
(The taking of Pelham 123)
“Pelham uno, dos, tres” (Joseph Sargent, 1974) poseía el inconfundible aroma de thriller que abundaba en los 70, el mismo que desprendían otros filmes como “La conversación” o “Todos los hombres del presidente”. No puede decirse que la nueva versión sea deudora de nuestro tiempo exactamente, pero sí podemos afirmar con absoluta convicción que es hija de su director.
Así, del elegante thriller que nos brindaba la película original pasamos a una frenética action movie con el típico secuestro de fondo. Y todo ello con el personal sello de Tony Scott, tan videoclipero y esteta como siempre, y ofreciendo lo que se espera de él: una fastuosa producción de acción a raudales y mucha tensión en la que la cámara jamás permanece quieta, y en la que la fotografía y la banda sonora, y en definitiva el montaje audiovisual, van al unísono siguiendo el camino de un desenfrenado vagón de tren que aumenta su velocidad, y con ello los efecticismos propios del realizador, de una manera vertiginosa.
No obstante, y tal
y como ocurriera con la acertada “El fuego de la venganza”, Scott impone su toque con mano de hierro, pero nos da igual que intente como de costumbre ser el centro de atención del circo que ha montado. Todo gracias a un inteligente guión, obra del gran Brian Helgeland, en el que priman los personajes y los diálogos sosegados entre tan tumultuoso envoltorio. A ello ayudan, y he aquí el gran acierto de esta cinta, unos Denzel Washington y John Travolta en absoluto estado de gracia, ofreciendo un antológico tource de force interpretativo vía radio, sin que lleguen apenas a compartir plano como ocurriera en aquella obra maestra de Michael Mann titulada “Heat”.
En medio del aluvión de remakes de pelis de terror que nos llegan estos días,
Scott y Helgeland cogen un portentoso thriller de suspense setentero y lo reconvierten en una entretenidísima película de acción que mantiene el interés de principio a fin y pasa tan rápido como un vagón sin control. No se limitan sus responsables a copiar a destajo el producto original. Cambian los personajes, el cuidado de los mismos, las situaciones que se presentan, e incluso el final, en el cual un servidor prefiere aquel estornudo que ponía entre la espada y la pared a Martin Balsam en lugar de ese desenlace tan cómodo y justo con lo que el público espera que nos presenta el ya previsible porvenir del malo de la función.
Este nuevo viaj
e a bordo del Pelham 123 no se encuentra a la altura del original –contiene cambios que la hacen diferente, a ratos mejor, pero a la par se echan de menos algunos detalles que hacían de aquella una película mítica-, pero constituye un ejemplo de blockbuster veraniego bastante inteligente y entretenido, que es lo que importa al final en un producto de estas características. Por la travesía sobran algunas situaciones, como la comunicación vía chat entre uno de los rehenes y su novia o la explicación del pasado de Travolta, que sirve para informar al público pero que carece del mayor interés para el avance de la trama. Sin embargo, Scott no hace descarrilar el tren en ningún momento a pesar de sus reiterados intentos por sobresalir con su enérgica puesta en escena y el conjunto, y al final es lo que importa, entretiene. Y ya eso es más de lo que se esperaba.
Así, del elegante thriller que nos brindaba la película original pasamos a una frenética action movie con el típico secuestro de fondo. Y todo ello con el personal sello de Tony Scott, tan videoclipero y esteta como siempre, y ofreciendo lo que se espera de él: una fastuosa producción de acción a raudales y mucha tensión en la que la cámara jamás permanece quieta, y en la que la fotografía y la banda sonora, y en definitiva el montaje audiovisual, van al unísono siguiendo el camino de un desenfrenado vagón de tren que aumenta su velocidad, y con ello los efecticismos propios del realizador, de una manera vertiginosa.
No obstante, y tal

En medio del aluvión de remakes de pelis de terror que nos llegan estos días,

Este nuevo viaj

A favor: Travolta y Washington, magníficos
En contra: falta el estornudo de Martin Balsam que ponía el broche de oro a la original