sabrán la verdad de la procedencia del poco cerebro que tiene Rocky y por supuesto verán cómo su férrea moral cristiana se hace añicos ante todas las tentaciones que el propio Furter y sus criados les ponen enfrente. Todo ello con inolvidables números musicales e incontables referencias a la serie B de los 50 –visible en personajes, situaciones, trama y en algunas secuencias, como esa gran torre en uno de los números musicales finales que rememora la insignia de la RKO-, a la cual satiriza pero con el máximo de los respetos.

Tal fue el éxito del montaje teatral primero en Inglaterra y posteriormente en EEUU que la Twentieth Century Fox se interesó por la adaptación a la pantalla grande. Con 1.5 millones de presupuesto y buena parte del elenco original, que incluía al cantante Meat Loaf como Eddie, el motorista alocado del cual Furter extrae el cerebro para Rocky, y por supuesto con O’Brien y Sharman tras el proyecto –ambos escribieron y el segundo lo dirigió-, RHPS estaba ya preparada para dar el gran salto a la gran pantalla. Del cast original hubo escasas variaciones. Tim Curry volvió a travestirse como el loco Dr. Frank’N’Furter en el que sería su primer papel en el cine tras su paso por el teatro y la televisión, y que a día de hoy sigue siendo su mayor logro como actor, sin contar el del Señor de las Tinieblas en “Legend”, mientras que el mismo O’Brien volvió a encarnar al mayordomo Riff Raff. La entonces desconocida Susan Sarandon encarnó a la virginal Janet, mientras que el veterano Charles Gray, el villano Blomfeld de la saga Bond, hizo lo propio con el improvisado narrador de la historia, quien a su vez enseña los pasos de baile del número musical “Time Warp”, uno de los mejores de la película y que incita a los espectadores a bailar siguiendo las indicaciones de Gray.

El rodaje en sí sufrió contratiempos, como un accidente de Meat Loaf en la famosa escena de la moto que acabó con una fractura en la cabeza, una pulmonía de Sarandon tras la escena de la piscina o la peligrosa adicción de Curry a las drogas, que obligaba a retrasar el rodaje. Incluso hubo una disputa entre Patt Quinn, la actriz que canta el imponente tema musical central del comienzo de la obra, “Double Feature Science-Fiction”, y O’Brien, pues si bien los labios rojos que hicieron famoso el cartel de la película y que se mueven durante los créditos iniciales son los de Quinn, la voz es la del mismo O’Brien. Un cambio que trajo más de una discusión entre ambos. Dichos labios, por su parte, recuerdan a los que los Rolling Stone usan como sello desde 1971 basándose en un diseño de Andy Warhol. De hecho, Mick Jagger se mostró interesado en interpretar al Frank’N’Furter cinematográfico, pero los creadores consideraron más oportuno recurrir a un reparto desconocido y sobre todo al protagonista original de la obra. Y si se fijan bien, aunque no tiene relación alguna, los acordes de “Science Fiction/Double Feature” rememoran al “Sympathy for the Devil” de los Rolling, aunque esto es tan solo una impresión personal y no un hecho contrastado. Es recomendable escuchar esta canción y apreciar los múltiples referentes cinematográficos que utiliza en su letra.

Llegados hasta este punto, ¿por qué es considerada RHPS un filme de culto? Para entenderlo debemos remontarnos a su estreno. Pese a su éxito teatral, el público y la crítica ignoraron la cinta. Se convirtió en un fracaso en taquilla, y los críticos no aplaudieron el aspecto puramente teatral que Sharman dio al conjunto, esperando quizás algo más ampuloso –personalmente, prefiero el ambiente intimista y claramente influenciado por el Glam Rock inglés que los creadores decidieron conferirle-, y sobre todo no congeniaron con su espíritu juerguista. Rápidamente retirada de las salas, la película encontró su salvación gracias al empeño de la Fox de no perder su dinero –y tanto que no lo perdieron, pues la película a día de hoy lleva 112 millones de dólares recaudados solo en terreno estadounidense-. La proyectaron a medianoche como parte de un programa doble, esos mismos programas que homenajea la canción inicial. Y lo que ocurrió aún no se explica del todo. El público más freak empezó a sintonizar con su humor y la película tuvo una segunda vida en esas sesiones, hasta el punto de que según la leyenda alguien gritó a Janet “Buy an umbrella, you cheap bitch” (cómprate un paraguas, perra barata) durante la escena de la lluvia, y aquello se convirtió en un modelo a seguir.

Y fue precisamente esta pauta la que lo convirtió en un fenómeno. Durante aquellas sesiones golfas, la gente vestía como los personajes años antes de que sucediera lo mismo con “Star Wars”, gritaba cosas a la pantalla hasta el punto de interactuar con la película, siguen los pasos dictados por Gray para el “Time Warp” y hasta portaban utensilios a usar en determinados momentos (arroz para la escena de la boda, guantes de látex para el momento del nacimiento de la criatura, pistolas de agua simulando la tormenta, mecheros, etc.), utensilios conocidos como props.

Pero el fenómeno fue aún más allá. Se creó toda una disciplina en torno a las proyecciones. Había que repetir ciertas pautas de comportamiento durante las mismas, organizadas durante cada cierto tiempo, usando los props y cantando y bailando las canciones, replicando a los personajes –una de las técnicas consiste en abuchear al malo, por ejemplo- a la vez que los actores bailaban bajo la pantalla y hacían al público partícipe. Los nuevos asistentes, denominados vírgenes –no cuenta el haberla visto en vídeo o DVD, eso se considera simple masturbación-, son bienvenidos a esta juerga sin control en la que posiblemente tengan que pasar un sacrificio de vírgenes, consistente en tener que realizar alguna prueba no discriminatoria ni vejatoria. Este fenómeno se extendió a Alemania y España, donde se realizan pases cada poco tiempo y cuyo fansite pueden visitar en http://www.rhps.es/, donde encontrarán todos los requisitos a cumplir, los próximos eventos e información detallada del espectáculo, entre otras cosas. En nuestro país, el interés se renovó gracias al Festival de Sitges de 1995, donde se proyectó durante un año en sesiones donde los horroritas, como se hacen llamar los auténticos fans, se dejan llevar fervientemente por esa orgía de rock, terror y locura continua.

Por supuesto, el merchandising propio de la película no se hizo esperar, incluyendo desde libros y cómics hasta videojuegos, pasando por supuesto por discos con versiones de su música. Se realizó incluso una película similar en contenido e intenciones años más tarde, “Shock Treatment”, obra del propio O’Brien pero que no gozó del mismo fenómeno, aunque sí es muy apreciada por sus fans. Y se habla de un remake, que sin haberlo visto puedo decir desde ya que es innecesario e inútil.

En definitiva, ¿qué es exactamente RHPS? Pues es más que una simple película. Es todo un espectáculo interactivo, rotundamente freak. Pero no sólo es el fenómeno que lo envuelve. No olvidemos que es una gran película, posiblemente el mejor musical que un servidor ha visto en la vida, y eso que musicales sublimes hay para aburrir. Pero ante todo, RHPS es un sentido homenaje en forma de falsa sátira a todo ese cine tan venerado por muchos pero detestado por otros por su cutrez que conforma el rango de la serie B. Si bien la película comienza de una manera casi lisérgica, alocada, la mecha se va apagando conforme avanza el metraje, y la canción inicial se torna triste en el desenlace. Los labios rojos vuelven a hacer acto de presencia y en la letra, así como en el mismo tono de la música, notamos que no solo ha acabado el espectáculo, sino que ha acabado toda una generación cinematográfica de cine hecho por y para el entretenimiento, generando un profundo sentimiento de nostalgia. Personalmente, el resultado es que tras acabar RHPS fui corriendo a hacerme con “Planeta prohibido”, “Ultimátum a la Tierra”, “El hombre invisible” y todas esas joyas que esta película admira. Y fue cuando entendí aún más por qué O’Brien sintió tal fascinación, y cómo a un verdadero fanático se le pudo ocurrir esta obra de arte que es “The Rocky Horror Picture Show”.

2 comentarios:

Lasagaa dijo...

A mi también me gusta mucho, especialmente la banda sonora que es genial.

Tim Curry brutal (también en It), todo el reparto es cojonudo

Gerardo Medina Pérez dijo...

Vaya, había olvidado que era el payaso de "It". Lamentablemente, después de eso se convirtió en una caricatura de sí mismo. Parecía que en cada trabajo intentaba ridiculizarse aún más. Gracias por el aporte Manu.

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